Anúnciate aquí

Cuando presenté mi solicitud a la universidad, no quise ‘usar mi dolor’

Cuando presenté mi solicitud a la universidad, no quise 'usar mi dolor'
Cuando presenté mi solicitud a la universidad, no quise 'usar mi dolor'

Un estudiante relata cómo decidió no exponer su historia de carencias para asegurar su puesto en una universidad de Estados Unidos Elijah Megginson En la escuela, a la mayoría de los niños se les dice que tienen el potencial para hacer cosas grandiosas en la vida. Se les dice que el cielo es el límite. … Leer más

Un estudiante relata cómo decidió no exponer su historia de carencias para asegurar su puesto en una universidad de Estados Unidos

Elijah Megginson

En la escuela, a la mayoría de los niños se les dice que tienen el potencial para hacer cosas grandiosas en la vida. Se les dice que el cielo es el límite. A medida que comenzaron a darse cuenta de que yo era un estudiante prometedor, más o menos en el octavo grado, me dijeron: “Eres inteligente y eres de origen humilde, vienes de las viviendas sociales, las universidades te van a amar”.

Cuando escuché esto, me sentí confundido. Siempre me pareció que ser “humilde” era algo malo. Era algo de lo que me sentía bastante avergonzado cuando era más joven. Así que el hecho de que mis maestros y asesores lo hicieran parecer algo bueno me hizo sentir bien. Hasta que me di cuenta de qué querían decir en realidad.

A lo largo de mi vida, he pasado por muchas experiencias desafortunadas. Así que cuando llegó el momento de escribir mi carta de solicitud de admisión para las universidades, sabía que podía ofrecerles una historia sobre todas las batallas que tuve que superar. Todos los borradores que escribí eran sobre un tema distinto. El primero fue sobre crecer sin un padre; el segundo sobre las muchas veces que mi vida se vio amenazada por la violencia; el tercero sobre tener que lidiar con la ansiedad y el síndrome postraumático y el resto fueron variaciones distintas del mismo tema.

ESCRIBIR LA SOLICITUD

Escribía una y luego la desechaba y volvía a empezar. No me sentía satisfecho. Sentía como si estuviera tratando de vender lástima. Sabía que todo eso por lo que había pasado había sido difícil y superar esos retos era algo digno de admiración, ¿pero eso era todo lo que podía ofrecer?

Aún espera respuesta de EU por presunta injerencia

Conflictuado, pregunté a los demás qué habían escrito. Hablé con mi antiguo maestro de álgebra de la secundaria, Nathaniel Sinckler. Cuando él presentó su solicitud para ingresar a Morehouse College, recordó, “se sintió presionado para escribir sobre algo que lo hiciera verse como un muy buen candidato”. Tenía suficiente material como para escribir sobre las penurias que había enfrentado, pero, dijo, aunque “no teníamos suficiente, nunca nos faltó nada”.

Esto lo hizo sentirse en desventaja porque estaba compitiendo con chicos del mismo nivel académico que habían enfrentado mayores adversidades. Así que, durante mucho tiempo, la pregunta que le rondó la cabeza fue: “¿Cómo puedo resultar un buen candidato?”. Explicó que esta era una experiencia de la que no se habla suficiente: los estudiantes de color tratan de convertirse en los ejemplos perfectos del trauma y el dolor. Lo más importante ya no es quiénes son como personas, sino “si sus desafíos son suficientes” como dijo Sinckler, “y si eso les dará valor”.

LA VIDA EN UN PAPEL

Sinckler me preguntó: “¿Quién eres?”. Me exhortó a preguntarme qué es lo realmente conforma mi identidad, porque aunque las luchas son importantes, no son mi única contribución. Sentía que la glorificación de las penurias de los estudiantes de color implica intercambiar traumas por una beca “acompañada de signos de dólares”.

También hablé con una amiga sobre su solicitud a la Universidad de Nueva York. Ella escribió sobre cómo se quedó sin casa en algún momento de su vida. Le pregunté cómo se sintió al escribir sobre eso y me dijo “fue difícil de escribir. Un tanto forzado. Me pareció una experiencia interesante cuando al graduarme la volví a leer, porque digamos que me había programado para veme como alguien inferior, menos merecedora”. Su solicitud describía su pobreza, cómo tuvo que vivir durante un breve tiempo en un refugio, así como que su padre no estuvo presente en su vida. Le pregunté por qué escribió sobre sus penurias y me contestó: “Porque tenía que entrar a la escuela y los asesores insistieron en que usara mi dolor para lograrlo”.

UNA SOLICITUD SIN MÉRITOS ACADÉMICOS

“Fue una demostración de fuerza”, dijo, ir a una escuela prestigiosa como la Universidad de Nueva York. “Pero no sentía que pertenecía ahí”. Ella tenía los estudios, tenía las credenciales, pero le faltaba autoestima, en parte porque se obligó a escribir sobre momentos de su vida de los que no se sentía orgullosa. Así que durante mucho tiempo sintió que no se merecía haber ingresado a esa universidad. Trataba de pasar inadvertida en las clases, en lugar de hacerse notar. Había internalizado el ensayo como su manera de pensar.

Hablé con uno de los maestros de mi hermano menor, Aaron Jones, quien también estudió en Morehouse College, y me dijo: “Los maestros promueven” que la carta hable de las dificultades. Sin embargo, él quería demostrarle a los encargados de las admisiones que era capaz y decidió que si escribía sobre su barrio en Annapolis, Maryland, “se encasillaría”.

LUGARES COMUNES EN LAS SOLICITUDES

Encasillarse implicaba recurrir a la historia trillada del niño negro en Estados Unidos. Jones comentó que de haber querido ir a una institución predominantemente blanca, entonces, habría sido más importante incluir una historia triste, pero dado que quería ir a una institución a la que tradicionalmente asistía la comunidad negra, quería hacer alarde de sus capacidades. Hizo énfasis en que los estudiantes de color tienen más que ofrecer que el cliché. Y agregó: “La historia triste puede ser cierta, pero no lo dice todo”. Argumentó que la universidad es la puerta hacia la experimentación de un nuevo comienzo y que llevar cargas del pasado solo limita el crecimiento. Acabó por escribir sobre un maestro que lo había guiado desde el quinto grado.

Piden políticas para cerrar brecha salarial entre hombres y mujeres

El señor Sinckler, mi amiga que fue a la Universidad de Nueva York, el señor Jones y yo habíamos ido a distintos bachilleratos y nos habían dado el mismo mensaje. Sin embargo, no fueron solo los asesores quienes lo hicieron, también provino de familiares y vecinos. Todos a mi alrededor parecían saber que eso era lo que buscaban las universidades, al grado en que ni siquiera era necesario decirlo. Sentí como si el sistema universitario nos estuviera obligando a encarnar a alguien que era inferior a quienes éramos en realidad. ¿Las universidades solo estaban buscando tachar ese punto en una lista? ¿Estaban buscando una palmadita en la espalda por salvarnos de nuestras circunstancias?

UNA SOLICITUD ES UN TRAUMA

Mientras tanto mi carta de admisión seguía sonando trillada. Era mi experiencia

verdadera, pero sentía que mis borradores estaban plagados de trauma. Ya no quería ser una víctima. No quería darle cabida a esa narrativa. Quería que la universidad fuera un nuevo comienzo para mí. En aquel entonces, mi mamá, quien trabajaba como cuidadora de medio tiempo, trabajaba con un paciente que usaba silla de ruedas. A veces, mi mamá no podía ir a recogerlo a la parada del autobús, ya que apenas iba saliendo de su otro trabajo, así que yo asumí esa responsabilidad.

Esperaba a su paciente en la parada del autobús; me aseguraba de que comiera y le ponía música hasta que mi mamá llegaba a la casa. También escribí sobre mi amistad con el conserje de la escuela secundaria. Usé ambas historias para mostrar la importancia de la diversidad y el valor de respetar a todo el mundo sin importar sus capacidades físicas, condición o clase. Después de escribir sobre eso, ya no me sentí arrepentido. Me sentí libre.

El trauma es uno de los maestros que hay en la vida. Nos moldea y algunos elegirán hablar de eso de manera urgente y apasionada. Sin embargo, yo alentaría a aquellos que sienten que sus historias se escribieron en la tragedia a replanteárselas, como lo hice yo. Abrir la mente a todas las cosas que pueden ofrecer en la vida es liberador. Vamos a demostrarles a quienes están a cargo de las admisiones lo que se están perdiendo, no lo que ya conocen.

MT

 

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí

Más noticias


Contenido Patrocinado