Alejandro Gutiérrez Balboa
Las imágenes impresionan. Enormes edificios, unos 15, demolidos con cargas de dinamita en tan solo 45 segundos en la ciudad sureña china Kunming, consecuencia del abandono y el deterioro, pero sobre todo, de la crisis inmobiliaria que padece el país desde hace tiempo y que anuncia un inesperado frenado en su economía.
Durante varios años, el crecimiento económico de China asombró al mundo. Tasas de más del 10% anual sostenido por largas temporadas eclipsaron las principales economías, al tiempo que permitieron sacar de la miseria a cientos de millones de chinos, amén que perfilaban al país como la segunda economía mundial, le permitían crear una infraestructura imponente y consolidaban su poderío militar. El poder e influencia chinos se proyectaron alrededor del mundo.
Hoy, eso ha cambiado. Las predicciones para este año anuncian un crecimiento de tan sólo 3.3%. Las causas se precipitaron con las restricciones obligadas de la pandemia, pero no se puede culpar a ésta. Y lo peor es que se prevé que este estancamiento durará varios años, con tasas no mayores al 2 o 3%.
El envejecimiento y la restricción a un solo hijo por pareja durante décadas hoy cobre sus réditos; se espera que para 2100 el país tendrá menos de la mitad de la población actual. En China no hay suficiente generación de empleo y 1 de cada 5 jóvenes chinos busca trabajo; en las grandes ciudades el desempleo en gente joven ronda el 20%.
China es uno de los mayores importadores de materias primas, pero esto está cambiando y la caída de su demanda impactará a los exportadores alrededor del mundo. Su producción de acero y cemento se ha reducido lo que, junto a la crisis inmobiliaria, ha impactado el conjunto de la economía.
Para noviembre se celebrará el XX congreso del partido comunista y, a diferencia de muchos equipos de futbol en crisis, no despedirá al entrenador, sino que se consolidará el poder del dirigente Xi Jinping.
Las consecuencias son relevantes: disminuirá la presencia e inversiones chinas alrededor del mundo, bajará su impresionante construcción militar, particularmente la naval; China no desplazará a Estados Unidos como primera potencia económica y su influencia disminuirá, además que se generarán problemas domésticos por las expectativas no cumplidas y promesas que no se volverán realidad para una juventud demandante, engañada y frustrada.