Roberto Mendoza
En 2018 el país, ni como dudarlo necesitaba un cambio, seis años antes habíamos votado por lo que parecía una historia de telenovela, 12 años antes el país había votado por un cambio, por fin nos dimos cuenta que por más de 70 años un solo partido había decidido todo y con la transición a un nuevo siglo, se decidió que el presidente fuera de otra ideología o eso pensaba el electorado. Es verdad que vivimos una pesadilla en el sexenio que empezó el 2006, porque nunca nos habíamos peleado con una parte de la sociedad, aunque esa parte fuera de criminales, la ola de muertes, sobre todo colaterales, también nos superó.
Así llegamos al 2018 con un país en el que al menos 30 millones de personas tenían una esperanza en un cambio que se decía a sí mismo “verdadero”. Luego de cuatro años ¿Hay, hubo, está en proceso un cambio? Las decisiones del presidente han tratado de ser contundentes, hemos comprobado muchas veces que no han sido informadas e incluso él mismo, ha dicho que ha optado entre inconvenientes. Otras veces las decisiones del presidente han sido una necedad, una obstinación contundente, pues sus creencias mezcladas con sus valores y lo que él supone como ideales son la guía de su actuación. Nunca hemos visto al presidente aceptar un error, sino incluso profundizar el fuelle de sus acciones para reafirmar que lo que piensa fue en realidad un acierto.
En estos cuatro años si hemos experimentado al menos un vuelco en la vida de todos, será muy difícil recuperarnos, hoy vivimos una experiencia de vida cercana al enfrentamiento, estamos enojados y tristes, eso es lo que nos ha dejado esta cuarta transformación. Lo más grave es que en este gobierno nos encontramos de una u otra forma a la muerte, ya sea porque no tuvimos buena información durante la pandemia o porque en esa época trastornados muchos tendieron a la violencia fruto de la desesperación, la decepción, ira o frustración. Nunca habíamos estado tan solos frente a una enfermedad tan mortal, no tuvimos apoyo en las horas más difíciles, ni siquiera para una cosa tan sencilla como un tanque de oxígeno. Y esta crisis continúa con demandas de medicamentos y vacunas.
Si no es eso, es la delincuencia, organizada o de algunos mexicanos que han decidido tomar, casi siempre por desesperación ante su situación económica; ventaja de su físico o de su contundencia para quitarle a alguien, lo poco que tiene, aún si pone en peligro su libertad o su vida. Otro fenómeno son los feminicidios, muchos hombres, sobre todo, han decidido descargar su furia en contra de una mujer, en muchos casos sólo porque pueden o quieren ¿En qué tipo de sociedad nos estamos convirtiendo?
Otro cambio ha sido en nuestro poder adquisitivo, cómo no estar tristes, si en sólo cuatro años, a pesar de que aumentó el salario mínimo, y hay más dinero circulando debido a los apoyos económicos del gobierno, la vida está más cara, cuatro verduras en un tianguis equivalen a 200 pesos, hace cuatro años con esa misma cantidad de efectivo, se compraba una bolsa de mandado. Nuestro dinero, vale menos.
La aprobación del presidente está en los niveles del 60 por ciento, es una muestra de nuestro retroceso y codependencia a un líder, es frustrante no tener a nadie que se le pare enfrente para encararlo, a nadie para poder compararlo, ni a nadie que nos ofrezca una opción de país más fuerte y contundente o por lo menos diferente. La oposición es anecdótica por el momento. ¿Estamos viviendo una sacudida o estamos regresando a los tiempos de la resignación priista? ¿Hay opciones o vemos un panorama tan negro que es mejor no desgastarse y aceptar esta realidad? Usted que me lee, tiene la respuesta.