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De tal palo, tal astilla: El presidente Trump deja que otros se lamenten

De tal palo, tal astilla: El presidente Trump deja que otros se lamenten
De tal palo, tal astilla: El presidente Trump deja que otros se lamenten

La reciente biografía del presidente estadounidense muestra cómo su padre forjó su personalidad ausente y distante ante las desgracias humana Annie Karni y Katie Rogers La Marble Collegiate Church en la Quinta Avenida de Manhattan estaba llena de desarrolladores inmobiliarios, políticos y celebridades neoyorquinas. Más de 600 personas en total, para el funeral de Fred … Leer más

La reciente biografía del presidente estadounidense muestra cómo su padre forjó su personalidad ausente y distante ante las desgracias humana

Annie Karni y Katie Rogers

La Marble Collegiate Church en la Quinta Avenida de Manhattan estaba llena de desarrolladores inmobiliarios, políticos y celebridades neoyorquinas. Más de 600 personas en total, para el funeral de Fred Christ Trump, el constructor cuyas torres para alquiler con diseño de ladrillos sin adornos transformaron Brooklyn y Queens.

Tres de los cuatro hijos que le sobreviven, quienes habían crecido escuchando los sermones del ministro más famoso de la iglesia, Norman Vincent Peale, ofrecieron cariñosos panegíricos a su padre. Luego tocó el turno de Donald Trump.

Empezó hablando de sí mismo.

Se había enterado de la muerte de su padre, le dijo a la multitud ese día en junio de 1999, hacía apenas unos momentos, después de leer un artículo de primera plana en The New York Times sobre su mayor desarrollo hasta la fecha, Trump Place.

Donald comenzó su panegírico diciendo: ‘Estaba teniendo el mejor año de mi carrera empresarial. Estaba sentado desayunando pensando en lo bien que me estaba yendo’”, cuando se enteró de la muerte de su padre, dijo Alan Marcus, exconsultor de relaciones públicas de la Organización Trump. “El panegírico de Donald solo hablaba de Donald y todos en la iglesia de Vincent Peale lo sabían”, recordó.

Gwenda Blair, biógrafa de la familia Trump, también asistió al funeral. Ella tampoco pudo evitar fijarse en el panegírico, que describió en su libro ‘The Trumps’.

“¿Nos sorprendió?”, dijo Blair en una entrevista. “No. ¿Fue impresionante? Sí”.

Ya sea que esté lidiando con la pérdida de un familiar, la muerte de casi 150 mil estadounidenses en una pandemia creciente, más de 30 millones de personas desempleadas o la agitación racial provocada por los asesinatos de afroestadounidneses a manos de agentes de policía blancos, el presidente Trump casi nunca muestra empatía en público. Un libro publicado este verano por su sobrina, Mary L. Trump, renovó la atención en este rasgo.

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Trump no ha establecido ningún día de luto nacional para las víctimas del virus. En los eventos del Jardín de las Rosas se rodea de ejecutivos empresariales que presionan para reabrir la economía en lugar de familias que han perdido sus trabajos o a seres queridos. En sombríos discursos del fin de semana del 4 de julio, denunció con rabia lo que calificó de “nuevo fascismo de extrema izquierda”. No mencionó ni una sola vez a George Floyd, el hombre negro cuya muerte bajo custodia policial ha desencadenado protestas mundiales por la injusticia racial.

Existen muchas razones, entre ellas la negación y la desorganización, por las que el manejo del virus por parte de Trump ha provocado crisis catastróficas y superpuestas en Estados Unidos. Sin embargo, hasta los republicanos dicen que una de las principales causas es que el presidente no es capaz de ponerse en el lugar de los demás y encauzar su dolor. Su falta de voluntad o incapacidad para consolar a una nación angustiada consternó a los críticos, sorprendió a los aliados y exasperó a los miembros del personal de la Casa Blanca. Estos siguen perplejos sin poder contestar por qué se le escapa esta parte tan básica del liderazgo presidencial.

Su estilo como líder es tener que ser un tipo duro”, dijo en una entrevista el representante de Nueva York Peter T. King, uno de los aliados del presidente. “No puedes mostrar ningún tipo de debilidad. No quiere demostrar que esto lo supera”, afirmó el representante.

Trump se ha comportado de esa manera toda su vida, según sus amigos y familiares. Lo aprendió, dicen, en casa, en especial de su padre. Un disciplinario que gastó cientos de millones de dólares en financiar la carrera de su hijo y le enseñó a dominar o someterse. En el mundo de Fred Trump, mostrar tristeza o dolor era un signo de debilidad.

Lo único que le importaba a Trump era que tenía eso de: ‘Tengo que ganar. Enséñame a ganar’”, dijo en una entrevista George White, un antiguo compañero de escuela del presidente Trump en la Academia Militar de Nueva York. Este pasó años conviviendo con el padre y el hijo.

Este artículo se basa en entrevistas con más de 20 amigos, aliados políticos, miembros del gobierno, familiares y empleados actuales y anteriores de Trump.

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La relación dominante de Fred Trump con sus hijos, y cómo eso moldeó a su segundo hijo, es ahora la fuerza central que motiva el éxito editorial ‘Too Much and Never Enough: How My Family Created the World’s Most Dangerous Man’, de Mary Trump, psicóloga clínica y única sobrina del presidente Trump.

Rendir homenaje a las víctimas de la COVID-19 sería asociarse con su debilidad. Un rasgo que su padre le enseñó a despreciar”, escribió Mary Trump.

Robert Trump, el hermano menor del presidente, que junto con Trump trató de detener la publicación del libro, debatió esa caracterización. En una declaración para este artículo, dijo que sabía “lo desinteresado que era mi padre y es Donald. Mucho más de lo que nadie podría creer”.

DOMINAR O SOMETERSE

Donald Trump, quien nació en 1946 en medio del optimismo y la energía del Estados Unidos de la posguerra, creció en una mansión de millonario de ladrillos rojos y columnas blancas construida por su padre. En lo que entonces era una comunidad cerrada, casi toda de blancos, en Queens. Como Trump mismo admitió en su autobiografía, ‘El arte de vender’, era un niño difícil y voluble. Una de sus actividades favoritas era poner a prueba a los demás. Desde niños de su barrio hasta figuras de autoridad. En una ocasión, los vecinos lo sorprendieron lanzando piedras por encima de una cerca a un niño pequeño que estaba en un corralito de juego.

La madre del presidente, Mary Anne MacLeod Trump, era la hija de un pescador de un pueblo escocés de las islas Hébridas Exteriores que llegó a Nueva York en 1930 a la edad de 18 años. Mary Anne encontró un trabajo como empleada doméstica en la casa de la viuda de Andrew Carnegie, según los registros del censo que la periodista Nina Burleigh desenterró para su libro ‘Golden Handcuffs: The Secret History of Trump´s Women’. Actualmente, la casa es el Museo Cooper Hewitt en Manhattan.

Pero Fred Trump era la máxima autoridad y los niños aprendieron a ser estoicos ante la pérdida. Incluso cuando su madre se enfermó gravemente de peritonitis.  Una inflamación del revestimiento del estómago. Además de pasar una larga temporada en el hospital y padecer una enfermedad persistente después del nacimiento de su quinto y último hijo.

Mi padre llegó a casa y me dijo que no se esperaba que ella viviera. Pero que debía ir a la escuela y que me llamaría si pasaba algo“, dijo Maryanne Trump Barry, una de sus hijas, en una entrevista con Blair. “Así es, ve a la escuela como siempre”, dijo.

En opinión de Mary Trump, Donald Trump, que tenía 2 años y medio en ese momento, padeció el año que su madre estuvo enferma. ”Las necesidades de Donald, que habían sido satisfechas de manera desigual antes de la enfermedad de su madre, con trabajos fueron atendidas por su padre”, escribió Mary Trump. “El hecho de que Fred se convirtiera, por defecto, en la principal fuente de consuelo de Donald cuando era mucho más probable que fuera una fuente de miedo o rechazo puso a Donald en una posición intolerable. La dependencia total de un cuidador que también era probable que fuera el causante de su pánico”.

Como resultado, escribió la sobrina de Trump, “sufrió privaciones que lo marcarían de por vida”.

El padre de la familia presionó fuertemente a Fred Trump Jr., el segundo en nacer y el primer hombre, para que fuera el presunto heredero del negocio familiar. Sin embargo, Fred Jr. nunca se dedicó al negocio inmobiliario y murió solo en el hospital en 1981 después de una larga lucha contra el alcoholismo. Tenía 42 años. Según Mary Trump, su hija, Donald Trump fue al cine esa noche, y Fred Trump padre no lo visitó.

 ‘NO TIENE TIEMPO PARA LA EMPATÍA’

Dan P. McAdams, profesor de Psicología y Desarrollo Humano en la Universidad del Noroeste que ha escrito sobre Donald Trump, dijo en una entrevista que, a partir de la infancia, Trump (con la ayuda de su padre) se condicionó a sí mismo a enfrentar la vida como una serie de batallas a ganar.

“No tiene tiempo para la empatía porque el mundo está contra él”, dijo McAdams.

Después de la muerte de su hermano, Trump se convirtió en el heredero. Durante las siguientes décadas él y su padre fueron socios cercanos en las estratagemas y evasiones de impuestos que formaban parte del negocio familiar. Hablaban casi todos los días y pasaban tiempo juntos los fines de semana.

Nunca me sentí intimidado por mi padre, como le sucedía a la mayoría de la gente”, escribió Trump en su autobiografía. “Me le enfrentaba y él respetaba eso. Teníamos una relación que era casi de negocios”, agregó.

Al igual que su padre, Trump seguía adelante ante las pérdidas. En la Organización Trump no era un jefe que se acercara a expresar sus condolencias. “Uno de sus banqueros murió y alguien en este pequeño círculo dijo: ‘Donald, ¿no crees que deberías llamar a la familia?’”, recordó Marcus, el exconsultor de relaciones públicas de la Organización Trump. “Él respondió: ‘¿Por qué? Está muerto’”.

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En 1989, un helicóptero que volaba de Nueva York a Atlantic City, Nueva Jersey, se estrelló y mató a tres altos ejecutivos de los casinos de Trump en Atlantic City. Trump, de manera infame, utilizó la tragedia para su propio beneficio, sembrando noticias en los periódicos locales de que estaba programado que él abordara el avión hasta el último momento y que por poco había escapado de la muerte. En un libro posterior admitió que nunca había estado programado que él volara en ese helicóptero en absoluto.

Jack O’Donnell, quien era presidente del Trump Plaza Hotel y Casino en ese momento y escribió un libro mordaz sobre Trump, dijo que el actual mandatario procesaba las muertes mayormente como un golpe meteórico contra su negocio.

Sin embargo, O’Donnell recordó que la noche del accidente, Trump hizo algo inusual por él.

No creí que fuera capaz de hacerlo”, dijo O’Donnell. “Pero voló a Atlantic City, y fue personalmente a las casas de las viudas y pasó tiempo con ellas”. Sin embargo, meses después, “culpó a esos mismos tipos por los problemas que él generó. Fue por eso que acabé por dejarlo, luego de una gran discusión”, recordó O’Donnell.

Poco más de una década después, cuando la madre de Trump estaba enferma de gravedad, sus hermanos tuvieron que recordarle que se alejara del trabajo y la visitara en el hospital, recordó Marcus. Murió a la edad de 88 años en el año 2000, apenas un año después que su marido.

’UN GRAN DÍA PARA TODOS.’

En respuesta a este artículo, Hogan Gidley, un exvocero de la Casa Blanca que desde entonces ha hecho la transición a la campaña, dijo que el presidente sí ha mostrado empatía. Envió tres recortes de prensa como evidencia, que generaron una cobertura positiva para Trump.

Uno de 1988 relataba cómo Trump donó el uso de su jet privado para llevar a un niño enfermo a Nueva York para que recibiera tratamiento por un problema médico poco común. Otro detallaba un esfuerzo de Trump en 1986 para ayudar a una viuda a recaudar dinero para cubrir los pagos de su hipoteca. El tercero cubría la donación de 10 mil dólares que hizo Trump en 2013 a un conductor de autobús que evitó que una mujer saltara de un puente.

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El mes pasado en el Jardín de las Rosas cuando Trump destacó una disminución en la tasa de desempleo, mencionó a Floyd.

Esperemos que George esté mirando hacia abajo ahora mismo y diciendo que esto es algo grandioso para nuestro país“, dijo. “Es un gran día para él, un gran día para todos”.

Para Marcus, el expublicista que había asistido al funeral de Fred Trump padre 21 años antes, las palabras del presidente provocaron una sensación de ‘déjà vu’. “Se asemejó un poco al panegírico que pronunció por su padre”, dijo Marcus. Una vez más, “se trataba solo de él”, afirmó.

MT

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