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Transforman en arte objetos confiscados a migrantes

El conserje de una estación de la patrulla fronteriza de EEUU recolectó artículos de migrantes y ahora están en el centro cultural Skirball de Los Ángeles Durante una década como conserje en una estación de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, Tom Kiefer encontró en la basura fragmentos de la historia de muchísimos migrantes que … Leer más

El conserje de una estación de la patrulla fronteriza de EEUU recolectó artículos de migrantes y ahora están en el centro cultural Skirball de Los Ángeles

Durante una década como conserje en una estación de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, Tom Kiefer encontró en la basura fragmentos de la historia de muchísimos migrantes que buscaban ‘el sueño americano’.

Cartas, ropa, juguetes, medicamentos, artículos de tocador: los oficiales confiscan y descartan todos los días objetos que puedan considerarse peligrosos o “no esenciales”… piezas de distintos rompecabezas que captaron la atención de Kiefer, quien comenzó a trabajar en la estación de Ajo, Arizona, en 2003, poco después de arrancar con la fotografía.

‘El sueño americano’, que se presenta en el centro cultural Skirball de Los Ángeles hasta marzo, expone más de 100 fotos de esos desechos, que el artista recolectó en secreto hasta que dejó el trabajo en 2014.

Al entrar a la muestra, las fotos se pueden confundir fácilmente con una pieza de artes plásticas contemporánea, un fondo amarillo en el que solo al acercarse se distingue su contenido: blísteres de pastillas y píldoras de muchos colores, junto a pomadas y jeringas.

Hay 50 cepillos de dientes –algunos muy usados, gastados, sucios– que se alinean con mucha precisión bajo un fondo azul; al otro lado, cantimploras, metidas en bolsas de tela, y más allá, una foto llena de teléfonos celulares, de distintos modelos y épocas.

Es fácil colocar un rostro o imaginar a quién pertenece cada uno de esos objetos.

Dominga Rodríguez poco pudo contener las lágrimas desde que entró: fue un viaje al pasado, de casi 30 años, de cuando cruzó por el desierto hacia Estados Unidos atrás de “un sueño para salir adelante”.

“Se me hizo conmovedor, porque yo también vine de la misma manera”, dijo a la AFP emocionada esta mexicana de 48 años, originaria de Oaxaca. “Dejamos ropa, los peines, la cartera, los números de teléfonos de nuestra familia, sin saber si íbamos a regresar o no”, añadió con la voz entrecortada.

Pared de historias

Todos los años, cientos de miles de indocumentados son capturados cruzando la frontera a Estados Unidos. Solo en el año fiscal 2019, que cerró en septiembre, fueron detenidos 859 mil 501 inmigrantes, según cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP).

“Estas fotografías nos recuerdan que incluso las pequeñas injusticias pueden ser el primer paso a cosas que son totalmente inhumanas”, explicó Laura Mart, curadora de la exposición.

“Puede parecer que no es gran cosa quitarle a alguien los cordones de los zapatos o el cepillo de dientes, pero cuando comienzas a hacer cosas como estas y a pensar que está bien, antes de darte cuenta terminas en cosas como la separación de los niños”.

Mart se refiere a la política de ‘tolerancia cero’ con la inmigración ilegal hacia Estados Unidos que decretó en 2018 el presidente Donald Trump y que llevó a la separación de miles de niños de su padres migrantes y tuvo que ser suspendida tras una ola de indignación.

La radicalización de las políticas migratorias ha sido un eje del Gobierno de Trump, quien busca la reelección en 2020.

Laura Mart destacó la foto de unos patos de hule, algunos muy sucios por el barro.

“Se utilizan para marcar el sendero”, explicó. “Como el desierto es muy llano y en realidad no hay muchos rasgos distintivos para saber dónde estás, sirven para la navegación de los grupos de migrantes”.

Rodríguez recuerda bien lo duro que fue. Cruzó con una prima por Mexicali, en la frontera con California, y por días estuvieron perdidas bajo la lluvia.

“Llegamos a un cuartico, una casa muy viejita, pintadas de blanco las paredes y estaba llena de historias de todos los que pasamos”, recordó. “Usted decía ‘me voy tal fecha, me llamo así y no sé si voy a regresar; dejo a mi familia’. Uno ponía su propia historia en las paredes”.

“Lástima que no existían los teléfonos para tomar fotos… cuántas historias hay en esa pared”.

AP / LRR

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