Alejandro Gutiérrez Balboa
A medida que transcurre el tiempo, a casi 15 meses de su inicio, la inoperancia rusa en Ucrania se hace cada vez más palpable y evidente. Una potencia mundial, pretendidamente la segunda, ha sido incapaz de terminar la tarea asignada frente a un país bastante más débil, pequeño y vulnerable, pero mucho más decidido y audaz. La Rusia de Putin está pagando un precio muy alto en su aventura.
Parecía una labor bastante más sencilla, todo mundo pronosticó una derrota ucraniana en poco tiempo, Ucrania no era rival para la potencia nuclear y militar; la realidad ha sido muy distinta, muy amarga para el gobierno de Vladimir Putin.
Es obvio que calculó mal la resistencia ucraniana y la respuesta del mundo. Las sanciones económicas y políticas que poco a poco impusieron los principales países han minado la potencia rusa y no sólo en lo militar. Su economía se estanca, aparecen cada día más y más críticos y opositores no sólo a la conducción gubernamental de la aventura ucraniana, sino a la ya muy larga permanencia en el poder de Putin y su liderazgo paulatinamente se erosiona.
Un aspecto relevante que salta a la vista es que Rusia ya no es la segunda potencia mundial y posiblemente tampoco sea la tercera. Hoy los rusos dependen más y más de China, de su neutralidad, de la provisión de sus recursos, de su intercambio comercial y militar. Hoy es evidente que China desplazó a Rusia como potencia y que ya no volverá a tener ese lugar.
Otro punto central es la ineficacia en el liderazgo militar ruso. El tener que recurrir a agentes no institucionales como el grupo Wagner, o el tener que adquirir drones iraníes de urgencia para enfrentar los ataques ucranianos, muestra que la otrora fortaleza militar rusa ha quedado atrás. Ciertamente que su poderío nuclear es de respetarse, pero la eficiencia en las conducciones bélicas de sus fuerzas armadas se ha diluido, así como sus adelantos tecnológicos y armamentistas; hoy Rusia es un fantasma de lo que fue en lo militar.
Y el autoritarismo estilo zarista de Putin, aunado a la eliminación de la oposición; la corrupción que se ha hecho endémica en el sistema político ruso, la falta de cálculo respecto del efecto real de las sanciones occidentales y las posibilidades de sortearlas; la concreción del crecimiento de la OTAN junto a sus fronteras, que fue el pretexto para la invasión; todo ello habla de falta de liderazgo y de conducción. Y esas fallas se pagan. Lo más importante: Rusia ya no es tan respetable como lo fue.