Dejemos por un momento al presidente López y hablemos del Super Bowl LVII, que se llevó a cabo el domingo pasado y en el que se mueve mucho dinero que beneficia, entre otros, a patrocinadores, la ciudad sede, hoteles y restaurantes, las televisoras, a los vendedores de alimentos y recuerdos, y a los propios equipos y sus jugadores, especialmente los estelares.
Solo para tener una idea de lo que representa este evento, he aquí algunos datos estimados:
En el estadio estuvieron presentes 60 mil personas que consumieron alimentos y bebidas (básicamente cerveza). Respecto a la bebida, por lo regular se consumen cerca de mil 230 millones de litros de cerveza durante este evento, lo necesario para llenar al menos cinco albercas olímpicas. En todo Estados Unidos, la fecha del Super Bowl ocupa el segundo lugar en consumo de cerveza, solo detrás del 4 de julio, Día de su Independencia.
A ellos se sumaron alrededor de 189 millones de televidentes que, además de ver el partido y el ‘show’ de medio tiempo, vieron la publicidad cuyo atractivo, en la mayoría de los casos, es que es especialmente diseñada para el evento. Durante las cerca de cuatro horas que dura, se destinan 50 minutos a la publicidad, cuyo costo al aire es de alrededor de 6 millones de dólares por 30 segundos, aunque el precio varía dependiendo del momento de su transmisión, ya sea en el primer cuarto, segundo cuarto, ‘show’ de medio tiempo, tercer cuarto o último cuarto. Hasta ahora, el anuncio más caro en la historia del Super Bowl ha sido en el 2020, cuando Amazon pagó 16.8 millones de dólares por 90 segundos para publicitar a su asistente virtual Alexa.
Pero esos televidentes también incrementan su gasto en alimentos y bebidas para ver el evento. Se estima que el 79 por ciento de los espectadores hace un sobregasto en comida y bebida. Conforme a una encuesta preliminar, el 72 por ciento de estos fanáticos pudo haber consumido frituras y cacahuates, el 52 por ciento debe de haber consumido bebidas alcohólicas y el 47 por ciento debe de haber comprado carne y vegetales. Tan solo en la edición del año 2020, año de pandemia, el Super Bowl generó una derrama económica de aproximadamente 740 millones de pesos en comida rápida.
Lo interesante es lo siguiente: El costo del boleto, según el sitio Stuhub, fue de entre 60, 899 (en una esquina en la parte más alta) y un millón 641 mil pesos (en las primeras filas sobre la yarda 50). A ello se agregan el costo del pasaje aéreo y del hospedaje y, con base en eventos anteriores, se estima que los mexicanos que asistieron deben haber gastado alrededor de 35 mil pesos por persona entre viaje, hotel, renta de auto, alimentación, recuerdos y otras actividades, además del costo del boleto.
Por ello, el evento es para personas con recursos económicos de sobra o para quienes pueden endrogarse para pagar en mensualidades. Hasta ahora es pronto para determinar la cifra exacta de mexicanos que asistieron el pasado domingo, pero, en los años previos a la pandemia, el promedio de asistentes nacionales era de 3 mil, es decir, alrededor del 5 por ciento del aforo en los estadios donde se presentó el Supertazón.
Un político que anunció que estaría presente y que ya tenía el boleto de entrada, fue el candidato morenista al Gobierno de Coahuila (es empresario, tiene dinero y asiste cada año), pero a fin de cuentas no asistió (el dinero no le preocupó); falta ver qué otros funcionarios de este Gobierno ‘austero’ (y/o sus hijos) decidieron romper la austeridad franciscana para estar presentes en dicho evento.