Alejandro Gutiérrez Balboa
La reunión del presidente con sus gobernadores y corcholatas de hace 2 días sirve para afianzar un proyecto transexenal indeseable para el futuro del país. De las múltiples lecturas de las elecciones del domingo pasado, destaca la falsa percepción de la inconciencia y el alucine, de que “hay tiro”.
No lo hay. El camino queda pavimentado para una reedición de los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, con resultados ya conocidos, ya vividos. Algunos factores que el bloque opositor no está viendo, a pesar de tan enormes y evidentes:
No se gana una gubernatura en México sin la voluntad del grupo hegemónico. En el Estado de México el grupo cuasi dueño de esa entidad, por lo menos se dividió, si no es que pactó la entrega. Pero el grupo que llega no es extraño ni ajeno al grupo hegemónico, es una derivación del mismo, es el chamaco que creció y pretende tomar sus propias decisiones sin la tutela paterna.
No debe extrañarnos, pero tampoco lo debemos ver como algo normal, sino más bien como algo denunciable, el que una candidata que ha delinquido se alce con la victoria. Es el sello de la casa, son los usos y costumbres del grupo vencedor, al que dócil y abnegadamente sirve la “triunfadora”. Ella hará lo que le digan y nombrará a quien le señalen.
Tampoco debemos ser indiferentes al mapacheo, a la compra de votos, al condicionamiento y amenazas abiertas para “amarrar” el voto. El PRI siempre utilizó y llevó a lo sublime la técnica; sus discípulos no hacen mas que aplicar lo aprendido. Grave que militares hayan sido detenidos en labores de distorsión de la elección. La obediencia castrense en este caso no aplica y los costos para la Institución son muy serios.
Para grandes mapaches, para grandes demagogos, para grandes populistas, se requieren grandes liderazgos. Ni la coalición de mediocres forja un liderazgo genuino. Si más de la mitad del universo electoral no salió a votar fue porque ninguno de los candidatos le atrajo. Esto no lo ven los coaligados.
El PRI, como un partido de centro, contrapeso a la izquierda, se diluye. Si sus dirigentes, si la nomenklatura decide irse al nuevo proyecto, con tal de lograr impunidad o preservar poder e influencia, o acaso influir desde adentro, cualquiera de estas opciones dinamita el futuro del país, que jamás estará en la izquierda. El supuesto partido de derecha nada tiene que ganar junto a socios no confiables.