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Inundación mantiene colapsada la vida de Tequisquiapan

Inundación mantiene colapsada la vida de Tequisquiapan / Foto: Isaí López
Inundación mantiene colapsada la vida de Tequisquiapan / Foto: Isaí López

Khalid Osorio El centro del municipio de Tequisquiapan aún refleja los estragos provocados por el desborde de la presa Centenario. En las entradas de casas y negocios descansan costales de arena que funcionaron como dique ante la llegada de agua. Las paredes muestran el nivel máximo que alcanzó el líquido en días pasados. En algunos … Leer más

Khalid Osorio

El centro del municipio de Tequisquiapan aún refleja los estragos provocados por el desborde de la presa Centenario. En las entradas de casas y negocios descansan costales de arena que funcionaron como dique ante la llegada de agua.

Las paredes muestran el nivel máximo que alcanzó el líquido en días pasados. En algunos lugares este bajó al menos un metro. Casas, hoteles y escuelas aún almacenan una cantidad de agua que les impide operar.

Las residencias lucen vacías. Las jardineras y las calles que dan acceso se encuentran inundadas. Los residentes dejaron el lugar desde el inicio de la inundación.

En contraste, existen aquellos que no tienen otra opción y no pueden ni quieren dejar su patrimonio; tal es el caso de Pedro Román Lira, un hombre de la tercera edad que habita en una colonia improvisada a un costado de la presa, tan solo a un metro del nivel que cubrió la base de algunos árboles a un costado de la casa.

Pedro no tiene miedo al aumento en el nivel del cuerpo de agua. Llegó a vivir a la colonia hace 25 años y solo en una ocasión tuvo que dejar su casa para ir a un albergue hace ya 20 años. A partir de ahí conoce el comportamiento del agua y descarta que exista peligro para él o sus vecinos.

Los niños de las casas aledañas parecen compartir la seguridad de Pedro, no temen al embalse y juegan en la orilla, incluso alientan a otros más pequeños a acercarse al borde mientras su madre los vigila a la distancia.

Paradójicamente, los habitantes que viven a unos pasos del dique no tuvieron afectaciones materiales. Sin embargo, su ingreso sí se vio mermado por la disminución en las ventas, que es su principal ingreso.

El acceso al centro de la ciudad es custodiado por policías municipales y elementos de la Guardia Nacional. Algunos trabajadores ya se encuentran en la zona tratando de rescatar lo que se pueda de los negocios que fueron afectados.

Diego Muñoz es uno de los habitantes afectados y una de sus quejas es que en las noticias solo aparecen las afectaciones en las residencias; solo se da voz a los que poseen dinero, y ellos son  quienes tienen preferencia por las autoridades cuando se otorgan apoyos económicos para resarcir los daños.

Los agricultores de los alrededores perdieron la mayor parte de sus cultivos, comentó Diego. Las plantas de maíz que ya alcanzaban un nivel considerable gracias a las lluvias ahora apenas se elevan por encima de una capa de agua contaminada.

Lucía, vecina de la comunidad La Vega, también sufrió afectaciones en sus plantaciones de calabaza. Al menos la mitad de sus cultivos terminaron destrozados por la corriente que derribó todo a su paso.

Luego de tres días, aún no cuenta con agua potable ni energía eléctrica. Las autoridades no se han acercado para verificar el daño causado por las lluvias o para saber si requiere ayuda por la falta de servicios básicos.

No conocen sobre los seguros catastróficos de los que hace alarde los funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario ni las grandes asociaciones que agrupan a ganaderos y campesinos. Ellos se saben solos y esperan que en algún momento las autoridades los escuchen y los apoyen con el monto perdido… o al menos con la mitad, dicen.

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