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Ante COVID-19, este equipo de la Cruz Roja protege vidas en Querétaro

Ante COVID-19, este equipo de Cruz Roja protege vidas en Querétaro
Ante COVID-19, este equipo de Cruz Roja protege vidas en Querétaro

En plena contingencia, el Equipo COVID-19 la Cruz Roja de Querétaro brinda un aliento de esperanza a la población de la entidad Texto: Carlos Uriegas / Fotos: Yarhim Jiménez Trabajo en equipo, esperanza, aprendizaje, miedo, orgullo, servicio, son solo algunas de las sensaciones del grupo de socorro COVID-19 de la Cruz Roja de Querétaro. Son … Leer más

En plena contingencia, el Equipo COVID-19 la Cruz Roja de Querétaro brinda un aliento de esperanza a la población de la entidad

Texto: Carlos Uriegas / Fotos: Yarhim Jiménez

Trabajo en equipo, esperanza, aprendizaje, miedo, orgullo, servicio, son solo algunas de las sensaciones del grupo de socorro COVID-19 de la Cruz Roja de Querétaro. Son ellos el primer eslabón de una cadena de vida. Héroes de carne y hueso que enfrentan al coronavirus –así como a la ignorancia que alimenta el fuego de la pandemia– para atender a personas que no necesariamente creen ni lo que ven, que siempre tienen miedo y que en ocasiones ocultan los síntomas.

En la sede de la institución, en la céntrica calle de Hidalgo –antigua Biblioteca Josefa Ortiz de Domínguez– se encuentra el corazón desde el que parten técnicos de urgencias y ambulancias hacia el torrente urbano para enfrentar al virus en un camino donde cohabitan la ignorancia y el miedo.

“Todos los días que me levanto y vengo, pienso si hoy no será el día que me contagie. Sabemos que el riesgo existe. Lo tenemos claro desde un principio. Como muchos trabajadores de la salud nos podemos contagiar. A todos nos da cierto temor, pero nos apasiona estar aquí. Lo hacemos porque nos gusta hacerlo. Todos quienes están aquí fueron invitados a formar parte del equipo exclusivamente COVID de manera voluntaria y están aquí por gusto, porque sabían que alguien lo tenía que hacer”, explica Andrés Juárez Morales, coordinador estatal de socorro de la Cruz Roja.

Esta casa editorial pudo conversar con ocho de los 14 integrantes del equipo COVID-19 y comprobamos que son ejemplo de lo que es el trabajo en equipo. Son una familia que se nutre del compromiso de servicio, del apoyo mutuo y del orgullo por ser parte de la Cruz Roja.

“Hay miedo. A todos nos ha ‘pegado’ no estar en contacto con nuestras familias para protegerlas. Aquí ya hicimos nuestra propia familia y nos cuidamos entre nosotros en cada servicio; estos sí son pesados. Los protocolos están bien estructurados, pero también vamos aprendiendo día a día con los factores que se van presentando. Estamos muy orgullosos de lo que estamos haciendo y del crecimiento que también nos está otorgando esta situación”, mencionó Laura, quien antes de estar en la Cruz Roja, formó parte del cuerpo de bomberos.

Estar en la Cruz Roja es mucho más que subirse a una ambulancia, es una suma de esfuerzos, de apoyos y de sensaciones, entres las que vive la nostalgia por extrañar a la hija que está ausente.

“Tan sólo es una pequeña área, la de socorro, pero todas las áreas son importantes. Aprendes a trabajar en equipo, apoyar en desastres, armar despensas, cargarlas, limpiar, son muchas más cosas que subirte a una ambulancia. Hay mucho tiempo de estudio, de disciplina y organización, lo que me hace sentir un gran orgullo por ser parte de la Cruz Roja. Lo difícil ha sido distanciarme de mi hija y de mis papás. Ahora todos nosotros estamos en una sola casa, para evitar riesgos con personas que tu quieres. He bajado la información a su lenguaje, pero mi hija es muy inteligente y me conmovió mucho ayer que hablé por videoconferencia, me decía: ‘¿Cuándo vas a estar conmigo? ¿Cuándo voy a ir a la escuela? ¿Cuándo regresas?’ La verdad eso es algo complicado”, comparte Alison quien con sus anteojos empañados, comenta que cuando ve a un bebé o a un niño piensa que pudiera ser su hija de cinco años de edad.

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El crecimiento personal es uno de los aportes obtenidos en la crisis sanitaria y brindar la esperanza para otros es uno de los retos.

“Hemos aprendido a comunicarnos. Tenemos que ver el lado emocional. Ver a un familiar con la angustia de que saben que ya no verán a su paciente, es algo duro, pero genera satisfacción el poder brindar la esperanza de que la persona pueda mejorar, pero sí duele ver a los familiares de los enfermos con esa angustia. Debo separar la parte laboral y ser empática con ellos, pero eso nos brinda mucha satisfacción y, durante el traslado, además del apoyo físico y de salud les brindamos el apoyo emocional”, agrega la socorrista.

 

¿Cómo se preparan para evitar los impactos emocionales?

“Hay que explicarles lo que va a a pasar, decirles quiénes somos, porqué estamos ahí y por qué los vamos a meter a una cápsula, para que no se sientan con mucha ansiedad. Lo que buscamos es ayudarles a sentirse un poco mejor. Nos volvemos un poco fríos, ya que no podemos llorar ante ellos o paralizarnos, pero claro que sentimos tristeza y nostalgia por algunos pacientes que fallecen ya que no somos de piedra. También debemos entender que hay otros pacientes más adelante, por lo que debemos estar bien. Este proceso es duro y hay gente que no puede seguir y dejan el trabajo por el estrés emocional, pero habemos otros que seguiremos aquí hasta que la vida nos lo permita”, comenta Andrés, quien cuenta con 20 años de trabajo en la Cruz Roja.

Trabajar con la vida en un momento en que parece apagarse requiere un temple muy especial, se acumulan y contienen emociones que deben salir de alguna manera.

“Lo que más usamos para sobrellevar la emoción es platicar entre nosotros; a lo mejor alguien con más tiempo nos dice que ‘hiciste lo que pudiste’, que ‘no te claves’. Nos orienta ya que cada servicio es diferente y nos deja un aprendizaje; a lo mejor un servicio me repercute más a mí que a mi compañera. El hecho de dialogar entre nosotros nos sirve, pero habrá algunos puntos que sí requerimos ayuda psicológica; hay que aceptarla y aprovecharla para poder seguir haciendo el trabajo de la mejor manera. Si yo no estoy bien, no podré dar el 100 por ciento en mi trabajo. Yo le he dicho a mi familia que el día que vean que yo me exprese de un paciente sin sentimientos, que me digan, porque ya no sirvo para esto, ya que nuestro principio fundamental es la humanidad y la empatía. Si no tengo eso, el afecto será una señal de que no sirvo para esto”, revela con franqueza absoluta Jorge, con dos años en la benemérita institución.

LA ANGUSTIA PERSISTE

En este momento de crisis sanitaria, Joel, en voz de todos, comparte la experiencia de un problema real. Que está vigente, que daña la salud de las personas, pero además de eso siembra la angustia en el enfermo y su familia. Es el momento en que la incredulidad o la ignorancia se topa de frente con la realidad.

“En una guardia con Laura nos tocó trasladar a un paciente. Con calma le explicamos que lo íbamos a mover de manera lenta en una cápsula. Al parecer  lo estaba entendiendo y parecía tranquilo en la silla de ruedas. Sin embargo, al momento de recostarse y meterse en la cápsula, le generó mucha ansiedad por el espacio reducido; dijo que no podía respirar. Logramos tranquilizarlo durante el traslado, pero al llegar al hospital y en el tiempo de espera, que a veces es tardado –ya que se tienen que preparar en el hospital–, el señor se volvió a angustiar y mostraba ansiedad por no saber si volvería a ver a su esposa o si le iban a permitir hablar con ella. Tomé el celular, me dio su número, le llamó, se calmó y pudo estar tranquilo el resto del tiempo antes de ingresar al hospital. Aquí el aprendizaje de humanidad y reconfortar al paciente fue muy importante”, comparte Joel, quien cuenta con seis años en la Cruz Roja. Erika, otra de las mujeres del equipo narró el caso que vivió con un bebé.

“Siempre es más complicado tratar con niños. Primero ver que el bebé está bien, pero en este caso había que lidiar con el papá ya que, aunque el bebé estaba relativamente bien, el papá no dejaba de culparse, de llorar. Ver su sufrimiento fue complicado. Fue frustrante para nosotros ver que no puedes hacer más por él”, narra Erika, quien es mamá de una bebé y se vio reflejada en el caso que hasta ahora más le ha afectado.

MOMENTO CLAVE EN LA HISTORIA

Trabajar en la Cruz Roja, en un momento histórico –quizá el más importante del que se tenga registro– puede tener un significado distinto de cara al futuro que aún parece lejano. Aunque, los técnicos en urgencias de la Cruz Roja de Querétaro y, seguramente del mundo entero, no miran tan adelante en el tiempo. Primero hay que salir de esto.

“Sabemos que es un parteaguas. Que habrá un antes y un después, pero si no aprendemos de esta pandemia, de lo que estamos viviendo, seguiremos fracasando como seres humanos. Sería triste que no aprendamos de esto. Claro que hay tiempo para pensar en un futuro, pero ahora es tiempo de brindar una esperanza. Es tiempo de apoyarnos en el momento de crisis”, expresa Joel.

Tras un servicio de 24 horas, el cuerpo que trabajó con el sol a plomo, cubierto por el uniforme, con el riesgo de contagio, el cansancio, la sed por cargar pacientes, regresar para descontaminarse, hacer los protocolos con toda precisión, este cuerpo junto con la mente presentan un nivel de cansancio que obliga a reposar… si es que se puede descansar.

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“Al final del día, a pesar del riesgo, miedo y sacrificios, sabemos que hoy somos parte de un equipo COVID. Con pacientes que no creen o que sufren por no poder respirar, al final del día, el poder tocar cama y descansar es una sensación que no se puede cambiar por nada”, coinciden al señalar a su litera como ese tesoro apreciado.

VOCACIÓN POR AYUDAR AL PRÓJIMO

Andrés Juárez descarta el calificativo de héroes, pues el coordinador estatal de socorro mencionó que lo único que hacen es su trabajo, con pasión, y sólo pide a la gente que recuerden que todo lo que realizan es por ayudar.

“No considero que seamos héroes. Somos personas que nos dedicamos a esto, como cada persona que se dedica a su profesión. Es aceptar y querer esta vocación, que nos lleva y nos llama a hacer lo que nos gusta. Sólo pedimos que respeten el trabajo que hacemos. Lo único que queremos es ayudar, todavía faltan días. Al equipo les dije que la meta, más allá del número de pacientes que atendamos, es que ninguno de nosotros nos contagiemos, que cuando cerremos operaciones todos estemos sanos y que nadie se haya contagiado. Es un trabajo que no permite relajarte; un instante puede ser la diferencia en que nos contagiemos”, recordó Andrés.

Ellos son parte clave en un eslabón de vida. Son rostros con miradas de esperanza y aliento y, aunque no se consideran héroes, entregan tiempo, talento y conocimiento en una época en que la palabra ‘salud’ ha tomado un significado más amplio.

Durante la charla con el equipo y al presentarse, al principio los integrantes del equipo no mencionaron su apellido.

Alison, Laura, Erika, Patricia, Joel, Jorge, Francisco y Andrés llevan el apellido Cruz Roja con orgullo. Hubo que insistirles al final de la entrevista para que dieran sus nombres completos, algo que Patricia reforzó con el orgullo a flor de piel.

“Al estar aquí ya no eres Patricia o Erika, eres de la Cruz Roja. Es un compromiso de llevar el apellido Cruz Roja”, subrayó Patricia. Jóvenes comprometidos, que demuestran que sí se puede ser solidario con la gente, forman parte de una generación que en ocasiones ha sido calificada como apática y egoísta. Sin embargo, en la Cruz Roja, comprueban con hechos su solidaridad, empatía y capacidad de servicio

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