Raúl D. Lorea
Por la trascendencia del evento, muchas personas toman al voto de cada 3 o 6 años como única participación ciudadana, sin embargo, desde que salimos de casa y dialogamos con nuestros vecinos sobre reparar, reportar o cambiar algo en nuestro entorno se hace participación ciudadana; no necesariamente tiene que ser con el gobierno, pero sí por el bien común.
La obra pública siempre ha tenido un punto débil en este rubro y es muy simple: no se involucra a la ciudadanía desde el proceso de planeación de la obra.
Y es que, las autoridades, en cumplimiento de lo que establecen las leyes y reglamentos, sí informan y transparentan la información de las obras, pero se crea la percepción de que las obras se inician “sin previo aviso” a pesar de llevar un proceso de meses en su planeación ya que integran comités de obra o de contraloría social cuando inician la construcción y no desde que se planea.
El objetivo que cumplen estas dos modalidades es únicamente informativo, es decir, si la ciudadanía pide cambios al proyecto, éstos serán más complicados de implementar pues la construcción es la última etapa del largo proceso de la obra pública.
Hace falta dar mayor peso a la voz ciudadana y, si bien, en la ciudadanía no está la solución técnica de cada proyecto, sí está la vivencia real de la problemática en cada obra. Escuchando a las personas antes de diseñar se puede plantear una o varias obras públicas que resuelvan mejor la necesidad social, de otra manera se seguirá teniendo la sensación de que las obras “se inician de pronto”.