Mateo: 21, 1-11
Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”.
Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo.
Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!” Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”.
Reflexión
¿Qué papel jugamos nosotros?
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
El Evangelio no es sólo una historia del pasado. Es una revelación viva, actual. Nos descubre lo que hoy está pasando entre Jesús y nosotros. Nos explica cómo nos trata Él y como lo tratamos nosotros a Él.
El Evangelio es como un espejo: no hay más que abrirlo para poder reconocerse en él.
En la pasión de este año se mueven los mismos actores que en aquel tiempo de Cristo.
En primer lugar, los indiferentes: son los cansados, los meros espectadores, que no les gusta meterse en líos, que dejan hacer a los demás – pero sin los cuales nunca se harían estas cosas.
¿Ante cuántas injusticias y dramas hemos demostrado nosotros esa indiferencia?
A continuación van los cobardes: son las personas que en los momentos difíciles dicen, como San Pedro, que “no conocen a este hombre”. Son cristianos que a lo mejor oyen muchos sermones, participan en la misa todos los domingos. Pero cuando las cosas se ponen feas, cuando hay cruz y se derrama sangre – entonces dicen que no tienen nada que ver con Él, que no conocen a este hombre.
¿Quién de nosotros no es también cobarde, en determinados momentos?
Están también los verdugos. No podrán faltar, son los mismos de siempre – con sus métodos brutales y sádicos, con sus corazones de piedra.
Y nosotros, ¿cuántas veces hemos sentenciado a otros con nuestros juicios injustos y nuestras calumnias arbitrarias?
Y no falta la misma víctima, inocente, dolorida, paciente. Hoy hay más víctimas que nunca: justos que sufren, inocentes perseguidos, viejos inútiles, huérfanos, encarcelados en todo el mundo.
Pero no hay que ir tan lejos. A nuestro lado hay quienes sufren, lloran, pasan hambre, están enfermos, no tienen trabajo, se sienten solos…
Y así Jesús, con mil rostros distintos, sigue estando en medio de nosotros y vuelve a iniciar cada día el camino hacia el Calvario.
Y nosotros, ¿qué papel jugamos? Podemos escoger el rol que nos guste, podemos hacer para con Jesús lo que queramos.
También podemos hacer que haya algunos servidores fieles, algunos corazones atentos, algunos rostros amigos. Podemos regalarle a Jesús presente en los hermanos, gestos de piedad, de compasión, de solidaridad y unidad.
Entonces, ¿quién va a hacer de Verónica? ¿Quién quiere ser Simón de Cirene?
Simón de Cirene, al principio, se sintió indignado y sin ganas de llevar la cruz. Pero poco a poco su atención se dirigió hacia el hombre que caminaba por delante: aquel compañero suyo tan paciente, digno y silencioso, tan valiente y fuerte en el sufrimiento.
Al principio vio sólo la carga de la cruz, pero al final ya no vio más que a Jesús. Y se alegró de poder ayudarle y acompañarlo en su camino.
Queridos hermanos, ese es el verdadero cristiano: el que sabe que nunca puede tener tanta alegría como cuando comparte el dolor con el hermano, y cuando acepta la cruz por amor al Señor. Por eso les invito a vivir con ese mismo espíritu la Semana Santa que hoy empezamos.
MT