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¿Habrá un futuro sin la COVID-19?

Ezra Klein La semana pasada escribí sobre las medidas que podríamos tomar para persuadir a los no vacunados de poner el brazo y recibir el pinchazo. Esta semana quiero explicar otro lado de esa cuestión: ¿Cuánto peligro representa la variante Delta para los vacunados? En particular, ¿cómo se compara con la influenza estacional? Quiero saber … Leer más

Ezra Klein

La semana pasada escribí sobre las medidas que podríamos tomar para persuadir a los no vacunados de poner el brazo y recibir el pinchazo. Esta semana quiero explicar otro lado de esa cuestión: ¿Cuánto peligro representa la variante Delta para los vacunados? En particular, ¿cómo se compara con la influenza estacional?

Quiero saber si hay un desenlace a la vista. En San Francisco, el 70 por ciento de los residentes están completamente vacunados y el 76 por ciento están parcialmente vacunados. Este es el tipo de cifras que nos dijeron que nos llevarían a la inmunidad de rebaño. Ahora la esperanza de la inmunidad comunitaria parece haberse esfumado.

Según los cálculos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés) las influenzas estacionales afectan a entre nueve y 45 millones de estadounidenses cada año (dependiendo del año) y mandan al hospital a entre 140 mil y 810 mil. Matan entre 12 mil y 61 mil personas, sobre todo infantes y ancianos. Si la vacunación hace que el coronavirus se convierta en una amenaza de la gravedad de la influenza, eso no significa que seamos inmunes a la enfermedad o incluso a la muerte, significa que nos deja en un riesgo que aceptamos de manera rutinaria.

Hablé con Bob Wachter, quien preside el departamento de medicina de la Universidad de California en San Francisco. Consideró que los números no son estables. Le preocupa que la inmunidad que obtuvieron las personas que se contagiaron anteriormente de coronavirus esté disminuyendo más rápidamente de lo que esperábamos. Y cree que lo mismo ocurre con la inmunidad que proviene de las vacunas. “Las vacunas comienzan a perder algo de eficacia después de seis meses y su respuesta inmunológica también pierde algo de chispa”, me dijo.

Wachter apoya el mandato de llevar cubrebocas. En su opinión, no solo los no vacunados se benefician de esta medida; es posible que algunas personas vacunadas, en particular las personas mayores que se vacunaron al principio, necesiten pronto una vacuna de refuerzo.

La perspectiva más optimista vino de Jha. Él piensa que en lugares altamente vacunados veremos a la variante Delta chocar contra un muro de vacunación, y las hospitalizaciones y muertes no sucederán tras registrarse casos como sí ha sucedido en el pasado.

Otro argumento optimista llega del Reino Unido, que vio un repunte de casos Delta y luego misteriosamente se apagó. “Los datos del Reino Unido son los más tranquilizadores que hay y me sentiría mejor si tuviéramos pistas de lo sucedido”, me dijo Wachter.

Yo también, pero la incertidumbre es una razón para ser cautos. Revivir el uso de cubrebocas tiene sentido y me alegra lo bien que han funcionado las vacunas.

Cualquier cosa motivará a imponer restricciones cuando aumenten los casos. Es posible que no haya un desenlace, solo una gestión constante de los riesgos que enfrentamos y estamos dispuestos a asumir.

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