Durante los últimos años, hemos sido testigos del aumento en el número de mujeres que participan en el ámbito político, en el sector público, en los cargos de elección popular, así como en altos cargos de los gobiernos estatales y no faltará mucho tiempo para verlas al frente del Ejecutivo federal en México.
Conforme ellas han ganado las batallas por la defensa de sus derechos y por un reacomodo igualitario y equitativo en los sitios donde tienen lugar la toma de decisiones de los asuntos públicos del país, su estrategia de comunicación también ha sido objeto de cambio.
Las mujeres en política han transitado de una comunicación tímida, discreta y basada en la intuición –características acordes a lo pernicioso del siglo pasado– a una escala de alta presencia mediática, de discurso reaccionario y declaraciones disruptivas, impactantes y acciones fríamente calculadas por una estrategia integral de comunicación.
Del mismo modo, hoy no es difícil encontrar afirmaciones calculadas, diplomáticas y con alta dosis de intencionalidad política expresadas por parte de gobernadoras, senadoras, ministras, secretarias de estado, alcaldesas y representantes de Gobierno o de partidos políticos.
Cuando participan en elecciones, el ritmo y el tono de sus narrativas y relatos donde el protagonista es el que menos tiene y más lo necesita, les han permitido ganar frente a candidatos hombres.
Además, cuando sus discursos y propuestas son coherentes con su trayectoria e historia de vida y reflejan coincidencias con las causas sociales que les motivó participar en política, son casi invencibles en la arena electoral.
En campaña por las gubernaturas, las tácticas de defensa con propuesta e ignorar los ataques han sido la constante ganadora en los últimos años.
No obstante, también podemos documentar con base en el análisis de la opinión pública y publicada que un alto porcentaje de las mujeres de la política han optado por la táctica del ataque y contrataque en otros espacios fuera de lo electoral.
La amplificación del discurso reaccionario utilizado por las mujeres tanto en la plaza pública como en las declaraciones de prensa y en su imagen no verbal, les ha permitido mejorar sus niveles de conocimiento, aceptación e incluso en la intención de voto.
Estas acciones disruptivas tienen mayor presencia en el Congreso federal en un gran número de presidencias municipales del país y sobre todo en las alcaldías de la Ciudad de México.
Este cambio en el tono de su comunicación, de moderado pasivo a beligerante y confrontante, tiene mayor visibilidad a partir del 2018, año en el que se transita el cambio de la presidencia de la República.
Las leyes electorales que obligan a los partidos a elegir aspirantes bajo la óptica de género es otra variable que detona que las mujeres irrumpan con mayor fuerza en la agenda pública con la defensa de ideales y abanderamiento de causas sociales.
El resultado de este viraje de estrategia les ha generado también mayor rentabilidad electoral, mejores índices de representatividad y un aumento en el número de personas, sin afinidad partidista, que se identifican con sus personalidades disonantes.
La disrupción y lo reaccionario ya no es signo característico de algún partido político como lo era en años anteriores. Hoy es rasgo distintivo en la comunicación de la derecha, de la izquierda y por supuesto de las mujeres del partido gobernante.
No importa si ellas participan en un Gobierno, en el oficialismo o en la oposición o si aspiran a un cargo de elección popular de alcance nacional; las tácticas de ataque, contraste y contrataque utilizadas por las mujeres, dominan en redes sociales, en los medios de comunicación, en las declaraciones y en los discursos expresados en los territorios y localidades.
La táctica disruptiva, en efecto, es mediática, vende, entusiasma y emociona cuando es bien utilizada por las mujeres en política y más en épocas electorales; Sin embargo, también embriaga, adormece y aburre si no es alimentada con nuevos datos y relatos para conectar, comunicar y convencer.
Apunte de consultor
Las representaciones de las secretarías y dependencias del Gobierno federal en los estados, a pesar de su discreción mediática, se han consolidado como piezas fundamentales para lograr consensos, acercamientos con sus sectores estratégicos en beneficio de las entidades federativas.
En Querétaro, no es la excepción. La representación de Semarnat avanza de manera importante en la generación de acuerdos y construcción de soluciones bajo la tutela estratégica de su titular.