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¿Acaso la contienda final siempre iba a librarse entre hombres?

Foto: AP
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La llegada de un Donald Trump a la presidencia de EU confirmó que el electorado de ese país prefiere a un hombre como su líder por encima de una mujer Lisa Lerer Desde que Donald Trump llegó a la presidencia, la indignación de las mujeres ha alimentado el partido demócrata. Las mujeres crearon nuevas organizaciones … Leer más

La llegada de un Donald Trump a la presidencia de EU confirmó que el electorado de ese país prefiere a un hombre como su líder por encima de una mujer

Lisa Lerer

Desde que Donald Trump llegó a la presidencia, la indignación de las mujeres ha alimentado el partido demócrata. Las mujeres crearon nuevas organizaciones políticas, lideraron protestas, se postularon a cargos públicos y votaron por demócratas más de lo que nunca habían hecho. Actualmente, hay un número récord de legisladoras en el Congreso.

Tras años de ser considerada una carga política, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha emergido como un símbolo del partido y, en 2020, varias mujeres se postularon a la presidencia.

Por primera vez en la historia, los estadounidenses vieron a un grupo diverso de lideresas buscando el más alto cargo del país, una sororidad de élite que incluyó a exfiscales, senadoras, una veterana de guerra y hasta una celebridad de la superación personal.

Por primera vez en la historia, la mayoría de los votantes demócratas las rechazaron a todas. Mientras el partido avanza en la elección de su candidato presidencial, el contendiente vencedor será ciertamente un hombre.

Es una situación que ha dejado a varias mujeres demócratas destacadas con la frustración de tener que seguir librando batallas que esperaban que se hubieran resuelto hace años.

Al parecer, la narrativa de que las mujeres de alguna manera son menos elegibles que los hombres sigue siendo un problema. Es realmente detestable”, afirmó la representante demócrata de California Barbara Lee, quien era una de las copresidentes de campaña de la senadora Kamala Harris. “En pleno 2020, deberíamos tener a una mujer como nuestra comandante en jefe”.

Esa es una opinión compartida por muchas de las candidatas, quienes tuvieron problemas para explicar cómo es que, tras el año de la mujer, no quedó ninguna con serias aspiraciones a la candidatura.

“Uno de los aspectos más difíciles de todo esto”, dijo la senadora Elizabeth Warren, mientras anunciaba con voz temblorosa el fin de su campaña el 5 de marzo. “Son todas esas pequeñas niñas que van a tener que esperar otros cuatro años. Eso va a ser difícil”.

La senadora Amy Klobuchar describió sentir una “especie de obligación” con las niñas que se le acercaban en los eventos.

“Así es como concilio parte del hecho de ya no estar en la contienda. Que también ves mujeres con poder”, afirmó en una entrevista el 4 de marzo. “Al final, no eligieron a las mujeres, pero eso no significa que las mujeres van a desaparecer”.

Harris fue mucho menos optimista: “La realidad es que aún queda mucho trabajo por hacer para dejar bien claro que las mujeres son capaces y están excepcionalmente calificadas para ser la comandante en jefe de los Estados Unidos”, declaró a reporteros en el Capitolio este 5 de marzo.

Mientras la campaña se movía por todo el país, el debate sobre esa simple y extrañamente persistente pregunta –¿puede ganar una mujer?– se hacía presente en clubes de lectura, dormitorios universitarios, escenarios de debates y asambleas públicas. Luego de que Warren anunciara su candidatura a finales de 2018, los estrategas demócratas se preocuparon por la posibilidad de que la misoginia que, según ellos, causó la derrota de Hillary Clinton en 2016 pudiera derribar a otra mujer candidata.

Para las mujeres que se postularon en 2020, las comparaciones tempranas con Clinton fueron inevitables, aun cuando tenían poco en común más allá de su género y su partido.

Como Clinton y cualquier otra persona que se haya postulado alguna vez a la presidencia, las candidatas cometieron errores de cálculo estratégicos y tuvieron inconvenientes con la recaudación de fondos, con el apoyo y con los rigores de la campaña electoral.

Cada error elevaba las dudas que los votantes ya albergaban.

En algunos eventos de candidatos demócratas realizados durante el año pasado, muchas mujeres afirmaron estar más conscientes que nunca del sexismo en sus propias vidas y en la cultura en general, gracias al movimiento #MeToo y a un mayor enfoque en la paridad de género. Seguían heridas y resentidas por la derrota de Clinton.

Sin embargo, toda esa conciencia y resentimiento se convirtió en un obstáculo para elegir a una mujer presidente. Sabían cuán sexista era el mundo, dijeron algunas, y no podían correr el riesgo.

Mientras esperaban a que Warren llegara a un mitin en San Antonio la semana pasada, Kathleen Chandler y Amanda Cardoza recordaron vívidamente el momento en que Clinton perdió, y cómo eso las impulsó a involucrarse más en la política. Chandler, de 34 años, relató que celebró una fiesta la noche de las elecciones, en la cual ordenó galletas con fotos de la cara de Clinton. Un mes después de la derrota, los globos seguían desinflándose lentamente en su techo: no podía soportar el hecho de tener que desecharlos.

Chandler percibió la victoria de Trump como una señal de que los demócratas debían elegir a una mujer como su candidata. Por eso votó por Warren.

Las mujeres como líderes son más sanadoras, y nuestro país está fracturado”, afirmó mientras alimentaba a su pequeño hijo con un biberón. “Es indignante que las mujeres estén abandonando la campaña y vayamos a quedarnos con puros hombres blancos”.

Cardoza, de 38 años, aprendió una lección diferente con la derrota de Clinton. La profesora de bachillerato, que lucía pendientes inspirados en el collar de la jueza Ruth Bader Ginsburg, se debatía entre Warren y el senador Bernie Sanders.

“Estados Unidos odia a las mujeres”, afirmó. “Me entristece decir que creo que así son las cosas

THE NEW YORK TIMES/FOR

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