Mario Maraboto
En agosto de 2021 cuestioné en este espacio si las “conferencias de prensa” del actual presidente tienen caso cuando en realidad no se responde a las preguntas serias o se responde con “otros datos” que nunca son mostrados y su objetivo no es informar sino hacer propaganda.
El alto índice de popularidad que mantiene el presidente se basa en su comunicación en esas “conferencias” (no en sus resultados de gobierno), a través de canales de comunicación que, fuera de los medios oficiales, generan críticas, comentarios y discusiones sobre sus dichos y ocurrencias, es decir, los medios de comunicación potencializan sus mensajes.
¿Cuáles son eso mensajes? Se trata de mensajes para auto lucirse como un mesías que tiene la misión superior de acabar con los malos, identificados como “conservadores”, “traidores”, “neoliberales” y “corruptos”, a fin, dice, de reivindicar a un pueblo que ha sido abusado por -y del que se han burlado- los poderosos agrupados en “la mafia del poder”.
Mensajes que buscan hacer creer que está con el “pueblo bueno”, a base de palabras polarizadoras e insultantes, que no sólo ofenden a quienes le hacen ver sus errores o difieren de sus criterios, sino que incitan a la violencia en contra de esos “enemigos”. Ejemplo reciente de ello son los ataques verbales y a través de las redes sociales que ha recibido la nueva Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a quién considera como parte de los opositores, sólo porque no llegó a ese cargo su ministra plagiaria.
Su estrategia siempre ha sido adaptar los hechos a una narrativa en la que él es la víctima y otros, los adversarios, son los causantes de todos los males, una ficción en la que todo lo que se hizo en el pasado estuvo mal y en donde al espionaje se le llama inteligencia/investigación.
Una comunicación que le permite capitalizar eventos de terceros para su propio lucimiento y ser reconocido como el gran transformador, tal como sucedió la semana pasada durante su reunión con mujeres de su gobierno en Palacio Nacional, en donde, cada vez que mencionaron su nombre, él fue aplaudido, no las mujeres.
Una comunicación que deviene en propaganda a su favor, niega la realidad, minimiza cada situación y elude su responsabilidad; que habla de una realidad paralela en la que todo va bien, disminuye la delincuencia, se acabó la corrupción, la economía está boyante y sus grandes obras de infraestructura terminarán de salvar al país. Mensajes en los que queda de manifiesto que la Ley no es importante, sino la (su) justicia. Por eso enjuicia a todo el que considera traidor y busca desaparecer organismos autónomos que, mal que bien, han contribuido al crecimiento social, político y económico del país, pero que no responden a los intereses del presidente.
Su comunicación se enfoca a preservar su imagen como un líder que lo sabe y lo puede todo, que nunca se equivoca, que es un luchador incansable que “trabaja” desde las 6 de la mañana (aunque después de la mañanera casi nunca se le ve en eventos o sólo aparece jugando beisbol) y que sus “adversarios”, por el afán de desestabilizar su gobierno, son los responsables de todo lo que le sale mal: “…es estar constantemente atacándonos, desacreditándonos, de eso no tengo duda” (Conferencia del pasado viernes).
Su popularidad se ha mantenido porque ha logrado que los medios de comunicación reporten y multipliquen sus mensajes y todo lo que sucede en ese show, para que se hable y se discuta lo que él quiere para evitar los temas realmente importantes.
Sus conferencias mañaneras no informan. ¿Qué pasaría si el periodismo serio se abstiene de cubrir el show mañanero o, al menos de publicar todas sus expresiones y caprichos? Creo que vale la pena hacer la prueba en un intento de desinflar su popularidad.