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En una aldea polaca el último bebé varón nació hace una década

Foto: The New York Times
Foto: The New York Times

Varios médicos dieron la receta para que nazca un varón, sin embargo, no ha tenido resultados y son las mujeres quienes dominan la aldea Joanna Berendt El alcalde ofrece un premio al siguiente. Los científicos quieren investigar su desaparición. Y los equipos de televisión han venido a buscar respuestas a la extraña anomalía poblacional de … Leer más

Varios médicos dieron la receta para que nazca un varón, sin embargo, no ha tenido resultados y son las mujeres quienes dominan la aldea

Joanna Berendt

El alcalde ofrece un premio al siguiente. Los científicos quieren investigar su desaparición. Y los equipos de televisión han venido a buscar respuestas a la extraña anomalía poblacional de un pequeño pueblo polaco.

En casi una década, ahí no ha nacido ningún niño varón.

Este detalle llamó inicialmente la atención de los medios noticiosos polacos cuando el pueblo envió a un equipo formado exclusivamente de chicas a una competencia regional de bomberos voluntarios jóvenes.

Desde entonces, la alcaldesa Krystyna Zydziak señaló que la situación del pueblo Miejsce Odrzanskie se había vuelto “un poco rara y era incontrolable”.

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Recientemente, cuatro equipos televisivos diferentes fueron enviados a esta aldea de una sola calle con 96 casas a cubrir el tema de la falta de varones.

“Algunos científicos han manifestado interés en analizar por qué solo han nacido mujeres aquí”, comentó Rajmund Frischko, alcalde del municipio de Cisek, donde se encuentra esta aldea. “También me llaman médicos de todo el país para darme consejos sobre la forma de procrear un niño”.

Mencionó que acababa de hablar con un médico retirado del centro de Polonia quien dijo que el sexo de un bebé dependía de la dieta de la mujer, misma que debe ser rica en calcio si desea tener un niño.

“Y si esto no funciona”, dijo el alcalde riendo, “siempre está el método ya probado de los polacos de las tierras altas: si quieres un niño, guarda un hacha debajo del lecho conyugal”.

En los años que han pasado desde que nació el último bebé varón, ha habido doce nacimientos en la aldea, misma que es una comunidad agrícola a la orilla de la provincia más pequeña y menos poblada de Polonia. Los residentes no saben a qué se debe esta anomalía, pero muchos creen que quizás solo es una coincidencia, como cuando se lanzan de manera consecutiva varias monedas al aire y todas caen en una misma cara.

Frischko ha decidido ofrecer un premio a la siguiente pareja que tenga un niño.

“Se ha hablado tanto de nosotros en los medios de comunicación que por un instante estaba considerando ponerle a la calle el nombre del próximo niño que nazca aquí”, comentó. “En definitiva, vamos a darle un muy buen regalo. Además, plantaremos un roble y le pondremos su nombre”.

Al igual que muchos otros pueblos polacos, en este ha habido una importante disminución de la población. Después de la Segunda Guerra Mundial, había aproximadamente 1200 habitantes; ahora hay 272.

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Desde la desintegración del comunismo en 1989, la emigración ha dejado vacías las áreas poco pobladas del país, una tendencia que se aceleró después de que el país se integró a la Unión Europea en 2004. Ahora, más de dos millones de polacos viven en otros lugares de Europa.

Aquí, todas las familias tienen a alguno de sus miembros viviendo en el extranjero, afirmó Zydziak, quien tiene dos hijas, una de las cuales vive en Alemania.

“A algunas personas de la aldea les preocupa quién va a realizar los trabajos agrícolas en el futuro”, señaló.

En el verano hay bastante trabajo aquí. El paisaje en agosto está cubierto de campos de trigo recién segado y de heno amontonado meticulosamente en pacas redondas y doradas al lado de los campos de maíz a la espera de ser cosechado.

En los campos laboran muchas chicas y mujeres jóvenes. Adrianna Pieruszka, de 20 años, ha pasado una parte de sus vacaciones de verano conduciendo un tractor en los campos de trigo de sus padres, pese a que su pasión es el departamento de bomberos.

En una aldea que no tiene escuelas, cafeterías, restaurantes y ni siquiera una tienda de abarrotes —y donde pueden transcurrir horas sin que aparezca ningún auto en el horizonte— el departamento de bomberos voluntarios se ha convertido en el centro de la vida social.

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Recientemente, en una práctica del departamento local de jóvenes voluntarios bomberos, un equipo conformado solo de mujeres se movía al unísono para extinguir un incendio ficticio y para atender a las víctimas. La recluta más joven, Maja, de dos años, tuvo que bajar del camión de bomberos con la ayuda de una chica más grande.

Pieruszka, quien estudia educación preescolar en la universidad, fue la supervisora de la brigada de chicas durante cuatro años.

“Casi no hay chicos en el equipo, pero hemos estado ganando las principales competencias de Polonia desde que este se fundó hace seis años”, comentó sentándose en la sala común de la estación de bomberos voluntarios donde estaban en exhibición decenas de medallas y trofeos dorados.

Tomasz Golasz, un bombero profesional que fundó la brigada de jóvenes bomberos de la aldea, mencionó que hacerlo no fue idea suya.

En 2013, se me acercó un grupo de chicas y me pidió que las entrenara para una competencia”, comentó. “Estas chicas lo viven y lo respiran. Tienen una gran pasión y determinación. Dos meses antes de cada competencia, vienen a entrenar todos los días o cada tercer día cuando salen de la escuela”.

Foto: The New York Times

Malwina Kicler, de 10 años, quien ha estado entrenando para ser bombera voluntaria durante casi tres años, mencionó que a la mayoría de las chicas no les importaba que no hubiera chicos en el equipo.

“Los chicos son bulliciosos y traviesos”, dijo. “Al menos por ahora tenemos paz y tranquilidad. Siempre se pueden conocer chicos en cualquier otro lugar”. Pero tal vez no en esta aldea.

The New York Times / KO

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