La semana pasada, tuve la oportunidad de dialogar con importantes comunicadores de Querétaro sobre los ‘topes’ en las vialidades, que tienen muchas cosas negativas (la mayoría desde la perspectiva del automóvil), pero con solo una cosa positiva justifican su existencia: ayudan a salvar vidas.
Tan solo en 2022, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó casi 280 muertes por atropellamientos viales en nuestro estado, lo que demuestra que es un problema recurrente al volverse la segunda causa de muerte en siniestros viales.
Los topes, de todas formas, materiales, dimensiones y texturas, son un mal necesario en tanto no mejoremos nuestra cultura vial y la infraestructura de nuestras ciudades. Se colocan como respuesta a la imprudencia y al riesgo que corren los peatones en casi cualquier vialidad y, en ocasiones, hasta pareciera que hay muchos.
Donde más hay, casi de forma obligatoria, es en las cercanías de escuelas de cualquier nivel educativo, públicas o privadas, porque, a pesar de la presencia de niños, niñas o estudiantes de mayor edad, aún existen automovilistas que no moderan su velocidad.
Como conclusiones, me quedo con cuatro ideas importantes:
- Los topes solo incomodan si se ven desde la perspectiva del automóvil.
- Si los topes ayudan a proteger peatones y ciclistas, falta que coloquen más.
- Sí es importante normar las especificaciones técnicas de los topes, pero…
- la discusión debería centrarse en cómo hacer una ciudad más segura para todas las personas.