‘Selva trágica fue mi vida por cuatro años’

La película de Yulene Olaizola se estrena en México hoy durante el Festival Internacional de Cine de Guadalajara

Julián Istilart 

Mariano y Antonio Tun Xool, dos hermanos mayas chicleros haciendo su labor para la empresa Chicza en Felipe Carillo Puerto, Yucatán, nunca imaginaron que esa joven que los observaba ‘picando’ el árbol del chicozapote fuera a dirigirlos meses después como actores protagónicos de una gran empresa cinematográfica: plasmar la vida de dos grupos que comerciaban con esta preciosa savia en el Belice de los años 1920s.

La nacida en Ciudad de México hace 37 años y emisaria del conocimiento que da haber dirigido 5 largometrajes, describe algunos de los hilos que condujeron su obra, reconocida en septiembre pasado con dos importantes premios en el Festival de Cine de Venecia.

Julián Istilart: Selva Trágica se cocinó a fuego lento. ¿Cómo fue el proceso creativo?

Yulene Olaizola: Empecé hace dos años a buscar locaciones antes de siquiera tener un guión. Había leído una trilogía del escritor Rafael Bernál, y sabía que quería plasmar la época de los chicleros en su mayor auge, en Belice en los años 1920s.

El casting se hizo investigando una zona muy amplia entre comunidades del sur de Quintana Roo que trabajan con una empresa chiclera. Encontré en un poblado de Felipe Carrillo Puerto llamado Señor a dos hermanos chicleros. Los grabé un buen tiempo extrayendo el chicle, y a partir de ese día supe que serían parte de la película. Se modificó el guión a través de conocerlos a ellos. Son dos actores protagónicos del filme, uno de ellos narra la ‘voz en off’, en maya, de la película.

Esta ‘voz en off’ se inspira en poemas sobre la leyenda de Ixtabay, narrada por el poeta yucateco Antonio Mediz Bolio y traducido y recitado en maya yucateco por Mariano Tun Xool, uno de los dos hermanos protagonistas de la película.

J.I.: Cómo se financia un proyecto como Selva Trágica?

Y.O.: Trabajamos mucho con las comunidades y los ejidos para obtener permisos y apoyo para movernos por la selva con seguridad. Fueron 6 o 7 locaciones distintas entre Rio Hondo, Belice, el ejido de Nooch Ben, cerca de Chacchoben, y en Campeche frontera con Quintana Roo.

Gracias al estímulo fiscal del Artículo 189 de la Ley del Impuesto sobre la Renta, que permite que empresas deduzcan impuestos dándole el dinero a una película en lugar de Hacienda es como principalmente se financió el proyecto. Fuimos beneficiados por tres empresas, uno tiene que buscarlos de manera particular, presentarles el proyecto, presentar el proyecto a IMCINE. Este estímulo sigue vigente y seguirá vigente el próximo año. Es el fondo más importante a través del cual se financian las películas hoy en México.

EL CINE MEXICANO EN TIEMPOS DE COVID-19

Después de estar semanas juntos en la selva beliceña grabando largas jornadas de cine, varios miembros del equipo de producción de Selva Trágica no se volverán a reunir hasta hoy en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Verán en gran pantalla la película que para muchos de ellos significó la gran gesta fílmica de sus carreras.

Yulene Olaizola, directora de la cinta, y aclamada en festivales de cine europeos que vieron meses atrás su obra nos platica cómo fue la alternativa para promocionar la película en tiempos de COVID-19.

Julián Istilart: ¿Cómo terminó siendo el ‘plan b’ para dar a conocer Selva Trágica?

Y.O.: Por suerte, la pandemia nos agarró en un periodo de transición entre la producción y la postproducción del filme. Estábamos haciendo la corrección de color y cerró todo en Francia. Tuve que tomar el primer vuelo a México para retomarlo vía online. Fue complejo porque vía remota estábamos viendo el detalle desde monitores distintos. La mezcla de sonido, después de posponer y posponer hasta no ver un fin de la pandemia, la realizamos con más tiempo y detalle con el diseñador sonoro. En cuanto a la presentación de la película, fue tedioso, ya que, lo que normalmente hubiera sido una ruta de festivales presenciales terminó siendo una estrategia de marketing en donde me veía haciendo de ‘host’ y enviando mensajitos en video a diversos festivales; cosa no propia de un director de cine.

J.I.: ¿Qué aprendizaje recoges del área donde filmaste?

Y.O.: En las comunidades mayas que visitamos hay mucha marginación. A pesar de todo, es de admirar la dignidad con la que viven y cómo salen adelante con los recursos más mínimos imaginables. Me di cuenta que el chicle pudiera ser una alternativa de desarrollo para esas comunidades, cuya gente normalmente va a trabajar a las zonas hoteleras del norte del estado (Yucatán) en condiciones deplorables.

J.I.: Además de una forma de sustento, ¿qué más te da el cine?

Y.O.:Es un oficio íntimamente ligado a tu vida. En cada proyecto nuevo, tu vida se transforma. En este caso, meterte a la selva. Mis procesos implican una parte vivencial muy cercana, no suelo delegar muchos trabajos, hago el casting, el scouting de locaciones, la edición y la producción. Esta ‘peli’ se vuelve mi aventura de esos 4 años. Prefiero trabajar de la manera más minimalista, personal e íntima. Filmas dos o tres años y el resto del tiempo eres ama de casa que trabaja en su computadora, rellenando formatos de becas y escribiendo guiones, luego entras en esta etapa de adrenalina absoluta en donde tienes que demostrar la mejor actitud para liderar a un equipo de 40 50 personas.

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