José Ávila Mendoza
Los nervios son las estructuras que cablean al cuerpo. A través de estas estructuras viaja diferentes tipos de información que permiten al cuerpo, por ejemplo, sentir estímulos ambientales o ejecutar movimientos voluntarios, como caminar o correr, e involuntarios, como el latido del corazón. Estos ‘cables’, como la fibra óptica por la que viaja la información que lleva el internet a tu casa, son susceptibles de distintos tipos de daño y, cuando esto sucede, algunos de ellos no se pueden reparar, lo que conduce a la pérdida del flujo de información y, en consecuencia, a la pérdida de la función, por ejemplo, la pérdida de la sensibilidad o la pérdida de la movilidad en algunas extremidades.
Curiosamente, algunos animales, sobre todo los de sangre fría como los peces, sí son capaces de reparar y regenerar estos nervios. Por qué los peces sí pueden reparar los nervios después de una lesión y los humanos no, es una pregunta cuya respuesta tiene importantes implicaciones terapéuticas. Es decir, el conocer y entender los mecanismos que se activan o inactivan en los nervios de los peces después de una lesión, podrían extrapolarse y/o replicarse en los humanos a fin de restaurar la función de los nervios dañados.
Gracias al estudio comparativo de la regeneración en peces y mamíferos, se han descrito numerosas moléculas implicadas en el proceso regenerativo. De esta manera, se sabe que hay moléculas que inhiben la regeneración mientras que hay otras que la estimulan. Con estos hallazgos, actualmente se diseñan estrategias experimentales para crear un ambiente permisivo a la regeneración alrededor de los nervios de mamíferos, de tal manera que se pueda estimular su crecimiento para restablecer las conexiones pérdidas durante una lesión. Sin embargo, aún hay mucho que podemos aprender los peces, los campeones de la regeneración nerviosa.