Alejandro Gutiérrez Balboa
Al más puro estilo estalinista, el expresidente chino Hu Jintao fue purgado, a la vista de todos, durante el XX Congreso del Partido Comunista Chino, que le dio otro período de gobierno, el tercero, al actual dirigente Xi Jinping, lo que lo convierte en el hombre más fuerte del espectro chino desde la época de Mao Zedong.
Jintao había sido presidente de 2003 a 2013 y fue señalado por su pragmatismo, por llevar a China a los más altos niveles de crecimiento económico y de desarrollo, así como de haberse hecho de una fortuna personal e ilegal de 2,700 millones de dólares, junto a su familia.
Y no es que su sucesor Xi Jinping sea más honesto, sino que éste ha hecho saltar por los aires los acuerdos posteriores a la muerte de Mao, por los cuales los dirigentes políticos chinos sólo podrían ocupar el cargo en 2 períodos. Desde luego, Jinping purgó también el partido y ahora sus incondicionales son los que ocupan los primeros lugares en el Politburó y en el Comité Central del Partido Comunista Chino.
El gobierno de Jinping se ha caracterizado por una sensible caída en el crecimiento, por haber sido la cuna de la pandemia planetaria de Covid, por sus hostigamientos y cada vez más abiertas intenciones de anexionarse Taiwán, por su mano de hierro con la disidencia y por una creciente e inherente corrupción.
Uno de los propósitos más evidentes del dirigente chino es el de debilitar el poder y liderazgo de Estados Unidos por vías indirectas. Un claro ejemplo es el de, con la colaboración del actual gobierno mexicano, la dotación de scaners a los puestos y aduanas fronterizas mexicanos del norte, lo que ha despertado la preocupación norteamericana, lo mismo por no cumplir sus requerimientos de calidad, al tiempo que representan una amenaza por el potencial espionaje que implican.
Otro método es la provisión masiva de fentanilo y sus precursores químicos a los laboratorios clandestinos que producen la droga que se consume en el país vecino con un altísimo índice de muertes.
El afianzamiento en el poder de Xi Jinping no es una buena noticia para el mundo. Se incrementarán las inversiones y préstamos chinos en África y América Latina, al tiempo que aumentarán las fricciones con Estados Unidos, todo en detrimento de las libertades y la democracia, tanto al interior de China, como en los países en que los intereses chinos están influyendo. Los contrapesos al interior han sido anulados.