En estos cuatro años, hemos estado sometidos a un constante bombardeo de ideas que nos separan, polarizan y dividen, promovidas por el Gobierno que administra nuestra nación. Todos los días, el presidente promueve un discurso que nos separa entre mexicanos por no comulgar con sus ideas y eso permea a todos sus seguidores que repiten los argumentos de su diatriba mañanera.
Muchos de estos posibles entusiastas defienden al presidente, no con argumentos propios, sino repitiendo el odio que esgrime en sus discursos. Conciben sus dichos como órdenes de acción que se desarrollan en redes sociales y a veces en la realidad, sobre todo contra periodistas y otros personajes.
Defienden o acusan, dependiendo del caso, ‘a priori’, sin pruebas ni argumentos. Se unen a campañas que tratan de controlar la conversación en redes sociales y en la realidad. Para permear una narrativa que se vuelva viral, promueven un sentimiento de animadversión y violencia contra quien diga lo contrario al presidente.
Al principio de estos cuatro años, esta programación activa en redes sociales funcionaba muy bien. Los principales promotores de opiniones encausadas eran los llamados ‘youtuberos’ que trabajan en la mañanera y las granjas de bots que controla el encargado de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez. No es que yo lo afirme; lo investigó el ITESO de la Universidad Jesuita de Guadalajara, quien descubrió que la red de apoyo cibernético a favor del presidente en 2020 estaba compuesta de 35 mil 253 nodos, 74 mil 425 aristas y 8 mil 814 comunidades.
Ya he explicado que al presidente le conviene tener un discurso de odio, porque de esta manera alimenta una gran cantidad de mexicanos que se sienten desplazados del bienestar que alguna vez intentó dar el Estado mexicano. Hay también una gran cantidad de pobres, quienes han ido aumentando, porque no pueden evitarlo y porque el Gobierno no quiere eliminar o al menos paliar la espiral de pobreza en la que viven millones. El presidente explica torcidas razones sobre su pobreza que muchos creen. Existen también una serie de personas que simplemente están enojadas con la situación actual de su vida, ya sea que, por azares del destino, no hayan logrado alcanzar las metas que se trazaron o nunca tuvieron metas y su respuesta a la frustración se alimenta del discurso que cuenta el presidente.
El discurso del odio es fácil de digerir, claro, simple, empático y lleno de sentimientos, siempre sencillo de entender; solo hace falta estar enojado. Lo que se pretende es tener más seguidores a través del odio. Para mejor empatía, este discurso tiene cierta dosis de esperanza religiosa, incluso mágica, pero que no da respuesta real a ninguna necesidad de nadie.
Es el momento de darnos cuenta de que este Gobierno está usando esta narrativa para su uso electoral. Todos somos mexicanos y todos necesitamos de todos. En este tiempo de Navidad y término de un año, es importante darnos cuenta de que el Gobierno es nuestro empleado, no nuestro guía, ni nuestro maestro, ni nuestro dueño… Nosotros somos los que decidimos todavía, con nuestro voto, si continúa o no. No permitamos más odio; unámonos para combatir este sentimiento. ¿Cómo? No miremos a nadie con desprecio. Las circunstancias de nuestra vida solo nos pertenecen a nosotros. La ayuda del Gobierno no es meritoria, sino obligatoria; la pagamos todos y la merecemos todos. Este Gobierno no nos hace un favor; cumple con un mandato. Ser mexicano es unidad y unidos somos más fuertes. Digamos: No al odio. Este opinador le desea muy Feliz Navidad y una gran 2023. Nos leemos el 10 de enero.