Alejandro Gutiérrez Balboa
Hemos anunciado varias veces que el régimen cubano se colapsa. Desesperadamente lento, pero se colapsa irremisiblemente. A pesar de las ayudas extraurgentes y desesperadas de sus aliados y simpatizantes, no hay forma de evitar el derrumbe, mismo que ocurrirá más tarde que temprano.
El régimen cubano no es viable desde el derrumbe de la Unión Soviética. Desde la llegada de Castro al poder en enero de 1959, Cuba ha sido parasitaria, ha vivido a expensas de otros. Primero la mantenía la URSS, con cierta solvencia por su cercanía a Estados Unidos, pero después de 1991 ya no fue posible. Previendo esto, Castro proyectó revoluciones con distinta táctica en América Latina.
Con la ayuda del brasileño Lula, se creó el Foro de Sao Paulo para promover agitaciones en varios países que llevaran al poder a gobiernos más o menos distintos al modelo cubano y ahora por la vía electoral, abandonando la táctica de los focos guerrilleros que no solamente fracasaron rotundamente, sino que costaron millares y millares de vidas, y provocando el repudio social.
Tuvieron éxito en Venezuela y a partir de aquí, se proyectaron golpes en varios países de América, ya que las aventuras africanas y asiáticas ya no tenían viabilidad. Así vimos revueltas en Chile, en Ecuador, en Perú y en Colombia con un resultado muy desigual.
Después se inventó el Grupo de Puebla, para canalizar una serie de revoluciones de corte cultural, más que armadas, pero con el mismo propósito: configurar una cadena de gobiernos latinoamericanos que siguieran manteniendo a Cuba y al régimen que la oprime desde hace 63 años.
Así, gobiernos como el nuestro aportan millones de dólares al sostenimiento de la dictadura castrista, pero ni así. El fracaso es inocultable, monumental. La semana pasada se anunció que ya no podrán consumir pollo los mayores de 13 años, con lo que este producto se suma a una larga cadena de racionamientos alimenticios en la isla, sumados a los energéticos. Se han filtrado imágenes de gente desfalleciendo en la calle por inanición y nuevas protestas masivas ciudadanas, aplastadas a sangre y fuego.
Desde luego que el gobierno repite una y otra vez que la culpa de todo esto se debe al “bloqueo” y no a su perversa administración. El final llega inexorable. No hay forma de revertir el colapso y Cuba volverá a ser libre. Ojalá no sea más sangriento.