Alejandro Gutiérrez Balboa
Decía Lucas Alamán en 1852, un año antes de morir, que era indispensable que el país contara con una fuerza armada que lo “defienda y haga respetar”. En esto no estaban de acuerdo los liberales de su tiempo, más bien inclinados a reducir a su mínima expresión al ejército o de plano sustituirlo por una pequeña guardia nacional.
170 años después, nuestro país vuelve a sacudirse en esta inútil polémica, auspiciada por un dirigente de un partido, que no de la República, y que dispone de toda la hacienda nacional para debilitar las instituciones, al instituto armado y todo lo que se opone a sus obsoletos designios.
La discusión no tiene razón de ser desde el punto de vista semántico. Las fuerzas armadas de un país han sido creadas para su defensa exterior, contra ataques y agresiones provenientes del extranjero. Solamente en casos de grave perjuicio de la tranquilidad y paz interiores, estas mismas fuerzas podrán intervenir de manera solidaria y limitada en el tiempo, para auxiliar a las fuerzas del orden interior, esto es, a las policías, en el restablecimiento del orden.
Las policías, las encargadas del orden interior, pueden ser de muchos tipos, desde muy especializadas o incluso militarizadas, como una gendarmería, carabineros, o guardia nacional, hasta policías municipales cuyo alcance es precisamente dentro del municipio al que pertenecen. Debe también haber policías estatales y federales, todos con el mismo propósito, el de preservar el orden interior del país.
Pero así como no es posible pedirle a un cuerpo policiaco labores de defensa nacional o de cualquier tipo castrense, tampoco se puede responsabilizar a las fuerzas armadas del orden interior, pues no son policías, no piensan ni actúan como policías; no están entrenados para eso. El problema de inseguridad de nuestro país yace precisamente en el abandono que legisladores, alcaldes, gobernadores y presidentes han efectuado o permitido que se efectúe, de las policías, sobre todo de las especializadas, al tiempo que han recargado toda la responsabilidad en las fuerzas armadas, hoy ya sin límite de tiempo previsible.
A medida que pasan los días, los eventos de inseguridad seguirán creciendo incontenibles por el abandono de una función esencial para atenderla: la creación, capacitación y cuidado de policías, al tiempo que se sobrecarga a las fuerzas armadas de responsabilidades y funciones completamente ajenas a su razón de ser.