Yamile David
Y entonces, conocerás al Príncipe Azul, quien te rescatará de tu incompleta vida, se hará cargo de ti, tendrán hijos que tú cuidarás (porque él tiene que salir a pelear a la guerra) y vivirán felices por siempre…
Cuánto daño nos ha hecho esa creencia, deberíamos de demandar a Disney y demás promotores de la codependencia y la mentira, aunque debo reconocer que cada vez son más las películas que están dando otro mensaje, el mensaje actual, el real.
Como sabemos, la realidad de los matrimonios, de las relaciones, es muy distinta a la historia de cuentos de hadas. Aunque por supuesto, jamás pretendo generalizar, muchos matrimonios han vivido bajo el esquema del proveedor y la mujer ama de casa, en donde en niveles socioeconómicos medios/altos, muchas mujeres esperan (y en otros casos exigen) un estilo de vida más que cómodo, y todo funciona bien cuando los niños son pequeños. Pero de pronto crecen, de pronto se vuelven adolescentes que cada vez buscan más su independencia y de pronto, esa mujer que lleva 15 – 20 años dedicada a ellos, al hogar, a la familia, se da cuenta de que se ha dedicado a un proyecto de vida que no es del todo propio. Sumemos el porcentaje alto de divorcios que hay hoy en día, entonces deja de tener la única fuente de ingresos (el marido) y se encuentra en una situación completamente vulnerable, en la que –aun estando separados– sigue dependiendo de su ex pareja, quien probablemente no le proveerá el mismo nivel de vida pues la carga económica para él aumenta si quiere rehacer su vida. Ya no suena tan bonito el cuento de hadas ¿verdad?
No me mal entiendan, hay muchas familias que viven en esa dinámica y les va bien, cada uno funge el rol que les corresponde y tienen relaciones por años (ojalá que para siempre), pero un gran porcentaje, no.
Los divorcios en el país se han incrementado durante los últimos años, como se puede observar en la tasa nacional por cada 10 000 habitantes de 18 años o más, que pasó de 12.2 en 2011 a 18.4 en 2019.
Las principales causas del divorcio a nivel nacional fueron el divorcio incausado, con 66.2%, seguido por el mutuo consentimiento con 32.4 por ciento. En el país las mujeres se divorcian ligeramente más jóvenes que los hombres, ya que la edad promedio al divorcio es de 39.1 y de 41.6 años, respectivamente.
En cuanto a la condición de actividad económica de los divorciantes, 70.2% de los hombres declaró que trabajaba al momento del divorcio, mientras que, en las mujeres esta condición fue de 50.4 por ciento. Fuente, INEGI.
Es importante poner atención a que, en muchas ocasiones, la dependencia económica de las mujeres se traduce en soportar situaciones hostiles, y en el peor de los casos violencia psicológica y física.
Así como buscamos impulsar nuevas masculinidades, impulsemos también nuevas feminidades; transmitamos el mensaje a las niñas de que pueden ser y lograr todo lo que sueñan y que los sueños van mucho más allá del inexistente príncipe azul, que los sueños se hacen realidad desde la independencia económica y emocional, desde el proyecto de vida personal.
¿Y si mejor en vez de esperar a que nos rescate el Príncipe, nos rescatamos nosotras mismas?