Roberto Mendoza
Este miércoles se volverá a celebrar el día internacional de la mujer, habrá marchas, quizá algunas mujeres rompan algo, pinten algo, lancen consignas, algunas otras critiquen este comportamiento y muchos lo condenen y… más nada, el jueves las mujeres volverán a tener su rol y los hombres el suyo.
Paridad es uno de los conceptos del que se habla y se empieza a ejercer, pero ¿Qué es la paridad? Que a las mujeres se les “deje” tener la mitad de las oportunidades en cargos, encargos, decisiones y poderes, la otra mitad a los hombres. Para dimensionarlo pondré un ejemplo: En la actual LXV Legislatura hay paridad de género total, 250 diputadas y 250 diputados, pero en la integración del poder, no hay equidad, en los siete partidos políticos que integran la legislatura no hay una coordinadora parlamentaria, todos son hombres, tampoco en estos dos años, hay una presidenta de la cámara, a pesar de la paridad los espacios de decisión siguen siendo para los hombres. Eso sí, la legislatura se llama “de la Paridad, la Inclusión y la Diversidad”.
Entonces la paridad, en realidad es una concesión un poco tramposa, la primera pregunta que me viene a mi mente machista es si en el cambio entre hombres y mujeres, las mujeres lo harán mejor, si tan sólo con cambiar de hombre a mujer veremos una transformación de nuestra vida, la respuesta es que no se sabe, porque no hemos dejado que las mujeres gobiernen, no les hemos dado el poder, muy apenas les estamos dejando la mitad de las posiciones. Para saber si las mujeres lo harán mejor necesitaríamos darles cuando menos un siglo del poder total y confiar como lo han hecho ellas, en nosotros los hombres, durante más de 5 mil años.
Pero más allá de confiar en una mujer por encima de un hombre, lo que en realidad podríamos pensar y ese si sería una transformación de nuestra vida, sociedad y configuración mental es cómo dar los pasos definitivos para eliminar la diferencia entre hombres y mujeres. Físicamente, será imposible, porque es tan prioritario que, sin ellas, no existiríamos; lo que tenemos que dejar de lado es ver a una mujer como un apéndice del hombre, como una figura de dependencia, como una constante menor de edad, como una débil, distraída y menos significante ser humano.
La equidad, no la paridad, deberá forzarnos a ver a las mujeres como humanos con sus inherentes diferencias, capaces igual que los hombres de hacer, decidir, construir, crear, formar y gobernar. Las mujeres son las únicas en nuestra especie que se embarazan y eso ha sido atacado como una desventaja laboral, lo mismo sucede con sus cambios físicos, con su belleza, es muy fácil atacar a una mujer, a veces hasta por la decisión matutina de cómo vestir, a dónde y cómo viajara en su día a día, las mujeres deberían ser nuestra guía en muchas situaciones para incluir su punto de vista diferente y enriquecedor, pero muchas veces son minimizadas porque se desprecian precisamente, todos sus talentos.
Estamos tan mal, que muchas mujeres me han dicho que hablan y actúan como hombres para poder acceder a las esferas de poder… El poder, hay que reconocerlo, siempre ha estado en el lado femenino de nuestra especie, somos los hombres los que tenemos miedo al poder de la mujer, de ahí la intención y acciones de sometimiento. Es momento de cambiar, los hombres no somos mejores a una mujer, si podemos aspirar a ser más equitativos, más respetuosos, incluir sus puntos de vista en todas las decisiones, aprender de su honestidad, eso ayudará a tener una mejor sociedad en general, una nueva forma de organización mundial, traducida en mejores decisiones de poder y una vida diaria más feliz.