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Menos desperdicios y más escuelas, con un ladrillo de plástico a la vez

Foto: The New York Times.
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Durante el año pasado, el proyecto construyó en Costa de Marfil nueve salones de clases de muestra utilizando ladrillos de plástico reciclado. Anemona Hartocollis Salió antes del amanecer. Sus cuatro hijos aún estaban dormidos en su casa de bloques de hormigón en Abobo, un laberinto de tiendas y viviendas ocupado por trabajadores portuarios, conductores de … Leer más

Durante el año pasado, el proyecto construyó en Costa de Marfil nueve salones de clases de muestra utilizando ladrillos de plástico reciclado.

Anemona Hartocollis

Salió antes del amanecer. Sus cuatro hijos aún estaban dormidos en su casa de bloques de hormigón en Abobo, un laberinto de tiendas y viviendas ocupado por trabajadores portuarios, conductores de taxi, obreros de fábricas y vendedores callejeros.

Ella y una amiga cruzaron al vecindario de lujo de Angré, hogar de médicos y hombres de negocios. Depositaron los desperdicios plásticos de estos consumidores en bolsas que colgaban de sus hombros mientras los gallos anunciaban el momento en que el sol se asomaba, reflejándose en los muros de las residencias cubiertos de buganvilias.

 

Menos desperdicios y más escuelas, con un ladrillo de plástico a la vez
Foto: The New York Times.

Mariam Coulibaly es parte de una legión de mujeres en Abiyán que se ganan la vida recogiendo desperdicios plásticos en las calles de la ciudad y vendiéndolos como material reciclable. Ahora son las participantes principales de un proyecto que convierte la basura en ladrillos de plástico para construir escuelas en todo el país.

Están trabajando con una compañía colombiana para convertir los desperdicios plásticos —una plaga de la vida moderna— en un activo que ayudará a que algunas mujeres ganen un salario decente mientras limpian el medioambiente y mejoran la educación.

Lo considera una oportunidad para mejorar su vida, e incluso para ascender a la clase media.

Los compradores actuales “no nos pagan bien”, dijo Coulibaly. “Este proyecto nos ayudará”.

Durante el año pasado, el proyecto construyó nueve salones de clases de muestra utilizando ladrillos de plástico reciclado en Gonzagueville, un vecindario rudimentario en las afueras de Abiyán, y en dos pequeñas aldeas campesinas, Sakassou y Divo. Las primeras escuelas fueron construidas con ladrillos importados de Colombia. No obstante, en otoño, una fábrica que se está construyendo en el parque industrial de Abiyán comenzará a producir ladrillos en esta localidad.

Menos desperdicios y más escuelas, con un ladrillo de plástico a la vez

Los nuevos salones de clases hechos con ladrillos de plástico son muy necesarios. Algunos salones de clases actualmente dan cabida a 90 estudiantes, de acuerdo con el ministro de Educación del país. La empresa que está construyendo la fábrica, Conceptos Plásticos, tiene un contrato con UNICEF para terminar 528 salones de clases para alrededor de 26.400 estudiantes, 50 estudiantes por cada salón.

En la pequeña aldea de Sakassou, los habitantes extraen agua del pozo con una bomba de pedal, crían cerdos y pollos, y cocinan sobre hogueras. Hasta este año, la escuela a la que iban los niños estaba en un edificio tradicional de madera y ladrillo de adobe. El ladrillo de adobe se erosionaba a causa del sol y la lluvia y debía repararse constantemente.

Sin embargo, los nuevos salones de clases de plástico prácticamente podrían durar por siempre. Los ladrillos interconectados parecen piezas de Lego negras y grises. Retardan el fuego y permanecen frescos durante la temporada de calor. El otro día, los aldeanos usaron uno de los salones de clases con decoración colorida para sostener una reunión de la aldea.

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“Esto es diez veces mejor”, dijo Joachim Koffi Konan, director de la escuela en Sakassou.

El proyecto no sería posible sin las aptitudes de organización de Coulibaly, presidenta de una asociación comunitaria para mujeres con 200 integrantes llamada The Fighting Women.

Ha estado recolectando basura durante casi veinte años, desde que tenía 15. Su esposo es conductor de woro-woro, un taxi colectivo.

Después de recoger basura una mañana reciente, fue a casa para realizar los quehaceres y luego regresó a trabajar de noche, en esa ocasión en el enorme mercado al aire libre de Adjamé, a la hora del cierre.

Ella y otras mujeres iban y venían por los callejones de luz tenue, pasando incluso por los locales del pescadero y el sastre, que aún estaba trabajando frente a su máquina de coser. Recogían hasta las pequeñas bolsas triangulares de plástico usadas para vender un trago rápido de agua en la calle.

En lo que se abre la fábrica, las mujeres les venden su plástico a intermediarios —la mayoría son hombres— en un mercado de reciclaje en Abobo-Baoulé.

El salario mínimo oficial del país es de aproximadamente 25 dólares a la semana, aunque muchas personas ganan bastante menos. Las mujeres dicen que ganan de 8,50 a 17 dólares a la semana.

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Coulibaly destina su dinero a las colegiaturas en una escuela privada para sus tres hijos de edad escolar: uno dice que quiere ser piloto, otro quiere estudiar medicina y a otro de ellos le gustaría ser policía.

Las mujeres de la asociación destinan algo de dinero a un fondo que después se redistribuye, lo cual asegura que, si una de ellas se enferma, aun así recibe algunos ingresos.

El proyecto fue idea de Aboubacar Kampo, un médico que acaba de terminar un periodo como representante de Costa de Marfil en UNICEF. Reclutó a Conceptos Plásticos, una empresa comercial de reciclaje de plástico que tiene la misión social de construir viviendas y generar empleos para personas pobres. Los fundadores, Oscar Andrés Méndez e Isabel Cristina Gámez, su esposa, acordaron trabajar con Kampo después de visitar Costa de Marfil el año pasado.

Se sintieron conmovidos al ver pepenadoras que llevaban bebés consigo mientras recogían basura en Akouedo, un vertedero conocido por ser un lugar donde se desechan desperdicios peligrosos, y creyeron que podrían ayudar. “Tuvo un gran impacto en nosotros”, comentó Méndez.

La pareja se mudó a Abiyán en junio para comenzar el proyecto, y planean llegar a otros lugares de África occidental.

Esperan emplear a 30 personas en la fábrica y comprar el plástico de casi mil mujeres en su primer año de operaciones.

Los primeros salones de clases costaron aproximadamente 14.500 dólares cada uno, en comparación con los 16.500 dólares por cada salón de clases de concreto, dijo Méndez. Espera que el precio baje un veinte por ciento cuando los ladrillos se fabriquen localmente.

Menos desperdicios y más escuelas, con un ladrillo de plástico a la vez
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No hay escasez de desperdicios plásticos. Abiyán produce cerca de 300 toneladas de plástico al día, pero solo un cinco por ciento se recicla, dicen los organizadores del proyecto. Cada salón de clases necesita alrededor de cinco toneladas de plástico para su construcción.

Kampo imagina un futuro en el que también se construyen viviendas de plástico para los profesores y letrinas para las escuelas. Los profesores de Sakassou comparten casas, pues sus familias viven en otras aldeas. En Gonzagueville hay catorce letrinas para 2700 niños y sus profesores.

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Antes de que todo esto pasara, la líder de The Fighting Women había estado considerando una nueva línea de negocio: vender bebidas frías.

Pero ahora, dice Coulibaly: “Creemos que hay futuro en el plástico”.

The New York Times

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