Yamile David
¿Qué aprendimos y vivimos en la infancia? ¿Qué de eso nos gustaría volver a vivir? ¿Por qué no quisiéramos volver a pasar? ¿Qué nos gustaría y no replicar en nuestros hijos?
Quienes crecimos en familias “tradicionales”, donde el hombre fungía como el único proveedor y la mujer asumía su rol de ama de casa, sin chistar, dependiendo 100% económicamente del marido, que, por cierto, lograba en la mayoría de los casos “tenerlo todo”: el trabajo, el crecimiento profesional, la familia y las pasiones (fuera de casa, por supuesto).
¿Y la mujer? Tenía a sus hijos y sustento ¡Pues qué más podía querer! Pero hoy las cosas van cambiando. Las nuevas generaciones van difuminando cada día más los estereotipos, dando paso a nuevas formas de relacionarnos, de vivir la vida. Nuevas dinámicas, tipos de parejas, de familias y eso me parece maravilloso, sin dejar de lado el GRAN reto que esto supone.
Y si bien hoy existen diferentes opiniones sobre nuestros queridos millennials, centennials; que, si son de “cristal”, que no son estables, que quieren la inmediatez, etc., lo que sí debemos aprenderles quienes rondamos más allá de los 35 años, es que priorizan su bienestar físico y mental, están mucho más conectados con sus emociones y tienen claro la importancia la tolerancia y el respeto a las diversidades.
Cada día son más los hombres jóvenes que se permiten escucharse y conocerse; que conectan consigo mismos y se van deshaciendo de ese disfraz que por generaciones han cargado; el sexo fuerte, el macho, disfraz que los ha afectado de muchas maneras, entre ellas, la salud mental.
“Los hombres, a diferencia de las mujeres, prefieren vivir el padecimiento mental en silencio antes que pedir ayuda por temor a parecer débiles, señaló Benjamín Guerrero López, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM”.
Y es aquí donde viene lo que tanto hemos normalizado: el consumo de alcohol que es hasta “bien visto” por la sociedad relacionándolo como parte de la masculinidad. Pues no señoras y señores, es solo un placebo, una anestesia a todos esos sentimientos y emociones reprimidas, que nunca acaban por sanar, y que, en el peor de los casos, desencadenan estadísticas alarmantes como el aumento de suicidios.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2020 hubo siete mil 896 y cada año han ido aumentando. Aunque hay intentos de suicidio en mujeres, son de menos letalidad. En cambio, en hombres el porcentaje es altísimo: en 81.6% por ciento de los intentos, el suicidio se comete. Las razones son muchas: en un 50% de la población con intentos de suicidio, se presentaron causas como trastornos psicóticos, ataque de pánico, ruptura de la pareja, la muerte de un ser querido, una enfermedad crónica terminal o la pérdida de estatus económico o del empleo.
Aunado a esto, tenemos la afectación que ha traído la pandemia, lo que ha ocasionado que en hombres jóvenes también vaya en aumento la ansiedad, la depresión.
Hombres, hablen. Permítanse sentir, descubrirse, ser, obtener ayuda. Atrás quedó la imagen sexy del “chico malo”, hoy el hombre sexy es el que conecta consigo, hoy el hombre sexy va a terapia.