En 1996 México constituyó un mecanismo de financiamiento consistente en un Fideicomiso llamado Fondo de Desastres Naturales (Fonden), el cual permitía una oportuna rehabilitación de la infraestructura federal y estatal por desastres naturales, así como apoyos a los damnificados.
El Fonden funcionó bien, con deficiencias menores, pero eficaz en su objetivo.
Lamentablemente, en 2021, el actual Gobierno decidió desaparecerlo, afirmando se prestaba a la corrupción, sin que en ningún momento presentara pruebas o denuncias para demostrarlo.
Además, el fondo de 10 mil millones de pesos que tenía el Fonden se dispersó de manera muy opaca en sus obras faraónicas como el Tren Maya y el Aeropuerto de Santa Lucía, el cual, a la fecha, nos sigue haciendo perder dinero a los mexicanos.
Y como muchos legisladores opositores lo dijeron, la realidad nos alcanzó y hoy, más que nunca, es evidente que el presidente López Obrador se equivocó y las consecuencias las están pagando miles de mexicanos.
En este año, han existido diversos desastres naturales que han dejado devastación en estados como Baja California, Baja California Sur, Jalisco, Colima, Veracruz, Oaxaca, y recientemente, el más catastrófico, en Guerrero, con el paso del huracán Otis, que ha hecho evidente la ausencia de apoyos federales, la operación torpe e indolente de las autoridades y la terrible afectación a la población.
Acapulco es el municipio más afectado, y los errores comenzaron por la omisión de notificar a la población el riesgo, cosa que si hizo el gobierno de Estados Unidos, para que la gente pudiera tomar previsiones e incluso evacuar las zonas de más alto riesgo.