Claudio Sarmiento
Esta semana retomé la bicicleta para ir al trabajo. Mi decisión no se inspiró por el Día Mundial Sin Auto sino por razones más pragmáticas: la congestión vehicular y mis vínculos sociales. En estos días se han combinado una serie de factores que hacen que el tráfico vehicular empeore en la ciudad: el regreso a clases; las inundaciones pluviales; los eventos de septiembre y las obras públicas, ambos con clausuras viales; y los accidentes comunes. En uno de estos días, mi viaje cotidiano de 6 km me tomó 50 minutos en automóvil… en bicicleta, 20’ como máximo.
Estos niveles de tráfico vehicular nos causan estrés, pérdida de tiempo y de productividad económica, pero pueden traer consigo beneficios para la movilidad por la restricción de espacio de circulación. Esta paradoja es el inverso del fenómeno de la demanda inducida (cuando aumentar la capacidad vial promueve un mayor uso del auto). La evaporación del tráfico automotor ocurre pues, cuando la gente elegimos medios alternativos para realizar nuestros viajes. Así, yo opté por pedalear gracias a que un amigo me vendió una bicicleta más adecuada para las pendientes y velocidades de Querétaro, y a colectivos ciclistas, quienes me orientaron en la elección de rutas. También ayudó mucho la decisión de nuestro Consejo por sesionar siempre de manera remota, eliminando viajes innecesarios.
Reducir el tráfico no debería implicar perder movilidad, sino potenciar infraestructuras, servicios y conocimientos que nos ayuden a movernos mejor.
MT