Claudio Sarmiento
Si la norma no se ejerce, no existe. Y si se ejerce un comportamiento en el espacio urbano, de manera consistente y sin rendición de cuentas, se entiende que existe una norma (a veces implícita) que lo permite. Ambas condiciones coexisten en Querétaro, especialmente en obras públicas viales y en nuestros hábitos de movilidad cotidiana. Más explícitamente, los ciudadanos tomamos conciencia de la existencia de dichas normas a través de nuestra experiencia de primera mano.
Por un lado, queda claro que sin la exigencia del cumplimiento de nuestras leyes y reglamentos de tránsito, infracciones como invadir ciclovías, exceder velocidades (aunque no estén indicadas) o dar vueltas a la derecha con alto en semáforo, se vuelven normas informales que tenemos que soportar. Por otro lado, el hecho de que al día de hoy se construyan obras viales que incumplen con los anchos mínimos de banqueta, no cuentan con accesibilidad universal o no respetan la jerarquía de movilidad sostenible, pone en evidencia la inutilidad de normas vigentes como el recién desechado Manual de Diseño Urbano para el Espacio Público.
Lo que menos queremos los ciudadanos es que tanto esfuerzo por mejorar nuestras normas termine en letra muerta de facto. Si no podemos establecer una línea clara y contundente entre leyes que exigen una movilidad saludable, segura, sostenible y solidaria, por ejemplo, entonces nos compete a la ciudadanía realizar denuncias y auditorías ciudadanas para que las normas sean obra de todos.
MT