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Una noche en la Central de Abastos

Foto: Selene Ugalde
Foto: Selene Ugalde

A partir de las 03:00 horas, el tránsito de los camiones de carga en esta zona recuerdan a lo que se vive en hora pico en la avenida Bernardo Quintana o 5 de Febrero Carlos Uriegas Mientras Querétaro duerme plácidamente o  festeja alegremente, en las profundas horas de la noche hay un lugar que palpita, … Leer más

A partir de las 03:00 horas, el tránsito de los camiones de carga en esta zona recuerdan a lo que se vive en hora pico en la avenida Bernardo Quintana o 5 de Febrero

Carlos Uriegas

Mientras Querétaro duerme plácidamente o  festeja alegremente, en las profundas horas de la noche hay un lugar que palpita, que destila aromas, estalla de colores y guarda sabores. En la colonia Plazas de Sol se gesta diariamente el proceso que alimenta y nutre a quienes habitan la ciudad.

La madrugada de un sábado sirve para conocer el corazón de la Central de Abastos y develar un telón en el que los camiones van y vienen cargados de frutas, verduras y hortalizas en un peregrinaje de diableros que al grito de “golpe avisa” y entre canciones de los Bukis, se abren paso en los estrechos pasillos de las 320 naves que han albergado producto desde el 23 de marzo de 1985.

A partir de las 03:00 horas empiezan a inundarse los  estacionamientos de trailers, camiones y camionetas de carga; imagen que recuerda el tránsito que se vive en hora pico en la avenida Bernardo Quintana o 5 de Febrero.

Foto: Selene Ugalde

Ya instalados los camiones en el patio de maniobras y al pie de las bodegas que conforman las tres naves principales, los transportes abren sus puertas para dar paso a la descarga de alimentos; toneladas de jitomates procedentes de Sinaloa; guayabas, de Morelos; aguacates y limones ,de Michoacán; nopales, de Hidalgo y cientos de productos más son descargados para dar paso al acomodo.

Los diableros entre gritos y silbidos se abren paso entre la gente y muestran la pericia para controlar al vehículo que llenan de costales de alimentos; para ello, además de ese talento adquirido con la práctica, cuentan con el manto protector de las imágenes de María de Guadalupe y de otras santidades que se convierten en aliados para domar al diablo de dos ruedas.

Con los primeras horas del alba  el movimiento es más evidente  y la dimensión de la Central de Abastos comienza a distinguirse con todo su esplendor; la urbe comercial  vibra al ritmo de las frutas, las verduras y se nutre de pan dulce, de tamales para recargar las fuerzas y de atoles y café para combatir el frío que cala cuando empieza a amanecer.

Mientras Querétaro duerme o baila al ritmo de los antros hay un ejército que día con día se muestra victorioso entre sueños y pesadillas nocturnas  al ganar esas batallas que son premiadas en tu desayuno, comida o cena de hoy y de mañana.

Ellas le ponen el alma a la Central

La presencia femenina está latente y en muchas de la bodegas y pueden verse mujeres organizando, cobrando e indicando con voz de mando a dónde desplazar los diablitos repletos de costales. Tal es el caso de Alma Osorio, quien desde hace siete años y sin cumplir con una tradición familiar, decidió adentrarse en el mercado.

En su bodega, el color de las mandarinas y el olor a naranja le dan vida a un equipo que se mueve alegremente al ritmo que les va marcando. Lo rudo del trabajo no les impide pasarla bien y las sonrisas y las bromas son parte del equipo que encabeza Alma.

El empoderamiento de la mujer sigue dando muestras claras de que en un territorio “dominado por los hombres” ellas pueden competir sin problema alguno. “Cualquier mujer que quiera puede, en donde la pongas puede, querer es poder”, asegura Alma, quien contó con el impulso de su padre para entrar a vender a la Central de Abasto.

Ella explicó la razón por la que la mandarina elevó su precio: “La mandarina está un poco cara ya que no llovió mucho, el kilo está a 11 pesos ”.

Su reto principal es el trato con las personas, ya que cuenta que hay personas muy amables y personas que están muy “cabronas”.

Además de Alma, en la actividad comercial se pueden ver a mujeres realizando todo tipo de labores; desde el cobro y administración de la bodega, hasta la carga de diablitos con mercancía.

Foto: Selene Ugalde

Un ejemplo de emprendimiento

El emprendimiento está presente en la Central de Abastos y Esteban Munguía Vértiz ejemplifica que la juventud no está peleada con el trabajo;  a sus 18 años de edad se recupera del incendio que afectó su bodega en noviembre pasado y aprende a moverse en el comercio de aguacate, limón y pepino.

Esteban platicó lo que sintió ése día de noviembre, cuando con 16 años de edad se presentó por primera vez en el Mercado de Abastos.

Mis papás  me llevaron a las naves, para ver cómo era el movimiento, pero como que nunca me creyeron, hasta que les dije que mañana me llegaba mi primer pedido, ya vieron que era en serio. Recuerdo que llegué demasiado temprano, esperé que me llegara mi carga, la acomodé y esperé a que se vendiera; al principio no la ofrecía, pero me di cuenta que había que salir a vender el producto y no quedarme esperando”, reveló Esteban, quien actualmente estudia la carrera de finanzas en la Escuela Bancaria Comercial; cuando inició, a los 16 años, aún estudiaba la preparatoria en la Escuela Libre de Negocios.

Esteban ha ido aprendiendo del negocio venta tras venta y compartió las complicaciones que tuvo en un inicio.

“Así cómo se mueve mucho producto me llegó a pasar que en ocasiones no me pagaban la nota completa, o con tal de vender les daba el producto para que después me pagaran y no siempre fue así”.

Su principal aprendizaje más allá del negocio ha sido su crecimiento personal. “Ahora soy una persona más segura ya que tuve que enfrentar mis miedos para vencerlos; pararse temprano, lidiar con la gente, ir a ofrecer, cobrar y a pesar de tener 18 o 17 años tienes que abrirte un camino, fue complicado al inicio, pero cuando ya te van conociendo es más fácil”, recuerda Esteban, quien dijo que su papá trabaja en la elaboración de muebles y cocinas y su mamá es guía Montessori en un kínder.

Su productos, que son pepino, limón y aguacate procede principalmente de Michoacán y es el sector restaurantero en donde están sus principales clientes,  a quienes les garantiza puntualidad en la entrega y calidad en el producto.

Junto a su socio Sebastián Graham se han ganado la confianza de restaurantes como Toki Sushi, Kaori Sushi, Hotel Hacienda Jurica, Porto Bucios, Mariscos el Sirenito, Potzol Cano, Megalodón y siguen en negociaciones con otros restaurantes.

“Nadie de mi familia se esperaba que yo fuera a terminar aquí” y nos comparte que su bodega fue una de las diez afectadas por el incendio de noviembre en la central, situación de la que empieza a recuperarse, pero que lo orilló a moverse de bodega.

Al preguntarle sobre sus objetivos para este año compartió que espera tener más vehículos para mover el producto y mejorar la entrega. En cinco años se ve surtiendo a más restaurantes, no sólo en Querétaro sino piensa llegar a más estados de la República.

Sebastián Graham es el socio de Esteban Munguía y viene de una tradición bodeguera en Ecatepec, donde su padre se especializa en lácteos, se conocieron en la preparatoria y tiempo después decidieron conformar el equipo.

Sebastián se levanta a las 03:00 horas para llegar a la bodega, descargar y separar el producto para dejarlo todo listo para la venta, “me tenía que dormir a las siete para poder aguantar”, revela el joven de 19 años. Al final, dijo, hay que esforzarse para tener éxito.

“Hay que ser constante y esforzarse para que las cosas funcionen y debe gustarte lo que haces, y yo disfruto lo que hago”, finalizó Sebastián antes de reanudar su labor de surtir un nuevo pedido de aguacates.

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