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Los cachorros salvajes prosperan de nuevo en un paraíso africano

Foto: The New York Times
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Los cachorros de perros salvajes se multiplican por todo el parque. Otras especies de herbívoros también se recuperaron, así como los leones El verano pasado, poco después de liberar a una jauría pionera de catorce perros salvajes africanos en el Parque Nacional de Gorongosa en Mozambique como parte de una ambiciosa iniciativa de restauración de … Leer más

Los cachorros de perros salvajes se multiplican por todo el parque. Otras especies de herbívoros también se recuperaron, así como los leones

El verano pasado, poco después de liberar a una jauría pionera de catorce perros salvajes africanos en el Parque Nacional de Gorongosa en Mozambique como parte de una ambiciosa iniciativa de restauración de la vida silvestre, Paola Bouley fue a ver ella misma qué en el nombre del Can Mayor pudo haberles sucedido a los cachorros salvajes.

Como la experta en carnívoros de Gorongosa, Bouley sabía que Beira, la hembra alfa de la jauría, estaba preñada cuando liberaron a los perros. Sabía que los superpredadores, que suelen tener vínculos estrechos con su jauría y, además, están en peligro de extinción, habían cavado una guarida de maternidad para su reina, y que Beira había pasado mucho tiempo allá abajo, hasta que un día, dejó de hacerlo. Ella y la jauría habían seguido adelante.

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¿Pero dónde estaban los cachorros?

Cuando Bouley se agachó cerca de la guarida abandonada y vio a través del hoyo, se encontró con la respuesta probable. Una pitón de Seba —la especie de serpiente más grande del continente— cayó de un árbol cercano, la vio a la cara y después se fue deslizándose.

“Creo que estaba decepcionada de que no era un facóquero”, dijo Bouley.

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Para una serpiente que puede crecer hasta seis metros y devorar un impala entero, incluso una camada grande de cachorros de “Lycaon pictus” apenas equivaldría a una botana.

Sin embargo, los perros salvajes no se doblegaron y, este año, después de migrar a otro sector (con menos serpientes) de las 404.685 hectáreas de Gorongosa, compensaron el tiempo perdido de manera espectacular. Beira dio a luz a finales de abril a once cachorros, que salieron de su guarida a principios de junio y, según los videos capturados mediante cámaras trampa, parecían estar prosperando y ser inexcusablemente lindos (aunque el más pequeño de la camada terminó por morir).

Lo que más sorprendió a Bouley y sus colegas es que Nhamagaia, la hembra beta de la jauría, desafió las convenciones de su especie de que solo la hembra alfa residente puede procrear, y a finales de junio dio a luz a su propia camada de ocho.

Los investigadores en un principio temían que Beira y los otros perros adultos pudieran rechazar a los cachorros de la hembra beta, dejándolos morir. Pero no: los nuevos cachorros han sido adoptados en el frenesí envolvente de dicha carnívora que es la vida de un mamífero apasionada y obligadamente social al que, como lo señaló el experto en perros salvajes Scott Creel de la Universidad Estatal de Montana, “lo peor que puede pasarle es estar solo”.

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La erupción de cachorros en Gorongosa no se detuvo ahí. No muy lejos de la guarida de cachorros de Beira y Nhamagaia, un grupo de cuatro perros adultos que se había separado de la jauría original en la primavera —tres machos y una hembra— parecían estar criando con éxito a otra camada de ocho cachorros.

“Es muy emocionante”, dijo Cole du Plessis, coordinador del programa de ampliación para perros salvajes del Endangered Wildlife Trust. “A comienzos del año pasado no había perros salvajes en Gorongosa, y ahora el número se está acercando a 50”.

¿Y por qué no?. “Cuando volé a Gorongosa para analizar la cantidad de presas, el agua y la topografía, pensé: ‘Si pudiera hacer un bosquejo de cómo luciría un paraíso de perros salvajes, sería igual a Gorongosa’”, dijo du Plessis.

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La reintroducción exitosa en Gorongosa de los perros salvajes africanos enfatiza la posición del parque como uno de los lugares más brillantes en un paisaje por lo demás lúgubre de bosques cuyo tamaño se reduce y de una aceleración de pérdidas de animales grandes y carismáticos que no tienen la suerte de ser nuestras mascotas ni formar parte de nuestro ganado.

Durante la guerra civil de Mozambique, que terminó a mediados de 1990, la vida silvestre abundante de Gorongosa quedó casi completamente destruida. Desde entonces, el parque se ha estado recuperando de manera continua, con la ayuda de una colaboración inusual entre el gobierno de Mozambique y el filántropo estadounidense adinerado Gregory Carr, junto con aportaciones de comunidades locales, equipos internacionales de científicos, conservacionistas, defensores de derechos humanos… en realidad, cualquier persona con la que Carr pueda hablar por teléfono.

Los investigadores ven en Gorongosa la oportunidad de dar seguimiento a la recuperación de un ecosistema complejo para ver qué sanará por cuenta propia y qué requiere intervención.

Obtener el equilibro adecuado de herbívoros y carnívoros ha demostrado ser un desafío específico.

Los herbívoros fueron los primeros en recuperarse en la Gorongosa posconflicto, y actualmente el parque vibra con más de 100 mil de ellos: ñus azules, búfalos, impalas, hipopótamos, antílopes acuáticos, elefantes, ciervos, nialas, oribíes, la inolvidablemente hermosa marta cibelina y el perturbadoramente peludo potamóquero de río.

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Los expertos creyeron que, con tanta carne disponible, los carnívoros de todo tipo seguramente migrarían desde zonas circundantes por cuenta propia, pero el repunte de los predadores ha resultado ser irregular, o no lo suficientemente fluctuante.

A los leones del parque les ha ido bien, y del puñado que quedó tras la guerra, el número actual es de 146 y está aumentando. “Tenemos cachorros en todas partes”, dijo Bouley. “Es difícil seguirles el ritmo”.

No sucede lo mismo con los demás grandes predadores. Las hienas moteadas, que son comunes en muchas partes de África subsahariana y alguna vez formaron parte de las especies principales de Gorongosa, aún no han regresado, y el equipo del parque espera volver a introducir un clan o dos en los próximos años. Pasa lo mismo con los leopardos: las cámaras trampa han captado a un solo leopardo, quizá un macho, que pasea de noche, pero, a pesar de la abundancia de babuinos en el parque, el platillo favorito de los leopardos, ese leopardo solitario no ha tenido compañía.

“Estamos ejerciendo presión para reubicar algunas hembras de las zonas periféricas para que vengan al núcleo del parque”, dijo Bouley. “Eso debería a atraer a otros machos y reiniciar la población de leopardos”.

Mientras tanto, los perros salvajes están disfrutando su momento, cazando ferozmente y cooperando todas las mañanas y las tardes, y a veces también entre esos periodos.

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Bouley sospecha que las condiciones espléndidas de Gorongosa, de presas abundantes y poca competición, explican el éxito del acto insubordinado de Nhamagaia. La hembra alfa no solo aceptó a los cachorros de la beta… con la mayoría de sus cachorros destetados, Beira participó como nodriza para la nueva camada. Los cachorros mayores tratan a los más pequeños como juguetes: uno toma la cabeza, otro la cola, en un tira y afloja.

“El vínculo entre los nuevos cachorros y toda la jauría, especialmente Beira, no es lo que esperábamos en absoluto”, dijo Bouley.

Beira quizá esté agradecida por el poder canino adicional que llegará en septiembre, cuando otra jauría de 22 perros se reubique en Gorongosa desde el Kalahari, y seguramente comenzarán las batallas por los territorios.

The New York Times / KO

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