Roberto Mendoza
La democracia es un sistema que no se ha renovado en más de dos mil años, pero también es una realidad nueva en muchas sociedades del planeta, una de ellas es la nuestra, apenas hace unos 30 años la pluralidad política es una verdad entre nosotros. No fue fácil, varios cientos pusieron su vida en este esfuerzo y la perdieron, otros lucharon por años e incluso pensaron que nunca lo íbamos a lograr; pero lo logramos, hoy la democracia la hacemos todos en el país, construimos un aparato ciudadano que busca dar certeza a nuestras decisiones, es tuyo y mío y se mantiene con dinero que aportamos a diario, pues el presupuesto es de la nación, de la sociedad, no del gobierno, nosotros pagamos nuestra democracia. Como institución humana, el INE tiene sus defectos y como tal siempre se puede mejorar.
Este gobierno se benefició de nuestra democracia, una a la mexicana, le costó trabajo llegar al poder, pero convenció y ganó, ese es exactamente el objetivo, trabajar sin descanso, persuadir, seducir y luego triunfar, hasta ahí el trabajo democrático. Después el gobierno que elegimos entre todos tiene que tomar decisiones, en nuestra condición humana este arbitraje de la realidad tendrá forzosamente fallos, si son muchos nosotros mismos construimos los mecanismos para escoger a otros personajes que administren, primeramente, nuestro dinero, construyan cosas, y nos acerquen servicios, además nos representen ante otras naciones. Nosotros a través del INE, somos los que gobernamos, porque como bien dice un dicho que recuerda mucho el gobernante actual: “El pueblo quita y el pueblo pone”.
Hay otra línea de pensamiento, que aconsejaba que una vez que se ha llegado al poder habría que conservarlo a toda costa, parece lógico, ¿si tanto trabajo ha costado porque habría que compartirlo? Es una idea que ha permeado en la humanidad también por muchos siglos y que lleva al autoritarismo, al totalitarismo, a la monarquía; donde sólo un grupo de personas por mandato divino, así se acallan todas las dudas pero casi siempre acompañado de la fuerza bruta, se queda con todo el poder de decisión sobre todas las cosas públicas y casi siempre también quiere las privadas, hasta convertirse en un régimen dictatorial que asfixia a todos y que termina casi siempre en una lucha civil violenta.
Nosotros vivimos un híbrido de este sistema autoritario por 71 años y estábamos hartos, cansados de que el gobierno se metiera en nuestras decisiones, que nos dijera cómo vivir, que nos impusiera una moral, que eligiera qué costumbres respetar y cuáles olvidar, que nos mintiera sobre cómo gastaba. Hartos de ver como se enriquecían y nosotros trabajábamos sin alcanzar nuestras aspiraciones, por eso, construimos nuestra democracia. Quien está hoy en el poder también nos dijo que estaba harto, nos aseguró que no iba a ser igual, nos sedujo con la idea de equidad, de un país más unido, de una sociedad más justa, de la posibilidad de conseguir, casi sin esfuerzo, nuestros sueños más anhelados y sobre todo de respetar nuestra privacidad y nuestra forma de pensar, porque en un régimen democrático cabemos todos, sin importar sí pensamos diferente, si actuamos diferente, si queremos ser como nos dicta nuestra voluntad, que nadie nos llame de ninguna forma, es nuestro el derechos a ser como queramos. Era la promesa del actual gobierno que esgrime: “Prohibido prohibir”, pero prohíbe todo.
Andrés Manuel López Obrador, nos mintió, no es igual, es peor, su afán es tiránico, es más conservador que nadie, es más neoporfirista que muchos, él es un traidor a nuestra democracia, un judas y un indigno gobernante. ¿Por qué lo que hoy se llama oposición, le tiene tanto miedo? ¿Será que en su mayoría son casi iguales a él?… ¿Si construimos una democracia a la mexicana, no podríamos, nosotros, como sociedad, construir un gobierno a la mexicana? No nos falta un líder, sino organizarnos.