Argentina vuelve al orden: Alejandro Gutiérrez

Alejandro Gutiérrez

El domingo hubo elecciones primarias en Argentina y la buena noticia es que perdió el peronismo en forma contundente, lo que abre la puerta a la esperanza de una recuperación para la segunda vuelta o lecciones definitivas intermedias en noviembre.

Las del domingo se denominan PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) y solo definen las candidaturas que contenderán en el verano sudamericano. Con todo, perfilan lo que acontecerá con el rumbo político argentino. Las elecciones presidenciales serán en 2023.

Fiel a su costumbre, el peronismo, hoy kirchnerismo, ha estado plagado de corrupción y su manejo económico ha sido punto menos que desastroso. El PIB cayó 9.9 por ciento el año pasado y con el actual se viven tres años de recesión económica. La creciente deuda externa se encuentra en falta de pago y, sin crédito, el Gobierno de Alberto Ángel Fernández se ha tratado de financiar emitiendo dinero, camino seguro hacia la hiperinflación que hoy ronda el 50 por ciento anual.

Sin generación de empleo, en medio de una enorme carestía, con actos de corrupción repetidos una y otra vez (la vicepresidenta Cristina Kirchner ostenta una fortuna inexplicable) y achacándole todos los males del país al Gobierno anterior, algo típico de los demagogos populistas, Argentina ha sido alineada con el grupo perdedor de Venezuela-Cuba, a diferencia del anterior presidente Mauricio Macri.

Por ello, el resultado electoral. El peronismo perdió en 18 de los 24 distritos del país, al igual que sus bastiones tradicionales: Santa Cruz, la cuna política del kirchnerismo, y la Provincia de Buenos Aires más la capital federal.

La media docena de provincias que lograron retener representa apenas el 10 por ciento del total del electorado del país. En la segunda vuelta se elegirán 127 escaños de la Cámara de Diputados, la mitad, y 24 del Senado, un tercio del mismo.

Quien sea el candidato presidencial en 2023 no deberá repetir los errores y la tibieza de Macri, similar a la del chileno Piñera. La gran lección es que los cambios estructurales hay que abordarlos con decisión y no se debe titubear ante las protestas de los sectores afectados, que han obtenido beneficios y prebendas a lo largo de los años, gracias a la corrupción y a costa del bien común nacional, por lo que jamás aceptarán de buena gana que se les ponga fin.