Alejandro Gutiérrez Balboa
Después que el Partido Popular no ganara con el margen que esperaba, que el PSOE, a pesar de una gestión corrupta, mentirosa y atentatoria al crecimiento económico; y de que VOX perdiera su grado de representación en el congreso español, varias lecciones se deben aprender en otras latitudes del mundo.
Una, que los partidos han perdido representatividad, legitimidad y credibilidad en el electorado en buena parte de los países, porque no han atendido las demandas ciudadanas y han privilegiado sus intereses por mero pragmatismo y su codicia de poder por el poder.
Dos, las elecciones son un mercado, en el que los clientes votan (compran) un producto que les aporte beneficios tangibles. Esto lo han entendido los demagogos que dan dinero con disfraz de programas sociales, pero que en realidad compran lealtades políticas, sin importar el impacto que esto tenga en la salud de finanzas públicas y de gastos necesarios de infraestructura, educación, etc.
Tres, el Partido Popular se ha alejado de una eventual alianza con VOX, prefiriendo negociar con el PSOE, sin entender que el daño proviene de la izquierda, que constituye el adversario a vencer y que de no ocurrir esto, la izquierda dejará de lado al PP sin miramientos. Increíblemente el PP ha trabajado para el PSOE en un resultado final y no para España.
Cuatro, las posturas populistas de derecha, características de VOX, con tufos chauvinistas e intolerantes, ya no venden y sólo ahuyentan a buena parte del electorado, que rechaza planteamientos extremos. Fenómenos como Trump, Bolsonaro, Bukele u Orban, son muy difíciles de repetir y se han desprestigiado muy rápido.
Quinto, la lucha a nivel planetario es cultural ante todo y de muy largo plazo, porque la izquierda tiene en esto una enorme ventaja. Por ello, sexto, es imprescindible atender con prioridad las demandas más urgentes de la sociedad; comprometerse a resolver los problemas que las mayorías plantean aquí y hoy, y que los gobiernos de izquierda agravan, en especial la inseguridad, el desempleo, la falta de educación de calidad y de oportunidades; una lucha real y efectiva, comprobable, contra la corrupción y la ineficiencia; el fortalecimiento de las instituciones, los contrapesos y la rendición de cuentas. De no ser así, los socialistas seguirán controlando el poder y minando la democracia, como el caso de España.