Hace algunos días comentaba con algunos amigos sobre el crecimiento de la ciudad de San Juan del Río, esto derivado de la existencia de nuevas zonas de viviendas, de nuevas vialidades, de nuevas formas de convivencia y de trabajo que se tiene en nuestra ciudad y recordábamos mucho como la ciudad a finales de los años setenta y en los años ochentas no pasaba más allá de lo que era la Avenida Central Rafael Ayala y que en el año de 2005 pasó a llamarse solamente “Paseo Central”, y que el otro límite la ciudad eran los panteones municipales ya que no existía nada más en el horizonte, aunado a que algunas calles no tenían la apertura que ahora se tiene.
En los años ochenta era imposible imaginar la zona oriente de la ciudad, ir a comunidades como Cerro Gordo o el Sitio era una aventura, además de transitar un camino empedrado y en malas condiciones. No existía la calle de Rio Moctezuma como la conocemos ahora y vivir en aquel lado de la ciudad era como vivir fuera de la realidad.
Y qué decir del centro histórico, un centro que estaba conformado por casas pintadas de color blanco y con un guardapolvo color café, que fue la forma como conocimos a nuestra ciudad, sin tráfico como ahora, en donde podíamos salir sin ningún peligro por que la circulación era muy limitada y las calles eran empedradas, a excepción de las calles del primer cuadro: Hidalgo y 16 de septiembre, así como la Plaza Independencia que en la época del presidente Manuel Suárez se les colocó el adoquín.
La calle de Francisco Javier Mina, solamente llegaba hasta la calle de Morelos, y su continuación se hizo derrumbado parte de la propiedad de don Fidencio Osornio, hermano del ex gobernador Saturnino Osornio. La calle de Ayuntamiento no existía como tal ya que eran callejones que no tenían una circulación y al llamada “Paso de Guzmán” que ahora es una de las vías más importantes de la ciudad no existía hasta los años noventa del siglo pasado.
Con el presidente Francisco Layseca, por ejemplo, se cambio la ruta de recolección de basura, haciendo que los vecinos del centro de la ciudad tuviéramos que sacar la basura en la noche, cuando por años siempre la basura pasaba en la mañana. Todavía se tiene la nostalgia de como los vecinos salían a barrer el frente de su casa y todos los saludábamos a temprana hora, y si no era en ese momento, era al ir a comprar leche bronca a varios lugares, como con Celia en Mariano Jiménez, en la calle de Hidalgo, en Aquiles Serdán o en Gómez Farías.
Y nos pudiéramos seguir platicando de la vida del siglo XX, en donde las horas las marcaban las campanas de la parroquia o los relojes públicos, o el Ave María a las 12 en la XEVI que patrocinaba Super el Mohel, o el silbido que producía el escape de vapor de la “Cerillera”; además de lo cotidiano de ir a la Botica de Jesús, al Super Layber, o comer en la bilbaína o en los Corceles o ir a las fiestas del Patio Colonial o disfrutar de la Casona en el centro de San Juan del Río. Esa fue la vida del siglo XX en una ciudad en crecimiento en pleno siglo XXI.
MT