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Los llamados a la justicia racial se están diseminando

Desde la industria de los cosméticos hasta NASCAR, los llamados a la justicia racial luego de la muerte de George Floyd se están diseminando Amy Harmon, Apoorva Mandavilli, Sapna Maheshwari y Jodi Kantor/The New York Times Los afrontamientos para exigir justicia racial han sido veloces y de gran alcance. El lunes, el diccionario Merriam-Webster dijo … Leer más

Desde la industria de los cosméticos hasta NASCAR, los llamados a la justicia racial luego de la muerte de George Floyd se están diseminando

Amy Harmon, Apoorva Mandavilli, Sapna Maheshwari y Jodi Kantor/The New York Times

Los afrontamientos para exigir justicia racial han sido veloces y de gran alcance.

El lunes, el diccionario Merriam-Webster dijo que iba a corregir su entrada sobre racismo para que ilustrara las maneras en que “puede ser sistémico”.

El martes, la Universidad de Washington despidió al director de su equipo de baile después de que las únicas dos integrantes de raza negra del grupo fueron eliminadas. Invitaron a las dos mujeres de vuelta.

El miércoles, después de que un piloto de carreras negro le pidió a NASCAR que prohibiera que se ondeara la bandera de los Estados Confederados en sus eventos, la organización concedió su petición de inmediato.

El jueves, Nike se unió a la serie de empresas estadounidenses que han convertido el Juneteenth, también conocido como Día de Libertad, que conmemora la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, en un día festivo remunerado oficial, “para conmemorar y celebrar de mejor manera la historia y la cultura negras”.

Y el viernes, ABC Entertainment nombró a un hombre negro como estrella de su franquicia “The Bachelor” por primera vez en los 18 años de historia del programa, con lo que accedió a las peticiones de larga data de los fanáticos.

Los llamados a la justicia racial se están diseminando
Los llamados a la justicia racial se están diseminando / Foto: The New York Times

En menos de tres semanas, el asesinato de George Floyd detonó manifestaciones generalizadas, lo que empezó como una demanda renovada a favor de una reforma del sistema policial ahora ha conmocionado a casi todas las esferas de la vida estadounidense, pues ha incitado a instituciones e individuos de todo el país a confrontar formas perdurables de discriminación racial.

Muchos hombres estadounidenses negros han recibido raudales de testimonios y preguntas de sus amigos blancos sobre cómo combatir el racismo. Y los activistas antirracismo han observado con algo de asombro como poderosos líderes blancos y empresas reconocen conceptos como el “racismo estructural” y prometen hacer cambios radicales en su conducta personal e institucional.

Sin embargo, los que han estado en las trincheras durante décadas combatiendo el racismo en Estados Unidos se preguntan cuán duradero será este examen de conciencia.

El torrente de declaraciones corporativas que denuncian el racismo “se siente como una serie de ‘mea culpas’ escritos por los encargados de relaciones públicas y revisados por los altos directivos negros” dentro de cada organización, dijo la escritora y cineasta Dream Hampton. “Muéstrennos una fotografía de todas sus cabezas de área, de los miembros de su consejo administrativo. Entonces, podremos tener una conversación sobre la diversidad, igualdad e inclusión”.

“Dejen de mandarme vibras positivas”, suplicó el escritor Chad Sanders en una columna de Opinión publicada recientemente por The New York Times, en la que mejor dirigió a sus amigos blancos a ayudar a proteger a los manifestantes de color, a donar a campañas de políticos negros y fondos que combaten la injusticia racial, e instó a otros a hacer lo mismo.

Hasta ahora, las manifestaciones han generado algunos cambios tangibles en el mismo sistema de la policía. El viernes, Nueva York prohibió el uso de técnicas de estrangulamiento por parte de las fuerzas de seguridad y revocó una ley que permitía que los expedientes disciplinarios de la policía se mantuvieran en secreto.

Los llamados a la justicia racial se están diseminando
Aerin Lauder, a la izquierda, y Ronald Lauder en la Gala de la Moda del Fondo Corporativo del Lincoln Center en Nueva York, el 18 de noviembre de 2019. / Foto: The New York Times

No obstante, su poder también es cultural. Una oleada de libros sobre racismo ha reordenado las listas de éxitos en ventas, en las que títulos como “How to Be an Antiracist” y “White Fragility” ocupan los primeros lugares. Además, el léxico sobre la dinámica racial en Estados Unidos que alguna vez solo se escuchó en el ámbito académico y del activismo ahora parece ser parte de la cultura dominante.

En un video publicado el 5 de junio, Roger Goodell, el comisionado de la NFL, se disculpó por el fracaso de la liga para apoyar a los jugadores que habían protestado en contra de la violencia policiaca en el pasado y condenó la “opresión sistemática” de las personas de raza negra, un término utilizado para dar a entender que el racismo está arraigado en las políticas de las instituciones públicas y privadas. Cuando el Comité Escolar de Denver votó para rescindir su contrato con el Departamento de Policía de la ciudad para provisión de oficiales de recursos escolares, citó un deseo de evitar la “perpetuación del ciclo de la escuela a la cárcel”, una referencia a la manera en que las políticas escolares pueden sentar las bases para el encarcelamiento de jóvenes negros.

“Uno de los aspectos emocionantes acerca de este momento es que la gente negra le está expresando al mundo que esto no solo se trata de que el Estado nos esté matando literalmente; también se trata de una muerte psíquica”, afirmó Jeremy O. Harris, un dramaturgo cuya obra “Slave Play” trata sobre la incapacidad de los liberales blancos para admitir su complicidad en las inequidades raciales que se ven actualmente en Estados Unidos.

Agregó: “Es emocionante porque, por primera vez, en un sentido macro, la gente está diciendo nombres, se está levantando y está mostrando evidencia”.

Al percibir una oportunidad inusual, y quizá efímera, de ser escuchados, muchos estadounidenses negros están compartiendo historias dolorosas en redes sociales sobre el racismo y el maltrato en el lugar de trabajo, relatos que algunos dijeron que antes tenían demasiado miedo de revelar. Están usando etiquetas como #BlackInTheIvory o #WeSeeYouWAT, para referirse al sesgo racial en el ámbito académico y “White American Theater” (teatro estadounidense blanco), para denunciar el racismo en la industria del teatro.

Esta sensación de una presa que se rompe ha suscitado analogías con el otoño y el invierno de 2017, cuando las acusaciones de abuso sexual en contra de Harvey Weinstein dieron pie a un diluvio de testimonios perturbadores de mujeres y despertó conversaciones francas en las que amigos, colegas y vecinos hacían confesiones del tipo: “Yo también he sufrido algo así” o “Ahora me doy cuenta de que le he hecho daño a alguien y quiero remediarlo”.

Aunque el racismo dista de ser un secreto, “el gran despertar radica en que se dé cuenta la gente que no lo enfrenta en su día a día”, explicó Drew Dixon, productora musical, activista, y sujeto del documental “On the Record”, sobre su decisión de presentar ante la policía acusaciones de violación en contra del productor musical Russell Simmons, las cuales él ha negado. “Muchas personas no tenían idea de lo que las mujeres toleran todos los días, y creo que muchas personas que no son de raza negra no tenían idea de lo que toleran las personas negras todos los días”.

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Las oficinas centrales de Comcast, empresa matriz de NBCUniversal, Filadelfia, el 22 de noviembre de 2019. / Foto: The New York Times

Un cambio en proceso

Si bien esta efusión parece repentina, hay indicios de que las percepciones sobre la raza ya estaban cambiando desde antes.

Las encuestas de opinión a lo largo de la última década han mostrado un giro autodiagnosticado por parte de los demócratas hacia una perspectiva más solidaria respecto de las personas negras, pues le atribuían más las disparidades en áreas como el ingreso y la educación a la discriminación que al fracaso personal. Para 2018, los liberales blancos decían que tenían opiniones más positivas sobre las personas negras, latinas y asiáticas que sobre las blancas.

No está claro cuál fue la razón de este cambio —y esas actitudes aún no se han traducido en escuelas o vecindarios no segregados—, pero podría ayudar a explicar el aluvión de respuestas al asesinato de Floyd.

La efusión también se relaciona con la espantosa índole de la muerte de Floyd —un policía blanco se arrodilló en su cuello durante casi nueve minutos— captada en un crudo video en un momento de creciente frustración nacional respecto al manejo que dio el gobierno a la pandemia del coronavirus y al confinamiento.

Las manifestaciones que aún inundan las calles de ciudades de todo Estados Unidos “no tienen precedentes en términos de los elevados niveles de participación blanca en un movimiento en contra de la opresión y los agravios hacia las personas negras”, afirmó Aldon Morris, académico especializado en el movimiento por los derechos civiles.

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Los estadounidenses más jóvenes también son mucho más diversos en términos de raza que las generaciones previas. Suelen tener opiniones diferentes en cuanto a la raza. Y su huella en la sociedad solo se hará más profunda.

En años recientes, las marcas que intentan atraer a los consumidores más jóvenes han proclamado cada vez más su creencia en la igualdad y la justicia. Hace dos años, Nike puso al centro de una importante campaña publicitaria a Colin Kaepernick, el ex mariscal de campo de los 49 de San Francisco, quien se arrodilló durante el himno nacional para protestar contra el racismo. El eslogan de MAC, la empresa de cosméticos es “Todas las Edades, Todas las Razas, Todos los Géneros”.

Tras las manifestaciones por la muerte de Floyd, todos, desde directores ejecutivos de Wall Street y el gigante de la ropa deportiva Adidas hasta la marca de golosinas frutales Gushers y una empresa que vende pistolas paralizantes, emitieron declaraciones en apoyo de la diversidad y llenaron sus cuentas de Instagram de mensajes vagos.

Esto suscitó reclamos de hipocresía de personas que decían que las empresas no practicaban los valores que predicaban.

En varias compañías, lo que los empleados vieron como una respuesta inadecuada a la muerte de Floyd pareció servir de catalizador para una disputa que se había gestado desde hace tiempo con respecto a la equidad racial. En Adidas, decenas de empleados dejaron de trabajar para asistir a las manifestaciones diarias afuera de las oficinas centrales de América del Norte de la empresa en Portland, Oregon.

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El tumulto ha sido particularmente tenso en Estée Lauder, el gigante de la industria de belleza, en relación con los donativos políticos de Ronald Lauder, miembro de 76 años del consejo de administración e hijo de los fundadores de la empresa, que también ha manifestado un apoyo ferviente al presidente Donald Trump.

El 29 de mayo, los empleados de Estée Lauder, así como gran parte del resto del mundo empresarial estadounidense, empezaron a recibir correos electrónicos de la alta gerencia de la compañía que hablaban sobre la discriminación racial.

Una misiva señalaba que había un “dolor considerable” en las comunidades negras. Según las copias de las comunicaciones internas que obtuvo The New York Times, la empresa, cuya extensa cartera incluye a Clinique, MAC, Bobbi Brown, La Mer y Aveda, invitaba a sus empleados a suspender sus labores el 2 de junio en honor al “Blackout Tuesday” (martes de apagón, una acción colectiva para protestar contra el racismo y la brutalidad policial).

El lunes, Estée Lauder dijo que donaría 5 millones de dólares en las próximas semanas para “apoyar la justicia racial y social, así como seguir apoyando un mayor acceso a la educación”, y que donaría 5 millones de dólares adicionales en el transcurso de los próximos dos años.

Otras empresas también han prometido donar dinero. Tan solo el jueves, PayPal, Apple y YouTube, en conjunto, se comprometieron a destinar 730 millones de dólares a iniciativas de justicia e igualdad racial.

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Un ‘punto de ebullición’

En la noche del sábado pasado, dos mujeres que estudian la salud y la comunicación de la población negra charlaban, por lo que parecía la milésima vez, sobre el racismo que han enfrentado en sus carreras.

Los asesinatos de Breonna Taylor, George Floyd y demasiados otros las habían llevado a un “punto de ebullición”, recordó una de las mujeres, Joy Melody Woods, estudiante de posgrado en el Moody College of Communication. Sin embargo, la conversación nacional seguía enfocada principalmente en la brutalidad policial.

“Ese no es el único sistema que perpetúa la supremacía blanca”, explicó Woods. “Hay otros sistemas, y el ámbito académico es uno de ellos”.

Woods hizo un llamado para que los académicos negros empezaran a compartir sus experiencias con la etiqueta #BlackInTheIvory (negro en el marfil), que acababa de acuñar su amiga Shardé M. Davis, profesora adjunta en la Universidad de Connecticut.

Las mujeres se fueron a dormir esa noche, sin saber que habían iniciado un diluvio. La etiqueta se hizo tendencia el domingo por la noche y hasta la tarde del jueves había acumulado casi 90 mil tuits.

Las historias de exclusión, humillación y hostilidad eran demasiado familiares. Pero la diferencia era que, en su mayoría, se habían compartido a puerta cerrada. Antes, los colegas que no eran de raza negra podían ser comprensivos, pero casi siempre se mostraban displicentes o peor, a veces tildaban al colega negro de “difícil”.

“Lo que se siente distinto esta vez es que la gente blanca está escuchando”, comentó Davis.

Algo particularmente importante, a decir de ella y otros, es que los académicos blancos parecen estar hablando del racismo en sus instituciones sin la presencia de un colega negro que los incite u oriente.

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La desigualdad en las universidades se manifiesta en varios niveles. Los académicos negros son contratados de manera desproporcionada en puestos con menos posibilidades de crecimiento. Reciben menos becas y sus artículos se citan con menos frecuencia.

Cambiar estos sistemas requerirá “una increíble cantidad de energía en los puntos críticos del sistema”, mencionó Kafui Dzirasa, psiquiatra de la Universidad de Duke.

Para cualquier sistema —por ejemplo, la solicitud de subvenciones a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés)— ser más equitativo tendría un costo, ya sea para el sistema o para los aspirantes no negros. “Y no está claro si el sistema está preparado para asumir ese costo”, agregó Dzirasa.

Davis fue más franca.

“No hemos recibido más que discursos vacíos y promesas vanas, y la herida vuelve a hacerse costra”, afirmó. “Caminamos por estas instituciones con curitas y costras sobre nuestras heridas. Ya es suficiente, ya basta”.

AGA

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