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Votantes blancos solo ven una catástrofe sin Trump

Foto: AP
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Si queda algún grupo singularmente leal a Trump, es el pequeño pero apasionado número de votantes blancos de la extrema derecha Astead W. Herndon El restaurante Great American Pizza & Subs, ubicado en la carretera a unos 160 kilómetros al sureste de Las Vegas, estaba más concurrido y más ‘trumpista’ que de costumbre. De manera … Leer más

Si queda algún grupo singularmente leal a Trump, es el pequeño pero apasionado número de votantes blancos de la extrema derecha

Astead W. Herndon

El restaurante Great American Pizza & Subs, ubicado en la carretera a unos 160 kilómetros al sureste de Las Vegas, estaba más concurrido y más ‘trumpista’ que de costumbre.

De manera habitual, el restaurante sirve ‘sándwiches MAGA’ y lasaña ‘Campana de la Libertad’. La pizza ‘Segunda Enmienda’ viene ‘cargada’ de pepperoni y salchicha.

El comedor está cubierto de decoraciones que homenajean al presidente estadounidense, Donald Trump.

No obstante, esta mañana de octubre se realizaba el Trumpstock, un pequeño festival para celebrar al presidente. Entre los oradores estaba un congresista local republicano, Paul Gosar y otras personalidades conservadoras menos conocidas.

Entre ellos, un candidato radical para el 2020 al Senado, quien administró un sitio web que publicaba fotografías explícitamente sexuales de mujeres sin su consentimiento; un rapero pro-Trump cuyas letras incluyen un insulto racista dirigido a Barack Obama; y un activista de Carolina del Norte que una vez, en referencia a los musulmanes, afirmó: “Mataré a cada uno de ellos antes de que lleguen a mí”.

Todos eran bienvenidos, menos los liberales.

“Nos llaman nacionalistas blancos o supremacistas blancos”, expresó voluntariamente Guy Taiho Decker, que condujo desde California para asistir al evento. A Decker, manifestante de derecha, lo han arrestado previamente bajo la acusación de haber realizado amenazas terroristas.

“No existe tal cosa como un supremacista blanco, así como tampoco existen los unicornios”, dice Decker. “Somos patriotas”.

A medida que la candidatura de Trump por la reelección se intensifica, su campaña busca reconquistar a los votantes que se alejaron del partido en 2018 y 2019: independientes que prefirieron a candidatos demócratas moderados, mujeres suburbanas hartas del comportamiento personal de Trump y votantes de la clase trabajadora que no se han beneficiado con sus políticas económicas.

Pero, si queda algún grupo singularmente leal a Trump, es el pequeño pero apasionado número de votantes blancos de la extrema derecha, por lo general de comunidades rurales como Golden Valley, quienes alaban al presidente como a un paladín cultural que está recuperando el país de los indignos extranjeros.

Estos votantes no es que toleren pasivamente el mensaje de “construye el muro” de Trump o su prohibición de viajar al país desde países predominantemente musulmanes: esas cosas los motivan.

Se identifican con su política identitaria basada en el miedo, reforzada por la retórica conspirativa, llena de caravanas de inmigrantes y “golpes de Estado” demócratas.

El presidente cuenta con el apoyo de una sección política e ideológica más amplia de republicanos que lo que refleja el público del Trumpstock, además de que también atrae a algunos independientes y demócratas.

El festival como tal era relativamente pequeño, con unas 100 personas, aunque lo suficientemente significativo como para convocar a gente como Gosar.

Las concentraciones populares juegan un papel crítico en la cultura moderna de la organización política y sirven para activar fervientes partidarios, así como para consolidar nuevos.

Pequeños grupos de conservadores partidarios de Trump, por lo general organizados en línea o fuera del aparato tradicional del partido republicano, participan en versiones más descentralizadas —y explícitas— de las sesiones de golpes de pecho de los mítines políticos más vigilados de Trump.

Un partido a la imagen de Trump

Los oradores en Trumpstock afirmaron que sus temores culturales se habían intensificado por la naturaleza cambiante de su propio estado: Arizona está en la línea de combate debido a los cruces fronterizos ilegales desde México, y se espera que para la próxima década las minorías raciales superen en número a las personas blancas en el estado.

Los demócratas de Arizona consiguieron logros políticos en 2018, y el partido nacional está bien ubicado, luego de ganar las elecciones para la gobernación de este año en Kentucky y Luisiana. Sin embargo, los republicanos se mantienen optimistas. Alegan que una porción de su base electoral votará solo cuando el presidente esté en la boleta y señalan a algunas regiones, por ejemplo, el norte de Arizona, como los lugares donde se puede conseguir a “la mayoría enfurecida”, según escribió Trump en un tuit reciente.

“Tenemos la mayor base en la historia de la política”, afirmó Trump en un mitin reciente en Florida.

En Arizona, los grupos pro-Trump y antiinmigrantes más prominentes son AZ Patriots y Patriot Movement AZ, quienes se han aferrado a los temas de nacionalismo blanco que algunos republicanos han denunciado.

En septiembre, tras varios enfrentamientos, algunos miembros de esos grupos acataron una orden judicial para dejar de acosar inmigrantes y a voluntarios de iglesias que los ayudan.

Este año, los grupos y sus aliados organizaron un evento llamado Patriotismo antes que Socialismo en Gilbert, Arizona, cerca de Phoenix, el cual contó con discursos de Andy Gibbs, el congresista del sector, y Kelli Ward, la presidenta en el estado del partido republicano. Ambos aparecieron junto a figuras más radicales: Sharon Slater de Family Watch International, que ha promovido a figuras asociadas con las terapias de conversión anti-LGBT, y Laura Loomer, una activista de extrema derecha y oriunda de Arizona, que fue vetada de Twitter y otras plataformas tras realizar comentarios antimusulmanes.

Esta mezcla de políticos tradicionales y otros que están en la periferia, de lo convencional y lo conspirativo, es una característica de la manera en que Trump ha moldeado el partido republicano a su imagen, y conforma el núcleo de su historia de cómo llegó a la presidencia. Antes de que Trump anunciara un plan sólido para postularse, ya era el rostro nacional de la conspiración “birther” (la negación de que Obama nació en Estados Unidos), la cual prosperó en el movimiento del Tea Party y tuvo una cantidad significativa de apoyo de la base republicana, según encuestas.

Stacey Goodman, una policía en retiro de Nueva York que se jubiló a Arizona y asistió al Trumpstock, dijo que su desconfianza del certificado de nacimiento de Obama la había llevado a Trump.

“Si eres musulmán, dínoslo”, dice, refiriéndose a Obama. “No es que no le creyera, no estoy calificada para responder esa pregunta. He visto información convincente de ambos bandos”.

Listos para proteger al presidente

Eventos como Trumpstock no son exclusivos de Arizona. Su organizadora, Laurie Bezick, reclutó oradores de todas partes del país a través de las redes sociales, y tiene una red de voces pro-Trump a un clic de distancia.

Candidatos para el Congreso con posibilidades remotas y con una agenda de “Estados Unidos primero”, vinieron de lugares como Iowa y Maryland. Líderes de incipientes grupos políticos con nombres como JEXIT: Judíos Fuera del Partido Demócrata, Latinos por Trump u Orgullo Deplorable, una organización LGBT de derecha, le afirmaron al público abrumadoramente blanco que ellos no eran antisemitas, antiinmigrantes, homofóbicos o racistas.

De hecho, según los oradores, las personas que usaban esos términos eran más intolerantes que las personas a las que acusaban.

Recibiendo muchos aplausos, el cofundador de Latinos por Trump, Marco Gutierrez, leyó la promesa que tomó cuando se convirtió en un ciudadano naturalizado y renunció a su patria mexicana. Nitemare, un rapero pro-Trump que se negó a revelar su nombre legal, invocó la teoría conspirativa QAnon y profirió un insulto racista contra Obama en su número.

Brian Talbert, fundador de Orgullo Deplorable, fue contactado por la Casa Blanca tras ser excluido del desfile del orgullo LGBT en Charlotte, Carolina del Norte. En Trumpstock, Talbert, que tiene un historial de expresiones antimusulmanas en las redes sociales, hizo público su odio hacia Obama y Hillary Clinton, la exsecretaria de Estado y rival de Trump en 2016.

“Debería estar guindando de una soga, por traidora”, dijo sobre Clinton.

Miembros de grupos como este, conforman una porción crítica de la base conservadora de Arizona y al mismo tiempo defienden una retórica despectiva que debe repetidamente ser repudiada, lo que ha creado dificultades políticas para los legisladores republicanos del estado. En abril, luego de que se hiciera pública una fotografía de miembros de Patriot Movement AZ posando con el gobernador Doug Ducey, este afirmó no haber escuchado nunca de ese grupo. “Denuncio absolutamente el comportamiento de esa organización”, añadió.

Los asistentes del Trumpstock dicen estar acostumbrados a ser denunciados, otra cualidad que, según ellos, comparten con el presidente. Es parte de la razón por la que son protectores con él, hasta el punto de negarse a aceptar la posibilidad de una derrota de Trump en 2020.

Mark Villalta dice que ha estado acumulando armas de fuego, en caso de que la reelección de Trump no suceda.

“Aquí se desataría nada menos que una guerra civil”, dice Villalta, mientras alcanza una pistola enfundada con su mano derecha. “No creo en la violencia, pero haré lo que tenga que hacer”.

THE NEW YORK TIMES/FOR

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