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Movimiento antiracismo ya parece diferente

Un hombre y un niño de pie mientras la multitud de manifestantes guarda un momento de silencio durante una movilización frente al edificio histórico del palacio de justicia en Los Ángeles, el 3 de junio de 2020. / Foto: The New York Times
Un hombre y un niño de pie mientras la multitud de manifestantes guarda un momento de silencio durante una movilización frente al edificio histórico del palacio de justicia en Los Ángeles, el 3 de junio de 2020. / Foto: The New York Times

A dos semanas de iniciado el movimiento antiracismo otras protestas estallan y luego se desvanecen, pero esta manifestación ya parece diferente Jack Healy and Kim Barker / The New York Times Desde que las calles comenzaron a llenarse de manifestantes en protesta por la violencia policiaca, Dakota Patton ha conducido dos horas a diario para … Leer más

A dos semanas de iniciado el movimiento antiracismo otras protestas estallan y luego se desvanecen, pero esta manifestación ya parece diferente

Jack Healy and Kim Barker / The New York Times

Desde que las calles comenzaron a llenarse de manifestantes en protesta por la violencia policiaca, Dakota Patton ha conducido dos horas a diario para participar en las concentraciones frente al capitolio del estado de Colorado. Dejó los trabajos eventuales que realizaba, entregando comida y pintando casas. Está agotado, pero no planea dejar de hacerlo.

“Esto es más grande”, dijo Patton, de 24 años. “No me preocupa ocupar mi tiempo en nada más. Quiero y necesito estar aquí. Lo haré el tiempo que sea necesario”.

Ahora que se cumplen ya dos semanas desde el estallido de la primera manifestación en protesta por el asesinato de George Floyd, las concentraciones masivas para exigir justicia racial por todo el país, e incluso por todo el mundo, han alcanzado una escala y un impulso no vistos en décadas. Por si fuera poco, no parece que vayan a parar pronto.

Las calles y plazas públicas están llenas de personas que no han dudado en posponer sus planes para el fin de semana, cancelar reuniones o dejar de trabajar y han conseguido niñeras a toda prisa. Muchos afirman que, debido al devastador efecto económico del coronavirus, ya no tenían ningún compromiso. Ahora que tantos han perdido su empleo y las universidades están cerradas, lo único que tienen de sobra es tiempo.

“Ya me siento como en casa”, comentó Rebecca Agwu, de 19 años, quien perdió su empleo en el campus debido a la pandemia. Participó durante cinco días en las manifestaciones de Denver y pasó hace poco una tarde a la sombra del edificio tapiado del capitolio con otras tres mujeres que perdieron su empleo en un centro comercial.

Movimiento antiracismo ya parece diferente
Gente reunida en torno al monumento improvisado que marca el lugar donde George Floyd murió en custodia policiaca en Minneapolis, el 2 de junio de 2020.

El domingo, mientras los manifestantes seguían congregándose por todo el país, su creciente influencia se hizo evidente cuando los líderes locales se comprometieron a quitarle facultades a la policía.

El alcalde Bill de Blasio se comprometió a recortar el presupuesto del departamento de policía de Nueva York e invertir más en los servicios sociales que ofrece la ciudad. En Minneapolis, nueve miembros del consejo de la ciudad, una mayoría a prueba de veto, anunciaron públicamente sus planes de crear un nuevo sistema de seguridad pública en una ciudad en la que desde hace tiempo se ha acusado a la policía de racismo.

De Blasio, además, canceló el toque de queda nocturno que había impuesto la semana pasada. El presidente Donald Trump, por su parte, dijo el domingo que le había ordenado a los elementos de la Guardia Nacional comenzar la retirada de Washington.

En años pasados, redadas y arrestos bastaron para evacuar campamentos de manifestantes que protestaban por un oleoducto en Dakota del Norte, cerca de la reserva india Standing Rock, y en pleno apogeo del movimiento Occupy Wall Street. La diferencia ahora es que, según los manifestantes, lo único que consiguen las respuestas agresivas de la policía es reforzar su compromiso de regresar a las calles. Después de que la policía utilizó la semana pasada granadas ensordecedoras y un aerosol químico para dispersar a los manifestantes pacíficos de la plaza Lafayette Square ubicada frente a la Casa Blanca, comenzó a congregarse todavía más gente.

Una tarde reciente en Washington, una persona de los cientos de manifestantes gritó que todos volverían al día siguiente. Otra más añadió: “Y también al día siguiente”. La multitud se animó con la frase y comenzó a gritar a coro: “¡Y al día siguiente! ¡Y al día siguiente!”.

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Como no solo protestan por la muerte de Floyd, sino en general por el sistema de desigualdad racial, no es tan sencillo para los funcionarios calmar las aguas con solo imponer cargos contra los policías, como sucedió en Baltimore tras la muerte de Freddie Gray.

En Minneapolis, los activistas han dicho que no creen que el movimiento pierda fuerza solo porque se hayan presentado cargos contra el oficial que mantuvo la rodilla ocho minutos y 46 segundos sobre el cuello de Floyd y contra otros tres policías presentes en el lugar.

“He participado en movilizaciones desde que tengo uso de razón”, explicó Raeisha Williams, quien llevó consigo a su hijo pequeño a una manifestación que ayudó a organizar la semana pasada en el centro de Minneapolis. “Y planeo seguir haciéndolo hasta que de verdad cambie el sistema”.

Por todo el mundo, como en Australia, el Reino Unido, Francia y Alemania, entre otros países, la gente ha salido a las calles a pesar del clima frío y las reglas de salud pública que prohíben las congregaciones masivas para mostrar su solidaridad con los manifestantes estadounidenses, que se han volcado a las calles ya en más de 150 ciudades.

Algunos activistas y académicos que han estudiado los factores que propiciaron el surgimiento y la desaparición de otros movimientos contra los asesinatos a manos de policías, las matanzas en escuelas, los derechos de la mujer y la detención de inmigrantes señalan que la indignación generalizada por las injusticias económicas y raciales podría hacer que este nuevo movimiento dure más tiempo.

“Había un proceso estándar de lavado, enjuagado y repetición”, dijo Jody David Armour, profesor de Derecho en la Universidad del Sur de California que estudia la justicia racial. “Formar una comisión, sostener algunas audiencias, permitir que algunos miembros de la comunidad sacaran su frustración y testificaran, y darles paso a algunos legisladores que dijeran: ‘Aquí está el remedio’”.

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La situación actual es el resultado de este proceso, dijo.

Varios organizadores de la comunidad consideran que parte de la energía que ahora fluye por la calle decaerá en algún momento.

Sin embargo, también mencionan que las protestas por Floyd parecen estar creando una nueva generación de activismo impulsado por la profunda rabia acumulada en toda la población. Existe una gran indignación, no solo por la muerte a manos de policías de hombres y mujeres de tez negra. También por la desigualdad económica, en vista de que el 13 por ciento de los estadounidenses no tienen empleo, y por el fracaso de los dirigentes políticos durante una pandemia, que ya mató a más de 100.000 estadounidenses.

“Observamos injusticia en todos los sectores de la sociedad”, denunció Wes Moore, quien relata los acontecimientos en torno a la muerte de Freddie Gray en su libro “Five Days”. “Las escuelas están cerradas, los estudiantes están apesadumbrados y endeudados, así que el dolor se multiplica”.

Activistas de todo el país afirman que, si bien los medios noticiosos ponen atención cuando arde algún edificio o muere otra persona negra, ellos no han parado de protestar y exigir reformas.

En Ferguson, Misuri, donde el joven negro de 18 años Michael Brown murió después de que un policía blanco le disparó en 2014, los residentes y activistas del movimiento Black Lives Matter han dedicado casi seis años a trabajar para lograr cambios en los tribunales, las políticas de la policía y el liderazgo político de la ciudad. La semana pasada, Ferguson eligió a su primera alcaldesa afroestadounidense, Ella Jones.

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En Baltimore, la familia de Tyrone West, quien murió tras un enfrentamiento con la policía en 2013, se ha reunido en las calles cada miércoles para pedir justicia en el caso de su muerte y conmemorar a las víctimas de la violencia policiaca.

En Los Ángeles, activistas del movimiento Black Lives Matter han realizado marchas en el centro para denunciar los abusos de la policía cada miércoles durante más de dos años, en muchos casos con la participación de solo unas veinte personas. Pero la semana pasada se presentaron miles de personas, lo cual demostró que la indignación por el asesinato de Floyd ha funcionado como catalizador, tras años de dedicación, para los esfuerzos de los activistas locales.

Valerie Rivera, quien perdió a su hijo Eric a manos de la policía en 2017, dijo que se alegraba de tener el apoyo de otras personas.

“Hemos esperado mucho tiempo para ver algo así, para que la gente inundara las calles”, dijo.

AGA

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