Alejandro Gutiérrez Balboa
El asalto a la sede de los poderes en Brasil, ha sido rápidamente condenado por la inmensa mayoría del mundo democrático. Pese a ello, varias lecciones quedan y la principal es que el continente americano presenta una zona de conflicto e inestabilidad que puede desembocar en enfrentamientos y convertir al continente en un foco de inestabilidad mundial.
En efecto, las protestas en Brasil ocurren apenas dos años después que algo muy similar aconteció en la supuesta capital del mundo democrático, Washington. Alentadas por el todavía presidente en funciones, la toma del congreso norteamericano pretendía evitar la “imposición” que dio el triunfo en las elecciones al actual presidente Joe Biden. Se alegó un fraude electoral y se puso en jaque las instituciones del vecino país.
Algo muy similar ocurrió en Brasil. Los bolsonaristas afectos y partidarios del ex presidente buscaron revertir los resultados electorales que regresaron el poder a Lula da Silva, alegando fraude electoral. Al margen de si los alegatos son justos o no, las movilizaciones parecen idénticas.
Cosas muy delicadas se viven también en Perú, en donde los adeptos del ex presidente destituido exigen la renuncia de la actual presidente, en manifestaciones que ya han costado la vida de varias personas y donde se pretende dinamitar las instituciones.
Ya anteriormente han ocurrido verdaderos motines en Chile, en Ecuador, en Bolivia. Y en todos estos acontecimientos prevalece la práctica del populismo, con su famosa trilogía de post verdad, populismo y polarización que tan bien describe Moisés Naím. Los principales países de América se encuentran divididos, confrontados y en manos de políticos rufianes que sólo buscan alcanzar el poder para permanecer en él indefinidamente sin hacer nada por sus gobernados.
En los propios Estados Unidos comprobamos esta erosión con la elección del vocero de la Cámara de Representantes, en que luego de 15 rondas, finalmente fue impuesto un cercano a Donald Trump y con la intromisión personal de éste.
El caso mexicano es otro muy triste, en el que ha sido tal la división inducida desde el poder día tras día, anticipa una elección el próximo año muy reñida y muy cuestionada que lejos de resolver el desastre causado por esta administración, difícilmente logrará sobreponerse al enfrentamiento y división en la sociedad.