Juan Carlos Sámano/El segundo aviso
Algunas Ganaderías que no quisieron o no pudieron adaptarse a este cambio pasaron de inmediato a ser rechazadas tanto por los diestros como por el público, por lo que esta realidad llevó a la cuasi-desaparición de algunas de las castas fundamentales y todas sus ganaderías.
Ya en los inicios del siglo XX surgen estos dos figurones, Joselito “El Gallo” y Juan Belmonte, y junto con ellos, la aparición del toro moderno. Gallito, todo un portento físico, poseedor de una gran técnica y conocedor del toro de lidia. “El Pasmo de Triana”, introduce la estética a la lidia a través de una mayor quietud introduciendo así, una nueva forma de torear. Este cambio requirió necesariamente una innovación en el protagonista de la fiesta. Se buscó y se creó un toro con mucho menos fiereza, con una embestida más suave y con hechuras más armoniosas. Este cambio no se basó solo en su comportamiento, también influyo en su fenotipo. Se ven acortadas sus extremidades, se redujo la altura de la cruz y se le alarga el cuello para hacer más fácil y lucida la embestida.
Y ya a fines de los 30´s y principios de los 40´s, llega Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” a instaurar la lidia moderna. Llega a la escena taurina con la voluntad de desarrollar un toreo de cercanías con el toro para incrementar la emoción, y basándose en la quietud para poder conseguir ligazón en las series, creando una nueva estructura en la faena de muleta con el toreo en redondo, siendo capaz de hacer repetir al toro en sus embestidas. Manolete desarrolla en plenitud el parar, citar y mandar instituido por Belmonte, a partir de eses momento si no se torea como Manolete, ya no habrá triunfo.
Una vez más, el cambio exigió una adaptación del toro de lidia. Se requirieron toros más pequeños, menos agresivos, suaves de embestida y debiendo de tener fijeza y repetición. Esto obligó a que el toro de lidia sea un animal que debió de transformarse para adaptarse a las exigencias y cambios en su lidia. Esto ocasiona, hoy en día, debates entre la fiereza que produce transmisión o la nobleza que permite la estética. Lo que sí es una realidad, es que el toro que no resulta comercialmente atractivo, está llamado a desaparecer.