Estrella Rojas
En el documento de la Convención Sobre los Derechos del Niño, publicado por la ONU, se puede leer “No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana.”
Es necesario resaltar la prioridad que deben tener los problemas infantiles para la sociedad y para todos aquellos que, directa o indirectamente, velamos por el interés superior de los niños, niñas y adolescentes.
La prioridad implica soluciones inmediatas, es decir, que debemos hacerlo sin mediar tiempo, o al menos, el menor posible entre el conflicto y la forma en que se soluciona.
Lo anterior es un reto mayúsculo, pues la infancia, hoy día, enfrenta, además de los problemas acarreados durante siglos, como la pobreza, la marginación o la violencia, nuevas realidades, que nuestras generaciones no vivieron, como el manejo de las redes sociales, el acoso documentado en medios digitales, entre
otros.
Sin olvidar las dificultades que la infancia ha enfrentado por siglos, la necesidad de entender el origen, el impacto y la búsqueda de las soluciones a esos retos poco conocidos, con la inmediatez requerida, han hecho que en el Senado de la República tengamos diversos mecanismos de participación ciudadana, como foros
o conversatorios, donde participan invitados multidisciplinarios, de la academia, el gobierno, la sociedad civil, hasta las personas que dan testimonio de sus vivencias personales.
Así, en este año, tuvimos un diálogo para entender y trabajar por problemáticas tan dolorosas y urgentes como el ciberacoso, y cualquier otra manifestación del llamado bullying, el suicidio infantil, las adicciones en la niñez, el trabajo infantil forzoso, la urgencia de agilizar las adopciones, la reinserción social de adolescentes y la movilidad de los niños y niñas.
Lo preocupante, es que no sabemos si como sociedad, como personas, estamos preparados para dar las respuestas a la velocidad requerida, de responder a la inmediatez que se nos plantea, y eso nos lleva, también, a cuestionarnos si estamos entendiendo la prioridad que los expertos encuentran en el tema.
En el Congreso hemos asumido el compromiso de intentarlo, de empezar por conocer esa nueva realidad de la infancia y, de inmediato, ponernos a trabajar para encontrar soluciones. No tenemos tiempo, es una urgencia de la que depende el presente y futuro de la civilización humana.