La ceniza como manto protector, en medio de la pandemia

El inicio de la cuaresma estuvo marcado por la fe y la esperanza de sanar

Carlos Uriegas

Movidos por la fe y con la esperanza de que las cenizas los protejan en estos tiempos difíciles, los católicos acudieron puntuales a los templos en el inicio de los tiempos de cuaresma.

“La ceniza me protege como la vacuna contra la COVID, ahora sí me siento protegida”, explicó llena de fe la señora María Concepción García, quien al cuestionarle si entonces ya no se vacunaría, dijo que sí. “Tan pronto se pueda me vacuno”, como para reforzar la fe a través de la ciencia.

Para el catolicismo, esta cuaresma será distinta, ya que la pandemia modificó la forma, pero no el fondo para acceder a su fe.

“Tenemos que adaptarnos. Sabemos que ahora no pueden haber grandes misas o eventos con mucha gente, yo de hecho vine por una bolsita de ceniza para llevarla a mis abuelos”, comentó la señora Bertha López, a las afueras del Templo de la Cruz.

El ingreso al Templo se da bajo estrictas medidas de seguridad. Al rito religioso se han sumado el uso obligatorio de cubrebocas, la toma la temperatura, la impartición de gel antibacterial y las bancas de madera están marcadas con una palomita verde, espacio para poder sentarse y en esta ocasión, la cruz roja es una seña para que nadie ocupe ese lugar.

Una por una las personas caminan religiosamente por el centro de la iglesia donde en el altar las recibe el cura encargado de verter la ceniza sobre la cabeza y no en la frente como en anteriores ocasiones, una de las nuevas medidas impuestas por la jerarquía católica para evitar posibles contagios de COVID-19.

Pocos jóvenes, la mayoría adultos y personas mayores son los que se acercan fervorosamente hacia el perdón de los pecados, parte de lo que simboliza la recepción de la ceniza.

“Es un recuerdo de que algún día vamos a morir y que hemos de terminar en polvo”, explica el señor Fernando Hidalgo, justo en un año en que la muerte ha estado muy presente.

Y mientras unos llegan para arrepentirse de no acatar los mandamientos, hay personas que arriban a la Cruz en busca del milagro, con la necesidad expresa de que sane algún familiar.

“Venimos a pedirle mucho a Dios que nos ayude, estamos en una situación grave por la pandemia y solo él nos puede ayudar. Yo tengo enfermo a mi hijo, mi hija y al papá de mis hijos”, comparte la señora Marta Elba Reyes con lágrimas en los ojos y ceniza en la cabeza, la cual para ella significa un tiempo de reconciliación con Dios, y este año, como un ruego para que sanen sus familiares.

El Templo de la Congregación y la imagen de la Virgen de Guadalupe tienen más fieles en la iglesia, en donde se ofician misas cada hora y se imparte la ceniza cada 15 minutos, también bajo medidas sanitarias.

Trabajadores, empleados y amas de casa celebran la misa y al final se forman para agachar la cabeza y recibir la ceniza. Al salir, comparten su sentir, como declaró la señora Patricia, quien con 82 años de edad acude a la iglesia de las dos torres. “Ahora me siento más fuerte, con la fe para esta cuaresma”.

En la Parroquia de San Isidro, de las camionetas estacionadas en la calle de Pathé, bajan algunas señoras que acuden para el iniciar de la cuaresma, afuera los choferes aguardan pacientes.

Al salir de la pequeña iglesia suben presurosas para seguir con sus múltiples actividades terrenales, pero una de ellas accede a hablar mientras baja el vidrio de su camioneta blanca, inmaculada.

“Tenemos que venir por la ceniza, es una tradición que marca el inicio de la cuaresma, tiempo para la reflexión y el arrepentimiento”, destacó la señora Palacios antes de elevar el vidrio de la ventana, revisar el celular y reanudar su camino con rumbo a Bernardo Quintana.