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Rieles de La Bestia: arterias de un Querétaro de contrastes

Foto: Yarhim Jiménez
Foto: Yarhim Jiménez

Hay riesgos que corren aquellos que montan a La Bestia, así como quienes cruzan los carriles por los que viaja Khalid Osorio / Investigaciones Especiales de AM de Querétaro El accidente más reciente en la comunidad de La Valla, en el municipio de San Juan del Río, abrió una herida en los habitantes de esta … Leer más

Hay riesgos que corren aquellos que montan a La Bestia, así como quienes cruzan los carriles por los que viaja

Khalid Osorio / Investigaciones Especiales de AM de Querétaro

El accidente más reciente en la comunidad de La Valla, en el municipio de San Juan del Río, abrió una herida en los habitantes de esta localidad. Los restos del camión embestido, la cinta policiaca colgando de los postes y las cruces a la orilla del camino son elementos que no les permitirán a los pobladores olvidar aquel día.

El riesgo es igual para quienes cruzan el camino del tren y para quienes viajan en su parte superior: los migrantes que se exponen cada día a ser blancos de la delincuencia organizada, ser extorsionados por grupos del crimen organizado o caer de la locomotora si se quedan dormidos.

Las imágenes de los accidentados son comunes; muchas veces, el único error que cometieron fue ceder ante el cansancio y caer del vagón. Edwin, un joven hondureño que llegó a Tequisquiapan a través de La Bestia, carga consigo un estigma que lo limita para conseguir un trabajo, incluso en las actividades informales.

Buscó desarrollarse como vendedor ambulante en los tianguis de la zona de esta demarcación, pero los policías le impidieron hacerlo. Se acompaña de tres perros. Uno de ellos viajó con él desde Guatemala, otro es del Estado de México y uno más se les unió en el camino, en alguno de los tantos lugares que pasó en su búsqueda por llegar a la frontera norte.

Foto: Yarhim Jiménez

TRAS EL ANDAR DE LA BESTIA

Para algunos, el tren ofrece oportunidades de vida pero para otros, es una bestia que la arrebata

Aveces, el sonido y andar de las locomotoras predice la llegada de migrantes, de cargamentos útiles para favorecer la economía local y estatal, pero en otros casos, es augurio de desastre.

Los accidentes ocurridos en el cruce de las vías y la entrada a La Valla, en el municipio de San Juan del Río, son una constante.

Cuando escuchan el choque de fierros en esa zona o el lamento de personas heridas cuyos automóviles fueron golpeados por el tren, solo expresan “otra vez, no entienden”, pues la imprudencia de los conductores es la principal causa.

El suceso más reciente tuvo impacto nacional, ya que ocurrió el 11 de octubre de 2019, cuando el tren embistió a un camión de pasajeros que dejó nueve muertos y varios heridos.

Foto: Yarhim Jiménez

“Eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando se escuchó el golpe muy fuerte y luego vinieron los gritos de las personas”, recuerda Ana, quien señala una barda reconstruida en donde terminó una parte del camión. Los restos del autobús esparcidos a unos metros del cruce y la cinta amarilla colgando de los postes de luz dan cuenta de lo sucedido aquel día.

Una cruz con una dedicatoria a una víctima del accidente recordará siempre a los habitantes las consecuencias de minimizar el riesgo que conlleva querer ganarle el paso al tren. La magnitud del accidente hizo que el gobernador del estado, Francisco Domínguez, se trasladara al lugar, en donde prometió la construcción de un puente vehicular para evitar una nueva tragedia.

Sin embargo, a la fecha existen un par de topes antes de llegar a las vías. “Me dice la señora que vive en la casa frente al cruce que cuando escuche el tren, vea a otro lado, porque es muy probable que pase algo”, comenta Ana mientras se corta su voz al recordar aquel día.

Repentinamente, se escucha a lo lejos el sonido del tren, que se vuelve cada vez más fuerte y hace vibrar el suelo por la velocidad y el peso. Además de eso, lleva las esperanzas de un grupo de migrantes que viajan arriba de La Bestia y que saludan a su paso.

QUERÉTARO, OPCIÓN DE VIDA PARA MIGRANTES

Foto: Yarhim Jiménez

Edwin es uno de los migrantes que llegó en La Bestia desde Honduras. Es la segunda vez que hace el viaje en busca del ‘sueño americano’. En la primera ocasión logró llegar a Los Ángeles, donde trabajó por un tiempo hasta que fue deportado.

Esta vez decidió interrumpir el viaje en el municipio de Tequisquiapan, luego de sufrir en carne propia el peligro al que se enfrentan los migrantes al cruzar todo el país. Las historias que cuenta el hombre de 33 años de edad parecen sacadas de una película de acción y resulta complicado imaginar de dónde sacó la fortaleza para seguir adelante.

Detrás de una cerca de acero, en la parte trasera de una pequeña capilla y a unos pasos de la antigua Estación Bernal que ahora luce abandonada, Edwin decidió claudicar en su objetivo de llegar a Estados Unidos. Su rostro no luce como el de una persona derrotada, sonríe y recuerda las situaciones que vivió en esta travesía. Parece que se considera un sobreviviente y se alegra de rendirse en su misión.

“Ya no me quiero ir de aquí”, repite una y otra vez mientras reconoce la ayuda que recibió de las personas en Querétaro. “Son más humanas que en otros estados”. Hace cuatro meses salió de Tegucigalpa con un grupo de migrantes que fue disminuyendo en el camino.

Algunos se quedaron atrás por falta de recursos para alimentarse, otros por los peligros que corren a lo largo del camino; incontables son las razones por las que algunos se quedan en el trayecto. Después de pasar por Tenosique, Tapachula, Ixtepec, Coatzacoalcos, entre otras ciudades, arribó a Tequisquiapan.

El tren es un transporte que no quieren tomar, pero es necesario. Comenta que las personas viajan sobre este, porque no cuentan con recursos para pagar un autobús que los lleve hasta la frontera con el país gobernado por el presidente estadounidense Donald Trump.

No es el medio que ellos desearían, porque son víctimas de abusos por parte de los delincuentes y de las fuerzas de seguridad que los ven como mercancía, sobretodo a las mujeres jóvenes, a quienes bajan de los vagones para explotar sexualmente o satisfacer sus propios deseos.

Mujeres que salieron en busca de un sueño y nunca se les vuelve a ver.

Edwin narra como en ApizacoHuamantla, un grupo criminal bajó aproximadamente a 17 mujeres jóvenes del tren, asegura, con la complicidad de los oficiales de policía. Dos de ellas venían acompañadas de sus esposos, a los cuales, dijo, les dispararon y los dejaron a la orilla de las vías.

Él corrió con mejor suerte y simplemente lo dejaron ir, caminó a medianoche con las manos en la cabeza sin saber hacia donde se dirigía y sobretodo, sin voltear atrás.

En otra ocasión los asaltaron y los sujetos, además de quitarles sus pertenencias, querían dañarlos solo por diversión. Los migrantes pasan hasta 15 horas continuas arriba del tren, en algunos vagones pueden dormir porque existe una barrera que impide que caigan, pero otros no corren con la misma suerte.

Con un trozo de cobija, cuenta Edwin entre risas mientras imita el movimiento, se amarran de la cintura y el otro extremo lo atan a los fierros del tren para asegurarse de no caer si el cansancio los vence.

El joven hondureño se dice afortunado, recuerda que en una de las redadas lo obligaron a bajar del tren y algunos kilómetros mas adelante este se descarriló; corrió con suerte. Sin embargo, nunca estuvo solo en el recorrido, pues hay otros testigos de todas sus vivencias.

Se trata de Kimba, una perrita que viaja con él desde Guatemala, así como con La rata, una cachorra que fue abandonada cerca de la estación Lechería en el Estado de México y Dulce, que los siguió en uno de los viajes a bordo del tren.

Los perros viajaron con él sobre los vagones, buscó la forma de subirlos y son hasta ahora, sus compañeras de vida. Actualmente Edwin vive en un pequeño cuarto prestado cerca de la casa del migrante, de cuatro metros cuadrados, piso de tierra y espacios huecos para ventana y puerta; su cama es una pila de tabiques con cartón y cobijas.

A un metro de distancia se encuentran los restos de lo que fue la fogata donde cocinó sus alimentos. Su dieta se compone de arroz y frijoles. Se encuentra optimista de comenzar a laborar en el basurero, en donde le comentaron que puede obtener hasta 300 pesos por día recolectando PET.

“Ahora que comience a trabajar voy a comprar más cosas, quiero comprar cable para que me pasen luz y luego otras cositas, poco a poco”, menciona, mientras dibuja en su rostro un gesto de esperanza. En la casa del migrante de la Estación Bernal se brinda comida a quienes buscan llegar a Estados Unidos y al igual que sucede en el sureste, las personas se organizan para preparar comida en bolsas y aventarlas a la orilla de las vías del tren para que las personas a bordo puedan subsistir y aguantar, al menos hasta llegar a otra entidad.

Este es un Querétaro diferente, un sitio donde los beneficios del desarrollo y la inversión parecieron detenerse en el tiempo. Los índices de seguridad aquí no importan, tal vez muchos de sus habitantes son parte de alguna estadística; este es el Querétaro que conoce La Bestia.

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