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Los jóvenes somalíes acuden cuando el Gobierno no puede responder

Foto: AP
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En lugar de esperar la asistencia de su Gobierno, los jóvenes somalíes se organizan cada vez más y comienzan a salir de las crisis Abdi Latif Dahir Apenas acababa de lidiar con las inundaciones, cuando estalló la bomba. Durante un mes en el que trabajó 10 horas por día como voluntaria, Amina Abdulkadir Isack, una … Leer más

En lugar de esperar la asistencia de su Gobierno, los jóvenes somalíes se organizan cada vez más y comienzan a salir de las crisis

Abdi Latif Dahir

Apenas acababa de lidiar con las inundaciones, cuando estalló la bomba.

Durante un mes en el que trabajó 10 horas por día como voluntaria, Amina Abdulkadir Isack, una doctora de 27 años de edad, atendió a madres anémicas, niños con malaria y embarazadas en el área central de Somalia, donde varias inundaciones que alcanzaron niveles récord dejaron a miles de personas necesitadas de ayuda que el Gobierno no podía proporcionarles.

Para colmo, solo unos días después de su regreso a casa, en una calurosa mañana de finales de diciembre en Mogadiscio, un grupo terrorista detonó un camión cargado de explosivos en una transitada intersección. El ataque dejó un saldo de 82 muertos y casi 150 heridos, entre ellos estudiantes universitarios que se preparaban para convertirse en profesionales sanitarios y doctores como ella.

Isack de inmediato se puso en acción. Se unió a un grupo de voluntarios coordinado por jóvenes que integraron un equipo de respuesta en caso de crisis y se dispuso a identificar el paradero de víctimas, llamar a los familiares, reunir donativos y realizar otros muchos servicios que el Gobierno no podía ofrecer por su cuenta debido a las enormes dimensiones del desastre.

“Los jóvenes son quienes construyen naciones”, señaló Isack. “Dependemos unos de otros”.

Al igual que las inundaciones que lo precedieron, el ataque en Mogadiscio, el que más vidas ha cobrado en Somalia en más de dos años, hizo evidente cuán limitada es la capacidad de respuesta del Gobierno en casos de emergencia, en una nación que sufre frecuentes desastres naturales y causados por el hombre. El Gobierno de Somalia de por sí batalla para prestar servicios públicos básicos como los servicios educativos y de salud… ni qué decir de una respuesta integral en un caso de emergencia.

Sin embargo, en vista de los crecientes retos que enfrenta el país, desde el cambiante clima hasta la indiscriminada violencia del terrorismo, los jóvenes somalíes se organizan cada vez mejor para responder a las crisis, en vez de cruzarse de brazos a esperar el apoyo del Gobierno o la ayuda extranjera.

Los funcionarios gubernamentales afirman que responden a las emergencias del país, y que con ese propósito formaron un comité nacional para ayudar a las víctimas del ataque del 28 de diciembre. Turquía y Catar brindaron transporte aéreo para decenas de personas con heridas graves. No obstante, muchos activistas jóvenes en Somalia opinan que la respuesta de las autoridades por lo regular es lenta o inadecuada, por lo que las acciones de ciudadanos como ellos son indispensables para cubrir los vacíos.

Somalia ha experimentado distintos grados de caos desde hace casi tres décadas, atormentada primero por luchas internas de clanes y después por un extremismo violento. De cualquier forma, aun entre tantas tribulaciones, los somalíes han logrado no solo establecer negocios florecientes, sino también proporcionar servicios públicos esenciales como la construcción de caminos y la prestación de servicios educativos y de salud.

Este espíritu independiente se amplificó después de que los militantes de Al Shabab, un grupo terrorista afiliado con Al Qaeda, renunciaron al control de Mogadiscio en 2011 y efectivamente dejaron la capital en manos de un Gobierno débil que, a pesar de contar con respaldo internacional, en general no ha podido asumir el control de la capital, y mucho menos del país.

Desde entonces, los jóvenes somalíes, incluso miembros de la diáspora que han regresado a su lugar de origen, han adoptado un papel de liderazgo en el proceso de estabilización y reconstrucción. Se han dedicado a rehabilitar a los niños soldados, impulsar de nuevo el turismo interno, responder a las crisis humanitarias, organizar ferias del libro e incluso vender camellos somalíes a clientes de todo el mundo por bitcoines.

Cuando el estallido de un camión en Mogadiscio en 2017 mató a 587 personas y dejó heridas a otras 316, cientos de voluntarios se dedicaron a identificar a las víctimas, lanzaron campañas en las redes sociales para llamar la atención global y recaudaron decenas de miles de dólares para respaldar las operaciones del único servicio de ambulancias gratuito de Mogadiscio, Aamin Ambulance.

Los organizadores de la respuesta dijeron que reunieron donativos equivalentes a 3 millones y medio de dólares; el Gobierno después aportó un millón.

El año “2017 marcó un cambio absoluto para nosotros”, dijo Isack. “Todos teníamos algún conocido que resultó afectado. Eso nos hizo percatarnos de que podíamos hacer algo para salvar vidas”.

A pesar de sus esfuerzos, la población civil no puede hacer gran cosa cuando se presentan ataques. Por su parte, las autoridades, en vez de aprender de las tragedias anteriores, siguen desorganizadas y no están preparadas para la siguiente, se lamentó Saida Hassan, ciudadana somalí-estadounidense que trabajaba en el Ministerio de Educación.

Hassan mencionó que, después del gran ataque del 28 de diciembre, asistió a una reunión gubernamental sobre la crisis en la que los funcionarios se dedicaron a pelear y no elaboraron ningún plan de acción.

“Por dentro, me decía: ‘La gente sigue muriendo cada segundo que hablamos aquí’”, comentó. Tras abandonar esa reunión “tan decepcionada”, Hassan decidió ayudar a formar la iniciativa de rescate Gurmad Excontrol, el grupo de voluntarios al que se unió Isack.

“Es frustrante”, explicó Hassan. “Muchas veces se siente como que gateamos, aunque, si quisiéramos, no solo podríamos caminar, sino incluso correr”.

El Gobierno de Somalia ha mostrado avances en el desarrollo de la economía, la reforma de las instituciones públicas y el mejoramiento de la seguridad. Sin embargo, esos avances se han visto socavados por la corrupción desenfrenada, los escasos recursos del Gobierno y la limitada presencia que tiene en todo el país, así como el callejón sin salida político entre el Gobierno central y los Estados federales.

Para los jóvenes que intentan construir el futuro de la nación, las posibilidades de lograr un cambio en ciertos momentos parecen desalentadoras.

Sami Gabas fundó Saamionline, empresa de venta en línea al por menor que presta servicios a miles de somalíes por todo el país. Según Gabas, aunque las autoridades de las distintas regiones no pierden la oportunidad de exigir el pago de impuestos, tienen una noción mínima de las dificultades derivadas de organizar y operar una empresa emergente y, por supuesto, ni siquiera piensan en ofrecerles ayuda o incentivos.

“No solo queremos hacer negocios”, dijo. “Queremos crear e innovar para contribuir a que el país progrese”.

Para quienes desafían las probabilidades, la inseguridad sigue siendo un grave obstáculo. Al Shabab no ha perdido fuerza y todavía organiza ataques mortíferos contra la población civil y el Gobierno. Además, tanto activistas como empresarios mueren en circunstancias misteriosas.

Mohamed Sheik Ali era un empresario muy comprometido que lanzó varios negocios, incluso la primera florería y el primer servicio de tintorería de Mogadiscio en la posguerra. También organizó un programa de orientación para empresarios locales y participaba en eventos y exposiciones que ayudaban a transformar sus ideas en negocios exitosos.

Seis años después del lanzamiento de su primera empresa en Mogadiscio, unos atacantes desconocidos le dispararon a Ali en agosto de 2018 y causaron su muerte. Solo tenía 31 años de edad.

En un país cuya población es joven y que sufre tasas de desempleo elevadas, su filosofía se basaba en la confianza en sí mismo, según dijo su hermana, Sagal Sheikh Ali, en una entrevista. Cuando conversaba con jóvenes como él, solía decirles: “‘Si tienen una idea y sienten pasión por ella, atrévanse a hacerla realidad’”, recordó.

Tras su muerte, su hermana expresó que sentía enojo y no quería quedarse en Mogadiscio. No obstante, más adelante sintió que era su “deber” ocupar su lugar y mantener el negocio.

Si me voy, creo que su muerte no tendrá sentido”, dijo. “Pero si me quedo, entonces significará algo. Su nombre continuará para siempre. Su legado seguirá adelante. Su entusiasmo y su pasión seguirán vivos en otros”.

A los voluntarios como Isack no les queda más opción que apresurarse a llegar al sitio del siguiente desastre. En enero, la Asociación Médica de Somalia reconoció el esfuerzo que dedicó a salvar vidas durante las inundaciones.

“Mañana yo podría ser la víctima”, dijo Isack. “Así que he decidido apoyar a mi gente mientras pueda”.

THE NEW YORK TIMES/FOR

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