Alejandro Gutiérrez Balboa
Con recursos muy limitados y con ayuda militar escasa, Ucrania se ha dado el lujo de golpear significativamente a su invasor, haciéndolo ver mal en lo estratégico, lo militar y en graves violaciones a los derechos humanos. Pese a ello, su victoria se ve muy lejana y poco probable.
Ucrania enfrenta una invasión de un país mucho mayor en potencia, territorio, recursos, población y poder militar; lo ha hecho con dignidad, heroísmo y eficacia, pero no podrá enfrentar un fantasma cada vez más inminente: la guerra prolongada. A 19 meses de la invasión, no sólo ha recuperado algo de terreno, sino que audazmente ha golpeado objetivos sensibles rusos: algunos barcos de guerra han sido hundidos, han dañado un submarino nuclear, bombardeado ciudades rusas, Moscú incluida, y atacado blancos en Crimea, a donde ha llegado la guerra.
Pero esto no ha sido suficiente para disuadir a los rusos en sus propósitos, a lo más han encarecido el precio a pagar por su agresión y en ello mucho tiene que ver lo escaso de la ayuda de Occidente, que ha sido más moral que material. Ciertamente que el prestigio de Moscú no se encuentra muy alto, pero hace falta mucho más para que los ucranianos tengan alguna esperanza de sacudirse el poder ruso.
Ucrania, dadas estas circunstancias, ha sabido aprovechar al máximo las oportunidades que brinda la guerra irregular, especialmente con el uso de drones, pero su anunciada contraofensiva se ha visto muy limitada y con logros pobres. Sin armamento adecuado es imposible doblegar el poder militar de los rusos y las potencias occidentales han restringido o pospuesto el envío de material suficiente.
Las sanciones a Rusia han afectado en muchos aspectos la economía y el prestigio ruso, pero no han sido suficientes para disuadirlos de sus propósitos originales. Como están las cosas, Rusia logrará la victoria sobre Ucrania tarde o temprano y este último país quedará muy destruido, cercenado territorialmente y con un enorme volumen de heridos y mutilados, amén de una gran masa poblacional que se verá obligada a emigrar en medio de una crisis que ya se asoma.
Cuando a un agresor no se le enfrenta con decisión y firmeza, de nada sirven las sanciones morales y en cualquier momento los que ceden o callan pagarán las consecuencias de su debilidad. Así como México fue mutilado en 1847, lo está siendo Ucrania ahora. Y todavía se invita a los agresores a desfilar en nuestras fiestas patrias. Esto tiene costos políticos que se habrán de pagar sin duda.