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El Cerrito revela la presencia tolteca en la región

Fotos: Pilar Pérez
Fotos: Pilar Pérez

La zona arqueológica del Municipio de Corregidora fue un importante centro ceremonial, que se ubica más al norte de Mesoamérica Gonzalo Flores El arqueólogo Daniel Valencia, encargado desde hace más de 20 años de la investigación de la zona arqueológica de El Cerrito, explicó que se trata del centro ceremonial que se ubica más al … Leer más

La zona arqueológica del Municipio de Corregidora fue un importante centro ceremonial, que se ubica más al norte de Mesoamérica

Gonzalo Flores

El arqueólogo Daniel Valencia, encargado desde hace más de 20 años de la investigación de la zona arqueológica de El Cerrito, explicó que se trata del centro ceremonial que se ubica más al norte de Mesoamérica, construido por los toltecas. Lo que ahora se presenta en forma de exhibición, se trata de datos novedosos ya que, si bien se ha generado mucho conocimiento sobre dicha cultura, no así de su presencia en esta región.

La historia del sitio arqueológico se narra a través de cuatro secciones museográficas en las que se exhiben alrededor de 125 piezas, la mayoría de ellas recuperadas durante los trabajos de exploración en el lugar, como resultado del proyecto de investigación arqueológica.

A dichos acervos se sumaron dos colecciones particulares que fueron entregadas al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para su custodia, y objetos que pertenecen al Museo Regional de Querétaro. Entre las piezas destaca una estela con la imagen de la diosa Itzpapálotl (mariposa alas de obsidiana), la deidad que veneraron los toltecas en El Cerrito.

La pieza es relevante porque la diosa aparece en varios códices, pero sólo se han encontrado tres piezas arqueológicas con su imagen: una en el sitio de Tula, Hidalgo; otra en Tenango del Aire, Estado de México, y la de El Cerrito.

En ese sentido, Daniel Valencia explicó que durante años de exploraciones han descubierto diversas evidencias de la diosa Itzpapálotl en El Cerrito, lo que hace claro que la deidad central del sitio fue ella.

  • El mito del origen

El discurso museográfico parte de la concepción tolteca del origen mítico que los define como un pueblo civilizado, que sabe de dónde viene y porqué los acompaña su diosa Itzpapálotl.

Daniel Valencia compartió el mito de origen: “Los toltecas vivían en un espacio donde no les hacía falta nada, llamado Tollan, pero en determinado momento los dioses decidieron que vinieran a poblar la Tierra y es a través de su nacimiento, en el mítico Chicomoztoc, ‘Lugar de las siete cuevas’, que empiezan la fundación de su Tollan terrenal, a través de la diosa patrona que les es asignada, Itzpapálotl”.

Para recrear el mito, la museografía rescata una imagen del Mapa de Cuauhtinchan II.

El segundo segmento del Museo del Sitio se refiere a la arquitectura desde el punto de vista de la construcción del espacio sagrado, pues detalla cómo se construye un centro ceremonial, los materiales arquitectónicos, pigmentos y algo esencial para los toltecas: la escultura.

Todo estaba decorado, todo tenía lápidas con esculturas grabadas y sus fachadas presentaban coronamientos que ornamentaban la parte superficial, asimismo, diseñaron gran cantidad de clavos arquitectónicos con la representación de chalchihuites o cabezas de serpiente, entre otros motivos, que empotraron a las fachadas y alfardas”, detalló.

Una sección que finaliza con una maqueta que reconstruye hipotéticamente cómo pudo haber sido el sitio prehispánico en su momento de esplendor. La reproducción abre un gran ventanal que permite divisar la pirámide en el exterior de la sala.

En algún momento El Cerrito se convirtió en un gran santuario por donde peregrinaba gente de todo Mesoamérica, como lo evidencian diversos materiales, como malacates decorados con chapopote que vienen de la Huasteca, conchas del Pacífico, una figurilla de los Altos de Jalisco, una vasija de la frontera de México con Guatemala, hachas de piedra, ollas, cuentas de concha y de piedra, entre otros.

  • Las rutas sagradas

Además, para el museo se hizo una serie de planos que muestran las rutas sagradas y de intercambio por donde circularon ideas.

Esa tradición de peregrinaje permaneció aún después de la llegada de los franciscanos, cuando los pueblos otomíes continuaban colocando ofrendas ‘paganas’, llevaron entonces a la Virgen del Pueblito, una de las principales imágenes marianas del periodo novohispano, a la que después le construyeron su santuario en la población cercana de San Francisco Galileo, para trasladarla. Esto se toca en la parte final del recorrido, para dar referencia de la historia novohispana del sitio.

Por fechamientos y evidencias de materiales sabemos que el sitio existía desde el año 700, con una cultura relacionada con las del occidente de Mesoamérica. Cuando los toltecas lo abandonan, hacia 1200 d.C, éste conservó su carácter ceremonial, y de ese tiempo los arqueólogos han hallado ofrendas de hachas, distintivas de los chichimecas, que aluden al momento cuando se dio una ocupación chichimeca, y en el período Posclásico Tardío llegó la población otomí”, finalizó.

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