Alejandro Gutiérrez Balboa
Con mucha soberbia, la izquierda en América Latina, en la gran mayoría de sus países, alardeaba de que el futuro le pertenecía, que la ola de su corriente marchaba incontenible. Hoy las cosas sorprendentemente han cambiado y la ola se desvanece mostrándose incapaz de sostenerse. La realidad es dura e implacable.
Primero fue la corruptísima vicepresidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien el 6 de este mes fue condenada por un tribunal penal de su país a 6 años de prisión y a su inhabilitación de por vida a cualquier cargo político. Es la primera vez en la historia argentina que algo así ocurre y no era para menos. Kirchner ayudó a crear al menos una empresa fantasma, a la que se le adjudicaron contratos multimillonarios para obras con sobreprecio y muchas de ellas no fueron terminadas o nunca se hicieron. El daño al erario aún se cuantifica.
Después vino el fallido golpe de estado del ineptísimo ex presidente peruano Pedro Castillo, quien un día después intentó disolver el Congreso de su país, para convocar a uno nuevo que elaboraría una nueva Constitución, además de reorganizar el poder judicial y la procuraduría. El resultado fue que con 101 votos de 117 fue destituido.
En tan sólo 16 meses de gobierno, Castillo demostró no estar capacitado para desempeñar el cargo. Cambió 5 veces el gabinete y tuvo alrededor de 80 personas en los ministerios, muchos de ellos tan ineptos como el presidente. Además, varios miembros de su familia fueron señalados de corrupción en contratos del gobierno.
Nada nuevo. Ése es el sello de la izquierda en América Latina: corrupción y autoritarismo. Por fortuna, a pesar de los intentos de demoler las instituciones, éstas se han visto fortalecidas ante los embates de los corruptos demagogos que -todos- se han envuelto en la bandera de la honestidad.
Aún falta Brasil, donde se ha demostrado que Lula ganó la elección gracias a un fraude en las máquinas de votación. Y aunque asuma el poder, se ncuentra plenamente acotado y no tendrá las libertad ni manos libres que gozó en el anterior período plagado de corrupción.
Lejos de ser incontenible la oleada de izquierda en Hispanoamérica, ésta se diluye como pompa de jabón y pronto se dará una elección en uno de los 2 mayores países de la región, asaltado por los mismos demagogos y corruptos que quieren eternizarse en el poder, proteger sus raterías y seguir engañando tontos e incautos.