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¿Las células T aportan inmunidad contra COVID-19?

José Luis Alomía detalló que hay 1,239,269 casos negativos acumulados / Foto: Especial
José Luis Alomía detalló que hay 1,239,269 casos negativos acumulados / Foto: Especial

Aunque investigaciones recientes sugieren que los anticuerpos contra el COVID-19 pueden perderse, surgen nuevas esperanzas con las enigmáticas células T Redacción Después surgió el hallazgo de que muchos de los que sí habían desarrollado anticuerpos parecían perderlos solo pocos meses después. En resumen, aunque los anticuerpos han mostrado ser invaluables para rastrear la propagación de … Leer más

Aunque investigaciones recientes sugieren que los anticuerpos contra el COVID-19 pueden perderse, surgen nuevas esperanzas con las enigmáticas células T

Redacción

Después surgió el hallazgo de que muchos de los que sí habían desarrollado anticuerpos parecían perderlos solo pocos meses después.

En resumen, aunque los anticuerpos han mostrado ser invaluables para rastrear la propagación de la pandemia, quizás no tienen el rol esencial en la inmunidad como se había pensado.

Según un estudio publicado en BBC News, si se va a adquirir una protección a largo plazo, parece cada vez más probable que esta tendrá que surgir de otra parte.

Pero aunque el mundo ha estado preocupado con los anticuerpos, los investigadores han comenzado a darse cuenta de que quizás hay otra forma de inmunidad, una que, en algunos casos, ha estado latente y sin ser detectada en el organismo durante años.

Y aunque previamente estos no han tenido un lugar prominente en la conciencia pública, podrían ser cruciales en nuestra lucha contra el virus

¿Qué son?

Las células T son una especie de células inmunes, cuyo principal propósito es identificar y matar a patógenos invasores o células infectadas.

Lo hacen utilizando proteínas en su superficie, que a su vez pueden adherirse a proteínas en la superficie de estos impostores.

Cada célula T es altamente específica. Hay billones de variaciones posibles de estas proteínas de superficie, y cada una puede reconocer un objetivo diferente.

Debido a que las células T pueden mantenerse en la sangre durante años después de una infección, también contribuyen a la “memoria de largo plazo” del sistema inmune y le permiten organizar una respuesta más rápida y más efectiva cuando este queda expuesto a un viejo enemigo.

Varios estudios han mostrado que la gente contagiada con Covid-19 tiende a tener células T que pueden atacar el virus, sin importar si la persona ha experimentado síntomas.

Hasta aquí, todo es normal. Pero los científicos recientemente también descubrieron que algunas personas pueden resultar negativas de anticuerpos contra el virus y positivas de células T capaces de identificar el virus.

Esto ha llevado a sospechas de que ciertos niveles de inmunidad contra la enfermedad podrían ser dos veces más comunes de lo que previamente se pensó.

Lo más extraño de todo es que, cuando los investigadores analizaron muestras de sangre tomadas años antes de que comenzara la pandemia, encontraron células T específicamente diseñadas para detectar proteínas en la superficie de Covid-19.

Esto sugiere que algunas personas ya tenían un grado de resistencia preexistente contra el virus antes de que infectara a un humano.

¿Cómo se desarrolla la inmunidad?

La mayoría de la gente probablemente no ha pensado en las células T, o linfocitos T como también se les conoce, pero para saber lo cruciales que son para la inmunidad, podemos observar las etapas finales del sida.

Las fiebres persistentes, las llagas, la fatiga, la pérdida de peso, los raros cánceres, los microbios usualmente inocuos, como el hongo Candida albicans -que a menudo se encuentra en la piel- que comienza a invadir el cuerpo.

Durante un período de meses o años, el VIH lleva a cabo una especie de genocidio de células T, en el cual las caza, las invade, y sistemáticamente las hace suicidarse.

Aniquila una enorme porción de ellas”, dice Adrian Hayday, profesor de inmunología del King’s College de Londres y líder de grupo en el Instituto Francis Crick.

Durante una respuesta inmune normal a, por ejemplo, un virus de influenza, la primera línea de defensa es el sistema inmune innato, que involucra los glóbulos blancos y las señales químicas que lanzan las alarmas.

Esto inicia la producción de anticuerpos, la cual se lleva a cabo unas semanas después.

Estas desafortunadas células posteriormente son eliminadas rápida y brutalmente (ya sea directamente por las propias células T o por otras partes del sistema inmune que estas reclutan para hacer este desagradable trabajo) antes de que el virus tenga la oportunidad de convertirlas en fábricas para producir más copias de sí mismo.

De hecho, una vacuna -la desarrollada por la Universidad de Oxford– ya ha estado demostrando que puede generar la producción de estas células, además de anticuerpos.Todavía es prematuro saber cuán protectora será esta respuesta, pero un miembro del grupo de investigación le dijo a la BBC que el resultado era “extremadamente promisorio”.

“De manera que si podemos evitar lo que este les está haciendo a las células T de los pacientes con quienes hemos estado teniendo el privilegio de trabajar, entonces habremos avanzado mucho en el control de la enfermedad”, expresa el investigador.

Todo parece indicar que en el futuro escucharemos mucho más sobre las células T.

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